Título: LA ILUSTRÍSIMA
Autora: Marta Prieto
Editorial: Alrevés
ISBN: 978-84-17847-78-4
Páginas: 332
Presentación: Rústica con solapas
Como editora con zapatos nuevos
Se la veía firme en el simulado estrado, aunque seguramente la procesión iba por dentro. Actuar como “maestra” de ceremonias siempre es complicado, más cuando no es tu oficio. Quizás por ello, para aferrarse a un detalle con el que darse seguridad, se convirtió en una Cenicienta del siglo XXI, estrenando zapatos de gala. De ese modo pudo sacar a pasear su carácter, afable, divertido, interesante, y consiguió dotar a la presentación de ese libro que muchos de los asistentes podrían considerar como la lectura del año, de una brillantez inusual que se iba volatizando en el ambiente a medida que pasaba el tiempo y el resto de los participantes en la charla hacían las delicias del público. Después llegó el ágape, las charlas distendidas en corrillos, la firma de ejemplares, pero también una nueva cita para el día siguiente y así poder hablar en profundidad de la novela con el autor y la editora.
El autor era Félix García Hernán. La novela, “Pastores del mal” y la editora, Mercedes Castro. ¡No digo más!.
Desayuno con encanto
El marco del encuentro era incomparable; las atenciones del autor para con las lectoras, exquisitas, mientras la charla se desarrollaba de manera distendida y esclarecedora, porque Félix García Hernán no escatimaba esfuerzos haciendo mención a muchos de los aspectos que suelen pasar inadvertidos durante la lectura y que la enriquecen a posteriori. Entonces apareció la editora, cargada de libros. Una a una fue repartiendo ejemplares de una novela que saldría al mercado dos semanas después. Se trataba de “La Ilustrísima”, de Marta Prieto y la recomendó con el mismo desparpajo con el que hizo la presentación la tarde anterior. Entre bromas y risas siguieron charlando de la novela que las había reunido allí, pero también de la nueva y, sobre todo, quedó latente su amor por la literatura y la pasión con la que aborda su trabajo. Las lectoras, por su parte, se despidieron con la promesa de darle buena cuenta de sus impresiones, emocionadas por la experiencia vivida.
La lectora insatisfecha
Acaban de recomendarle un libro. La lectora no es mucho de recomendaciones, dice que las carga el diablo. Son demasiados años en la blogosfera y ya solo se fía de unos pocos, dice también. Sin embargo, este libro viene avalado por G. Y para ella, G. es el Dios de las recomendaciones. O su representante en España. Porque gracias a él, conoció a Víctor del Árbol y, a su vez y el mismo día, a Josep Forment. ¿Se puede pedir más? ¡Imposible!. Para colmo, Mercedes Castro, a la que acaba de conocer y ya siente como amiga, habla de él maravillas.
Sin embargo, mira el libro de frente y de perfil y no le acaba de convencer. ¿Será esa cubierta en tonos pastel lo que no le encaja? ¿O serán esas sandalias de tremendas plataformas que la ilustran lo que está matándola mientras observa el ejemplar de reojo?. ¡Venga, mujer, no seas lerda! –se dice-, ¿Desde cuándo te han afectado esas chorradas?. ¡Dale una oportunidad, leñe!. Entonces mira la contraportada y lee:
Y ya siente que se puede morir en paz, porque acaban de rematarla…
En primer lugar, quiero
pedir disculpas por este desatino que acabo de esbozar y que no es más que un
simple remedo de lo que el modo tan original en que está narrada esta novela me
ha suscitado. Intentaré explicarlo con detenimiento, porque me temo que, a nada
que me lo proponga, la acabaré liando.
Y es que la novela, estructuralmente,
es sencilla… aparentemente. Me explico: normalmente, la estructura más básica
de una novela es la que se divide en planteamiento (aparecen los personajes y
el conflicto principal), nudo (donde transcurre la mayor parte de la trama y
suceden todas las cosas) y desenlace (se alcanza el clímax narrativo y se
resuelven los conflictos planteados). Sin embargo, en La Ilustrísima aparecen
estas tres partes diferenciadas, claro, pero no de la misma manera:
-
Planteamiento: Se esboza en un corto prefacio de apenas
dos páginas que nos traslada a una fecha concreta: el 12 de mayo de 2014, día
en que fue asesinada Rosario Llamazares, presidenta de la Diputación Provincial
de León.
-
Nudo: Se divide en tres partes: la primera de ellas transcurre
entre 2007 y 2009; la segunda entre el 2010 y 2012 y la tercera del 2012 al
2014, es decir, los siete años previos al luctuoso acontecimiento que se
describe en el planteamiento. Se compone de 66 capítulos cortos, de una
extensión de apenas cinco páginas cada uno, que podrían considerarse
microrrelatos y titulados de tal manera que resumen perfectamente quien o
quienes va a ser el/los protagonistas de cada uno de ellos.
-
Desenlace: En un único capítulo nos traslada al día 11
de mayo de 2015, cuando se va a celebrar el primer aniversario del asesinato de
la Ilustrísima. Además, como colofón, hay un capítulo más del que no puedo
comentar nada porque es una sorpresa mayúscula que deberás conocer por ti mismo
y que es un auténtico broche de oro para una novela memorable de la que crees
saberlo todo desde la primera página y que, sin embargo, capítulo a capítulo no
deja de sorprenderte, hasta ese final que te admira sin remisión y con unas
ganas locas de volver a leer a esta autora que ha sido todo un descubrimiento.
Con esto quiero decir que en
una novela tradicional lo normal hubiese sido que el conflicto principal que se
proyecta en el planteamiento hubiese seguido un orden cronológico y más en este
caso en que lo que se expone es un asesinato. Sin embargo, lo que sucede es
justo lo contrario, porque la trama nos traslada a siete años antes, cuando los
posibles “sospechosos” coinciden en tiempo y lugar para indagar en que todos
los personajes tienen motivos suficientes para ser los culpables del mismo.
Tampoco se puede decir que la narración comience in extrema res, porque ese mismo planteamiento se podría considerar
como un punto de inflexión o bien un patrón narrativo.
Claro que todo esto que os
he contado lo comprobé después de tener por primera vez el ejemplar de La Ilustrísima en mis manos (obvio). Me
chocó la cubierta con sus tonos pastel y la imagen que la ilustraba, pero
tampoco fue como para tenerlo en cuenta. Si bien es cierto, la contraportada me
dejó un poco fría, no tanto porque el origen de la trama girase en torno a un
asesinato real (el de Isabel Carrasco, presidenta de la Diputación Provincial
de León, aunque con el nombre cambiado), ya que, como imagino que a muchos de
vosotros, cuando me enteré por los informativos de semejante suceso, me
impresionó como al que más (no voy a decir que me inquietó, atormentó y perturbó,
no vaya a ser que me mandéis a Esperanza Gracia) y, sobre todo, su rápida
resolución. No, el problema estaba en que en ella se especulara sobre quien de
sus muchos enemigos podría tener más motivos para asesinarla, cuando la
policía, casi a pocas horas de los hechos, ya había detenido a las sospechosas
que posteriormente, en uno de los juicios más mediáticos de los últimos
tiempos, serían declaradas culpables.
Dicho lo cual, os diré que
eso, como todo lo demás, está perfectamente resuelto en la novela, porque
precisamente la esencia de la misma radica en detalles tan peculiares como ese.
(Sigo explicándome…).
Porque, efectivamente, la
novela arranca mostrándonos la escena del cadáver de la presidenta de la
Diputación, cubierto con una sábana, sobre la pasarela del río Bernesga, para
remontarnos a continuación a siete años atrás y de ese modo conocerla tanto a
ella como a ese entorno “tan suyo” y que tanto la odiaba.
Y considerándolo de esta
última manera, me ha fascinado el modo en que se formula; es decir,
describiendo una escena en poco menos de dos páginas. A continuación, el patrón
se rompe y comienza la historia real. En particular, la de Helena Fonseca y su
madre Encarna García-Cepeda, a las que conocemos cuando la primera trabaja como
interina en la Diputación a las órdenes de la presidenta y como poco a poco la
relación entre ambas se va estrechando hasta convertirse en íntima. Hasta que
Helena se va de la lengua y se precipita su “desgracia”. Pero también la del
resto de los personajes, entre los que habría que destacar a Maricruz, amiga de
Helena y a la que esta manipula hasta la extenuación; o la Ordenanza, que
también juega una baza fundamental en la trama. Y si destaco a estas cuatro
mujeres, es porque en todos los casos se producen una serie de patrones y
consecuentes rupturas de los mismos dignos de elogio, en el sentido que me ha
hecho recordar un ensayo de Jon Gingerich (Falsos principios, finales muertos y
malos comienzos) en el que se razona cómo reconocer los patrones narrativos
para saber cuál es nuestra historia, dónde debemos empezarla y, sobre todo,
dónde debemos romperlo con una anomalía, porque es precisamente cuando se
produce esa irregularidad cuando la historia adquiere relevancia y comienzan
los giros que la harán interesante. Marta Prieto, en ese sentido, lo borda.
Porque no nos engañemos, Rosario Llamazares, la presidenta de la
Diputación, era un bicho de mucho cuidado: ambiciosa, sin escrúpulos,
implacable, rencorosa, temida por todos y odiada a partes iguales. De origen
humilde, era muy inteligente y trabajadora, experta en fiscalidad y finanzas. No
en vano, con veinticinco años y nada más terminar la carrera, aprobó la
oposición y se convirtió en inspectora de Hacienda. Con treinta, ya ocupaba
diversos cargos políticos importantes. Cuando la conocemos tiene cincuenta y
dos años, gustos caros y un físico del montón: es baja de estatura (sus
detractores la llaman “la enana”, de cara y silueta menuda, labios finos y
nariz desproporcionada.
Otros personajes serían:
-
Helena Fonseca
García-Cepeda: Empezó a trabajar como ingeniera de
telecomunicaciones en la Diputación en 2007 y enseguida se convirtió en
indispensable para la presidenta. Como empleada no tenía precio: era sumisa y
callada y le faltaba tiempo para satisfacer cualquier deseo que tuviera; como
amiga, en principio, tampoco. Hasta que metió la pata hasta el corvejón y
entonces todo se le puso en su contra. Egoísta, inteligente y con un expediente
académico brillante, también es vanidosa, manipuladora, y absolutamente
dependiente de su madre. Alta de estatura, guapa y con melena oscura, tiene las
piernas largas y esbeltas y la silueta armoniosa que cuida a base de pilates.
-
Encarna García-Cepeda:
Casada con Victoriano Fonseca, Comisario Jefe de Policía en Astorga, un hombre
al que no respeta y ningunea, porque es un buenazo sin ambiciones personales ni
profesionales, un conformista que huye del conflicto como de la peste. Ambos
son los padres de Helena. Encarna es ambiciosa e intransigente, intrigante y
obnubilada por el lujo y las ganas de aparentar. Y, como madre, digna de
estudio, por ese afán de proyectar en su hija sus anhelos más apremiantes y sus
sueños rotos. Sufre poliomielitis y tiene el gemelo izquierdo atrofiado.
-
Longino Banucias: Vicepresidente de la Diputación, es
pariente lejano de la presidenta y precisamente por eso y por serle leal desde
que eran niños, se convirtió en su mano derecha (osea, con la que se firma y
también para eso). Además, desde hace más de una década es alcalde de su pueblo
con mayoría absoluta. Servil hasta la saciedad, rastrero hasta el infinito. Ojos
saltones y muy redondos. Está casado y tiene tres hijos todavía menores. Mantiene
una pseudo-amistad con la ordenanza, consistente en fumar en la azotea de El
Torreón, la sede de la Diputación, mientras ella le aburre con disertaciones
literarias.
La
Ordenanza: Trabaja en la Diputación como interina y anhela conseguir
una plaza fija. Su vida, en general, es un camino de frustraciones, de sueños
imposibles. Cinco años antes, en 2002, se presentó a una oposición para cubrir
diez plazas de auxiliar administrativo convocada por la Diputación, pero no lo
consiguió, pues pudo comprobar que estaban amañadas. Aunque su mayor quimera
sería la de dedicarse a la literatura en cuerpo y alma, no puede aspirar a nada
más que a apuntarse a talleres literarios, ya que en su día no pudo cursar la
carrera de Filología porque a sus padres les pareció más conveniente que
estudiara Derecho, claro que después, cuando quiso opositar para ser fiscal,
tampoco pudieron costearle el preparador porque bastantes gastos tenían con su
hermano mayor, que estudiaba fuera del país. Es muy observadora, hasta el punto
de que conoce todos los secretos de su entorno laboral y es la protagonista
clandestina de esta historia.
-
Maricruz Callado: Policía, aunque aborrece su trabajo y su
vida, creo que por ese orden. Es amiga de Helena, aunque esta la manipula a su
gusto. Está divorciada, tiene un hijo pequeño en régimen de custodia compartida
y mantiene una relación con Enrique Mercader, Quique, el que fuese en su
juventud su primer novio, de profesión secretario judicial, casado con una de
las mujeres más influyentes de la ciudad y con la que tiene cuatro hijos.
-
Silverio Ampudia: Alcalde de León, de estado civil,
sonriente. Acostumbra a vestir pantalones grises, camisas celestes, americanas
azul marino, castellanos granates y gafas sin montura y que, como el resto de
sus adláteres del partido de la Derecha, ha hecho de las prácticas criminales
su leitmotiv
.
Si hay algo que predomina en
la novela negra es la crítica social que se transmite en el cuerpo de la trama.
El encumbramiento del género está ligado a las crisis económicas y, sobre todo,
a la corrupción que campea a sus anchas en cualquier época, ya sea de bonanza o
de destemplanza. Marta Prieto se postula en esta novela como una gran
conocedora de los círculos del poder y de cómo quienes lo ostentan se coronan
continuamente en el noble arte del cohecho, del blanqueo de capitales o del
tráfico de influencias, por citar algunos de los pasatiempos preferidos de
estos hidalgos ciudadanos y con La
Ilustrísima acepta el lance del arte de la narración por medio de
múltiples focos narrativos para cimentar una voz crítica en torno a la
degradación moral de sus personajes.
Poco más puedo decir de
una novela que me ha parecido brillante en su planteamiento y su ejecución, punzante
y afilada las más de las veces e
hilarante por momentos, los precisos. Aparentemente sencilla por lo fácil que resulta
su lectura y complicada simplemente por lo mismo, ágil en sus diálogos,
memorable por el modo en que describe a sus personajes y más que seductora para
los amantes de la novela negra.