DATOS TÉCNICOS:
Título: PREMONICIÓN
Autora: Rosa Blasco
Editorial: Maeva
Colección: Maeva Noir
ISBN: 978-84-18184-43-7
Páginas: 359
Presentación: Rústica con solapas
Rosa Blasco (Alcañiz, Teruel, 1964), Es médico
especialista en Medicina Familiar y Comunitaria y Doctora en Historia de la Medicina
por la Universidad de Zaragoza. En la actualidad, reside y trabaja como médico
de familia en Tudela (Navarra). Ha publicado, además de numerosos artículos
científicos, el ensayo Historia del
Hospital de San Nicolás de Bari de Alcañiz (1418-1936), fruto de su tesis
doctoral, y las novelas El sanatorio de
la Provenza (Planeta, 2014) y La
sangre equivocada (Mira Editores, 2019).
Premonición es su tercera
novela y en ella, como bien reza su subtítulo, “La islas acogen a los que huyen”
y en particular, Menorca, como así le ocurre a Simonetta Brey, una prestigiosa
forense que llega a Ciudadela para ocupar una vacante como médico de familia. De
su alojamiento se ha ocupado una trabajadora social, que le ha conseguido una casa
estupenda y un vehículo, todo un lujo teniendo en cuenta que en la isla casi
todas las viviendas se destinan al alquiler vacacional. Acaba de salir de
prisión y le han ofrecido esta posibilidad en clave de segunda oportunidad
para, de esa manera, acortar la pena de cárcel a la que fue condenada por un
delito profesional y obtener la libertad condicional. Lo que no sabe, todavía,
es que su antiguo colaborador, el comisario Darío Ferrer, es quien ha movido
los hilos para que todo esto se haya hecho realidad. Claro que tardará poco en
enterarse, justo al día siguiente, tras firmar el contrato en la Subdirección
de Atención Primaria.
La propuesta es muy
sencilla, aparentemente. Simonetta tendrá que ayudar al comisario con una
investigación que lleva meses encallada. Resulta que, en un breve espacio de
tiempo, han muerto tres médicos sin razón aparente, aunque según las autopsias,
a falta de algún dato relevante, ha sido de muerte natural. Pero él ha tenido
una premonición y cree que los casos están relacionados y han sido provocados
por la misma persona, así que quiere seguirla a pesar de que nadie de su equipo
cree en su hipótesis, por lo que la forense, que no tiene más salidas de
futuro, decide secundarlo.
Tras instalarse y
empezar a acomodarse en Canal Salat, su nuevo centro trabajo, Simonetta recibe
el primero de los informes que le hará llegar el comisario, dado que la
intención primigenia es que nadie conozca la relación existente entre ambos
para que nadie la vincule a la investigación.
De ese modo, descubre algo más sobre las víctimas:
- Vicente Bort Chuliá: Nacido en
Valencia, ciudad en la que también residía. Tenía sesenta y siete años y se
había jubilado hacía poco tiempo. Fue jefe del servicio de Radiodiagnóstico del
Hospital La Fe. Divorciado y con dos hijos, ambos médicos también, viajaba
solo. Llegó a Menorca el 11 de septiembre y se alojó en el hotel Tres Àngels de
Ciudadela. El día 15 alquiló un vehículo y un payés lo encontró ya cadáver en
el Camí des Alocs, una senda que conduce a las ruinas del castillo de Santa
Águeda.
- José Luis Revuelta Arce: Nacido en
Colindres (Santander), tenía sesenta y nueve años y se había jubilado tres años
antes. Sin hijos. Había sido jefe de servicio de Ginecología del Hospital de
Valdecilla. Casado con Joaquina Cortés Fernández, de sesenta años, que todavía
trabajaba junto a su socia en un negocio de decoración, falleció junto a él.
Llegaron a Menorca el 13 de octubre y se alojaron en el Hotel L’illa de
Ciudadela. Los encontraron ahogados en el tramo final de la Playa de Son Bou
dos días después, a pesar de ser excelentes nadadores.
- Carlos Lladró Gisbert: Natural de Amposta
(Tarragona), donde volvió a residir tras jubilarse diez años antes como jefe de
servicio de Oncología Médica del Hospital Valle de Hebrón, de Barcelona. Tenía
setenta y seis años y era viudo y padre de una hija. Llegó a Menorca el 4 de
enero y se alojó en el hotel Arena de Ciudadela. Murió tres días después, tras visitar
el Lazareto de Mahón, donde encontraron su cadáver.
Pero también
descubre que su vuelta a la medicina de familia es mucho más gratificante de lo
que a priori suponía, porque después de haberse dedicado durante más de una
década a la medicina legal había olvidado ese estrecho y poderoso vínculo que se
crea a menudo entre médico y paciente. Asimismo, empieza a disfrutar de una
isla a la que es fácil aclimatarse porque la va seduciendo poco a poco con su
inefable belleza mientras va y conociendo a sus compañeros de trabajo, como
Sergi Pons, su enfermero e hijo del alcalde de la localidad, un joven afable,
natural y educado que será de gran ayuda en todos los ámbitos para ella y
Quique Coll, doctorado en medicina y en “cansinidad”
si la palabra existiera y se estudiase en alguna facultad y trabando amistad con
algunos de sus habitantes, como Séraphine Bardot, una educada y afable arquitecta
parisina que cuatro años antes abandonó su país natal para instalarse en
Menorca como decoradora; Toni Sagrera un atractivo hombre de negocios licenciado
en Ciencias Empresariales con el que tendrá una “excelente amistad”, a pesar de
unos inicios un tanto complicados; Margálida Fullana: una mujer un tanto
sobría, un poco enigmática y ciertamente elegante que trabaja en la recepción
del hotel Tres Ángels y Norberto Blasco, un tipo cordial y simpático que es el propietario
del Imperi, un café del que dicen que es el mejor del archipiélago.
La investigación,
sin embargo, parece que no avanza por mucho empeño que ponga en ello. Simonetta
intenta recabar pistas, acude a los hoteles donde se alojaron las víctimas así
como a los lugares donde fueron encontrados, pero no hay manera, no hay un
simple resquicio por el que colarse en busca de una pista, por nimia que sea.
Y, cuando todo aparece encallado, sale el gordo en forma de llamada telefónica del
112 mientras se encuentra en el centro de salud atendiendo a unos pacientes: un
pastor ha encontrado en el faro de Punta Nati a un hombre en posible parada. Acude
a atender la urgencia junto a Sergi, claro que cuando llegan allí, el hombre ha
muerto. Y es médico.
Al día siguiente el
comisario le ofrece toda la información que han recabado de la nueva víctima.
Se trata de Fernando Osuna Parejo,
natural de Fuentes de Andalucía y residente en Sevilla. Tenía setenta y cinco
años, era soltero y vivía solo. Se había jubilado como jefe del servicio de
Psiquiatría del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla. Llegó a Menorca dos días
antes de producirse el óbito y se alojó en el hotel L’Illa, donde ese día
alquiló un coche para dirigirse al lugar en el que lo encontraron.
En esta ocasión
Simonetta tendrá la oportunidad de practicar la autopsia, dado que los dos
únicos forenses con los que cuenta la isla están de baja. Y tampoco encuentra
nada relevante en ella, aparte de darnos una lección magistral de cómo se hace
este tipo de prácticas.
Pero la rueda
parece haberse puesto en movimiento y es imparable. Al menos, porque a los
pocos días, cuando todavía no han llegado los resultados del laboratorio de la
pruebas realizadas al doctor Osuna, una pareja de turistas alemanes encuentran un nuevo cadáver en la Naveta des Tudons, el monumento megalítico más grande y
significativo de la isla. En esta ocasión se trata de Iñaki Odriozola Navarro, natural de Lequeitio (Vizcaya) de sesenta
y siete años. Se jubiló como jefe del servicio de Medicina Preventiva del
Hospital de Cruces de Barakaldo y se alojaba desde dos días antes en el hotel
Tres Àngels, de Ciudadela.
Y ahora sí, ahora
parece que al igual que aquello que nos contaban de que el verbo se hizo carne
y habitó entre nosotros, la premonición se convierte en realidad y la hipótesis
se abre paso a una posibilidad secundada por todos, por lo que se reabre el
caso. Se buscan las coincidencias entre todas las defunciones y parece que
surge alguna fisura en la que profundizar.
Y, como podéis comprobar
también después de todo lo dicho, todo sucede con una inusitada tranquilidad,
algo que nada tiene que ver con el modo en que se ha catalogado esta novela,
que poco o nada tiene de thriller, ni falta que le hace. Teniendo eso claro, espero
que no os pase como a mí, que me pasé los primeros capítulos buscando ese ritmo
trepidante que se le supone a una novela de este género, hasta comprender que
la historia iba de otro palo y empecé a disfrutarla, porque cuenta con una
serie de atractivos distintos, como que es un paseo por un escenario de lujo:
la isla de Menorca, ese lugar en el que cualquier fugitivo, de cualquier
índole, desearía recalar.
Por ello, no
dejarás de disfrutar con las descripciones que de la isla nos hace Simonetta y
no te importará perderte con ella por la Plaza del Ayuntamiento, para descubrir
su gran obelisco central, las casas señoriales que la circundan con sus fachadas
de color ocre o rosado o el propio Consistorio de aire oriental y, por
supuesto, la muralla que nace en el mismo edificio y rodea la ciudad. O
asomarte al puerto antiguo, para observar las numerosas embarcaciones de recreo
allí atracadas. O dar un caminata hasta el Castell de Santa Águeda, un antiguo
alcázar de origen musulmán del que apenas quedan algunos restos, pero que está
ubicado en un enclave con unas vistas fabulosas. Aunque, sin lugar a dudas,
disfrutarás cuando te describa el lugar más emblemático de la isla, que no es
otro que el Lazareto de Mahón, una construcción ubicada en la península de San
Felipet, -aunque tiempo después el istmo que lo unía a la isla se destruyó para
convertirse en un islote-, a la entrada del puerto de Mahón y levantada entre
1973 y 1807 bajo el reinado de Carlos III que, como su propio nombre indica,
tuvo como finalidad la de aislar a los viajeros y mercancías infectados o
sospechosos de haber contraído enfermedades contagiosas y en particular la
peste bubónica que se declaró por aquellas fechas. Estuvo en funcionamiento
durante un siglo, para luego quedar en desuso. Te resultará seguro que tan interesante
como a mí conocer el modo en que se distribuía:
- Patente
sospechosa: Destinada a recibir a aquellas personas y sus efectos procedentes
de puertos sospechosos o que habían tenido contacto en la travesía con barcos
con posible contagio.
- Patente sucia:
Destinada para personas procedentes de buques apestados o que durante la
travesía habían tenido contacto con barcos en esas condiciones. Esta patente
está dividida por una gran muralla.
- Patente apestada:
Era la zona destinada a los afectados por este tipo de enfermedades. Situada en
la parte más elevada, su entrada principal la formaba una torre de vigilancia. Tenía
también locutorios para hablar desde la patente sucia con los enfermos y sus
asistentes.
- Patente limpia:
Aunque estuvo presupuestada, nunca llegó a construirse.
Para terminar
queriendo acabar cualquier velada en el restaurante Tokyo, un japonés que ha
conseguido triunfar en la isla gracias a las habilidades de su dueño, Ferran
García, un hombre que siendo muy joven viajó al país nipón para aprender todos
los secretos de la gastronomía japonesa y que volvió a España mucho después
para instalarse en Menorca.
Y entonces
comprenderás que has estado leyendo una novela amable, envuelta en misterio,
que te ha hecho sospechar de todo y de todos para llegar a un desenlace que ni
en sueños hubieses imaginado, escrita con una prosa sencilla, directa, pero que
te ha sabido envolver para mantenerte pegada a ella hasta la última página y
cerrarla con plena satisfacción y con unas ganas locas de visitar sus
escenarios.
Esta reseña participa en la iniciativa:
La isla en que se desarrolla la acción es española