jueves, 29 de julio de 2021

DONDE HAYA TINIEBLAS, de Manuel Ríos San Martín

 


DATOS TÉCNICOS:

TÍTULO: Donde haya tinieblas

AUTOR: Manuel Ríos San Martín

EDITORIAL: Planeta

COLECCIÓN: Autores Españoles e Iberoamericanos

ISBN: 978-84-08-24314-4

PÁGINAS: 528

PRESENTACIÓN: Tapa dura con sobrecubierta



Manuel Ríos San Martín (Madrid, 1965) es guionista y director de cine y televisión. Licenciado en Ciencias de la Información, en la rama de Imagen, también es profesor de guión en la Universidad Camilo José Cela en Madrid. Su vida laboral se ha desarrollado a caballo entre las productoras de televisión más importantes, ejerciendo labores de productor ejecutivo, director o guionista: de Globomedia, pasó a BocaBoca donde en la actualidad es Director de Ficción. Ha participado en series míticas como Médico de familia, Colegio Mayor, Compañeros (de la cual también dirigió la película No te fallaré, inspirada en la serie) o Sin identidad, entre otras. También es autor de las novelas Círculos (Suma de Letras, 2017) y La huella del mal (Planeta, 2019), que ha sido traducida al italiano y está siendo adaptada a la televisión como una serie de ocho capítulos.

El 9 de junio de 2021 se publicó Donde haya tinieblas, su última novela y de la que hoy quiero hablaros, pero vayamos por partes…

Y nada mejor para remedar a Juan Martínez que empezar hablando del título de la obra recordando la charla, a modo de presentación del libro, en la que Manuel Ríos San Martín le comentaba a Javier Sierra que la novela en un principio se iba a llamar “El asesino del Génesis”, un título que, para mi gusto, era de lo más acertado teniendo en cuenta la concepción y finalidad de los crímenes de los que vamos a ser testigos, pero que descartó porque se asemejaba bastante a aquellos que utilizaba Agatha Christie. Otro de los que se barajaron fue el de “El pecado de Dios”, tan interesante como el anterior por las afinidades que guarda con la trama, aunque al final decidieron que el más adecuado sería el que es, precisamente porque esta novela está envuelta en tinieblas, metafóricamente hablando, y estas guardan un estrecho vínculo con todo lo que acontece, donde la incertidumbre y el misterio campan a sus anchas.

La historia comienza con la desaparición de Karolina Mederev, una famosa modelo e influencer rusa de diecisiete años de belleza deslumbrante que ha venido a Madrid para amadrinar la presentación de una nueva tienda de lencería de lujo. Pero no se ha presentado, así que cuando apenas han pasado unas pocas horas del evento, la agencia para la que trabaja lo pone en conocimiento de la UDEV (Unidad de Delincuencia Especializada y Violencia) de Madrid, pues todo apunta a un secuestro. Los encargados de la investigación serán los inspectores Juan Martínez y Nuria Pieldelobo que, en principio, empezarán por analizar sus redes sociales, donde se dan citan multitud de seguidores, pero también unos cuantos detractores. A través de fotos y en particular del vídeo de un anuncio grabado un año antes en la televisión rusa, descubren que la joven tiene una peculiaridad: no tiene ombligo.

Cuando el cadáver de la joven se revela días después sobre el altar de la ermita de la Virgen del Ara, en la provincia de Badajoz, la investigación empezará a tomar otros derroteros. Claro que no será el único, pues días después, otro cadáver aparecerá en San Juan de la Peña (Jaca) y no será el último. Asistiremos así a una historia absorbente y espléndida a partes iguales.

 

Porque Donde haya tinieblas es una novela de contrastes y dualidades y, del mismo modo que en lógica matemática se diferencian dos tipos de condiciones, la suficiente y la necesaria, algo similar ocurre en esta novela. Por ello, podríamos decir que la antítesis es la condición suficiente para que todo tenga sentido y la ambivalencia es la condición necesaria. Y resulta curioso que estos dos conceptos, aparentemente parecidos, sean tan diferentes y a la vez tan indispensables en la trama de esta novela.

Porque en Donde haya tinieblas, la antítesis está más que presente, tanto en el fondo como en la forma y solo por ello ya sería suficiente para asistir a un relato fascinante. De ese modo, nos encontramos ante una novela que es tierna y dura a la vez, donde la acción y la reflexión van de la mano, donde el castigo y la redención es una cuestión de perspectiva y la misericordia y la intransigencia son la cara y la cruz de una misma moneda.

Por eso, además, nos encontramos con dos protagonistas de lo más antagónicos y con un trasfondo humano que los hace únicos: Juan Martínez y Nuria Pieldelobo. Él un boomer, ella una milenial; uno de educación religiosa y tradicional, ella laica y liberal; él es un pelín machista aunque no quiere reconocerlo, ella feminista impenitente; él, caótico por definición, tiene una capacidad de dispersión asombrosa, ella es ordenada y metódica, concentración en estado puro; y así puedo seguir aportando una infinidad de diferencias, aparentemente insalvables, que dan lugar a multitud de desencuentros, porque ambos, aunque en particular ella, son máquinas de discusión masiva. Y esto repercutirá en una trama en la que con el asesinato de la modelo rusa se abrirán dos líneas de investigación diferentes: por un lado, la que plantea Martínez, al que le parece que se trata de un crimen de carácter religioso y ritualístico; por el otro, la que defiende Pieldelobo, en la que la mafia rusa sostiene una red de prostitución de lujo con menores de edad. Y, en medio de ambas tesis, se sospecha de algún que otro hater obsesionado con las fotos y stories que la modelo publica en Instagram.

Pero también en Donde haya tinieblas la ambivalencia juega un papel preponderante, por lo que se convierte en condición necesaria y viene a enriquecer un relato perfectamente construido en todos los sentidos: ya sea por sus personajes (todos ellos, en mayor o menor medida, son ambivalentes, de ahí las contradicciones e inconsistencias en las que caen), los escenarios (y no tanto por ellos en sí, sino porque aquí juega una baza importante la religión y el modo en que se enfoca la concepción de Dios, bien como un juez digno de ser temido, todopoderoso y castigador o bien como un Ser protector y misericordioso al que alguien quiere enmendarle la plana) o porque Manuel Ríos San Martín posee un estilo literario único y depurado, brillante y sólido, que atrae y seduce en la misma medida (aunque en este último punto la ambivalencia sea nula).

Así que ahora intentaré desarrollar un poco más los puntos anteriores de esta novela escrita en primera persona, desde el punto de vista de Martínez. Esto implica que el autor, al narrar de esta manera, rompe una muralla muy sutil de cara al lector y consigue que dejemos de verle como un personaje por la empatía que nos genera, del mismo modo en que es capaz de depararnos infinidad de situaciones hilarantes, sobre todo cuando va describiéndonos a todos los personajes que intervienen en la trama, a los que suele apodar para hacer más fácil su identificación, ya que tiene problemas, desde siempre, para recordar los nombres. De ese modo, nos encontramos algunos en el entorno de Karolina Mederev tan variopintos como:

- Sophie Villeneuve, alias La Botox: Directora de la agencia de modelos para la que trabaja Karolina Mederev. Es una mujer que, habiendo cumplido los cincuenta, es muy atractiva y con una figura envidiable. De hecho, para definirla el protagonista la cataloga con el término MILF (acrónimo de la frase “Mother I'd Like to Fuck”.

- Marcelo Belleti, alias El Muñequín: Asistente de Karolina Mederev. Un joven ciertamente ambiguo de poco más de veinte años, guapo, desenvuelto y un poco bajo de estatura. Debe su apodo a su buen gusto en el vestir.

- Mateo, alias El Fitnessmanager: Aunque en el gimnasio al que acudía Karolina Mederev cuando reside en Madrid, todo le llaman Chuwi. Lógicamente, siempre viste ropa deportiva y hace gala de sus músculos al menor descuido.

- Álvaro Williams: Veintitrés años, modelo, instagrammer y presunto novio de Karolina. De hecho, fue en el domicilio de éste donde desaparició. Habían pedido comida a domicilio y, al parecer, contenía alguna droga que los dejó inconscientes. Por otro lado, el móvil de la modelo se apagó a las 21:14 h. de ese día en las inmediaciones de la Plaza de Paja, donde vivía el chico y pasaron la tarde y parte de la noche.

- Masha Klimov: Madre de Karolina. Chapurrea cinco idiomas y consigue hacerse entender a pesar de ello, insultos incluidos. Es una mujer fibrosa que derrocha energía. Muy atractiva, tiene la cara llena de pecas y una cicatriz que le cruza la mejilla sin restarle belleza, quizás la prueba palpable de que esconde un oscuro pasado.

 

En la comisaría, acompañando a los protagonistas, entre otros, se encontrarían el Inspector Enrique Castejón, alias Bigdata, de poco más de treinta años,fuerte, aunque delgado y que debe su apodo a que es un friki de las redes sociales y los videojuegos, el comisario Trashorras, un buen hombre excesivamente clásico, que siempre viste con traje y porta un bigote de otra época, posiblemente por ello y Romera, un personaje digno de un estudio psicológico profundo. O algo peor.

Lógicamente, solo he destacado algunos de los muchos  personajes que aparecen en esta novela, porque hablar de todos me resultaría prácticamente imposible, para no eternizarme, razón por la cual no puedo obviar a los protagonistas:

- Juan Martínez: No solo es un personaje, sino que, además, será el narrador de esta historia. Tiene una visión del mundo muy particular. Genera mucha empatía, quizás porque lo de ser políticamente correcto no esté hecho para él. O puede que también sea debido a su “dispersión manifiesta”, a pesar de haber hecho un curso de control mental a instancias de su mujer. Boomer de manual, está chapado a la antigua, aunque intenta estar a la moda, cosa que no consigue con facilidad. De hecho, se cree un crack en el manejo de las redes sociales, porque conoce la mayoría de las existentes, pero la realidad es que excepto vigilar a sus hijos con cuentas ocultas, poco partido saca de ellas. Cuando se compara con viejos amigos y conocidos, se ve mucho mejor que ellos, por lo que se considera un fofisano integral.

También es digno de mención su entorno más cercano. Resulta conmovedor ver como retrata a Teresa, su mujer, el motor de su familia y los esfuerzos realizados por ella para mantenerla a flote mientras él se dedica en cuerpo y alma a su trabajo. O sus gemelos, a quienes describe con una naturalidad pasmosa, no exenta de ironía. O el esfuerzo de Alicia, su hija mayor para mantenerlos a raya.

- Nuria Pieldelobo: Pertenece a otra generación: como treintañera, es milenial, feminista, cinturón negro de aikido y una de las promesas de la UDEV por su brillante inteligencia, porque fue número uno de su promoción, habla dos idiomas, además del castellano y catalán y tiene un grado en Criminología. Rubia, ojos verdes y de indudable belleza, tiene una mala leche proverbial, hasta el punto de que su compañero, aficionado a poner apodo a todo aquel con el que se cruza, se ve incapaz de hacerlo con ella, dado que su apellido la define. De educación laica, este caso la lleva a “doctorarse” en religión sobre la marcha, sacando unas conclusiones interesantes, ya que le da la vuelta a todo.

También los escenarios son una condición necesaria en esta novela; de hecho, sin ellos no hubiese sido posible construir una trama tan contundente como la que transcurre en Donde haya tinieblas.

Junto a los inspectores Martínez y Pieldelobos nos desplazaremos a Fuente del Arco, un pequeño municipio de casas encaladas y calles empinadas de Badajoz, situado en las estribaciones de Sierra Morena, casi lindando con la provincia de Sevilla porque allí, en la Ermita de la Virgen del Ara, ubicada a seis kilómetros de la localidad, ha sido hallado el cadáver de Karolina Mederev, tendido sobre el altar.

Comenzarás entonces a disfrutar de lo lindo con las descripciones que Martínez hace de esta ermita del siglo XV, de su pórtico mudéjar, de su retablo mayor de estilo barroco, de su cúpula octogonal o de su bóveda decorada con frescos que aluden a escenas del Génesis.  Tanto si te gusta el arte como la arquitectura religiosa y, si no es así, también, porque todo lo que rodea este lugar es francamente interesante y será un lugar clave para todo lo que sucederá en adelante.

El siguiente destino será el Real Monasterio de San Juan de la Peña, en Jaca, un lugar tan espectacular como legendario y donde el inspector encontrará las claves para mantener su teorías observando los capitales del claustro.

Y aunque a este extraño peregrinaje criminal aún le quedan unos cuatros kilómetros para terminar, otra de las escalas nos llevará al Santuario de Nuestra Señora de Aránzazu, patrona de Guipuzcoa y seguiremos disfrutando de las explicaciones de Martínez, deseando tener la oportunidad de visitarlos en algún momento, porque, quizás, al igual que como policía, como guía turístico no tiene precio.

Así que no me queda más remedio que recomendarte una de las mejores novelas que he leído en mucho tiempo. Una novela que, a pesar de sus más de quinientas páginas, más que leerse, se devora. Y por mucha intención que pongas en dosificarla, para que el placer de su lectura dure más, es imposible, porque te supera, porque lo primero que sientes, nada más empezarla, es el oficio del autor a la hora de dosificar la información y no solo en lo referente a la parte policíaca, sino porque también los protagonistas esconden su propio vía crucis que nos irán mostrando en una espiral de asombro. Porque, me reitero, hay mucho oficio detrás de cada palabra escrita.

Una novela absolutamente visual, muy cinematográfica, en la que desde las primeras páginas pareces deslizarte sobre una montaña rusa de emociones, no tanto por el ritmo en que se narran los acontecimientos como por todo lo que ocurre en tan breve espacio de tiempo y que es analizado e investigado al detalle, mientras los inspectores son los encargados de ponerle una banda sonora tan atíplica como libre, en la que no faltan Bebe, Rosalía, Vanesa Martín, Los Enemigos, Ilegales, AC/DC, Antonio Vega, Sting o el maestro Sabina.


sábado, 10 de julio de 2021

LA ÚLTIMA PALOMA, de Men Marías

 

DATOS TÉCNICOS:


Título: La última paloma

Autora: Men Marías

Editorial: Planeta

Colección: Autores Españoles e Iberoamericanos

ISBN: 978-84- 08-24230-7

Páginas: 544

Presentación: Tapa dura con sobrecubierta



Men Marías (Granada, 1989), seudónimo con el que firma sus libros Carmen Salinas, se licenció en Derecho para especializarse en el sector mercantil. En la actualidad trabaja como tutora de técnica literaria, novela negra y poesía en su ciudad de nacimiento y anteriormente fue columnista literaria en el periódico Granada Digital. Ha escrito numerosos cuentos, muchos de los cuales han sido premiados en distintos certámenes literarios, tanto nacionales como internacionales. Debutó en la novela hace tres años con Putaka, pescados y mariscos (Traspiés, 2018) galardonada con el Premio de Novela Carmen Martín Gaite 2017 y un accésit en el Premio Torrente Ballester 2017. La última paloma, publicada el 12 de mayo de 2021 es su segunda y hasta ahora su última novela.

 

¿Y qué puedo decir de La última paloma que no se haya dicho ya? Es complicado, por no decir imposible. De hecho, llevo días preguntándomelo y no he encontrado la fórmula adecuada con la que plasmar todas las sensaciones que he ido recabando no solo durante la lectura de esta colosal novela, sino en los días sucesivos en los que he intentado reseñarla, sin éxito. Así que voy a tomar el camino más fácil, intentando comprobar que los “consejos” que la autora da a otros escritores, los ha aplicado en esta novela:



- Con la «h» de humildad:

Dice Men Marías que el escritor debe olvidarse de escribir para sí mismo, porque ha de hacerlo para el lector, para que este se sienta recompensado por el dinero gastado en su obra.

No voy a negar que el consejo es formidable, porque son unas cuantas las ocasiones, por no decir que muchas, en las que nos hemos sentido estafados después de leer un libro, si no lo hemos abandonado antes. Unas veces porque nos venden humo en las contraportadas; otras porque las tramas son infumables y la mayor parte de las veces porque la figura del corrector brilla por su ausencia. O lo parece. En La última paloma, te puedo asegurar que cada euro invertido estará más que amortizado. Es más, si te digo que la novela vale su peso en oro, por todo lo que es capaz de aportarte, no te engaño. Y pesa lo suyo.

Porque tiene una trama espectacular. Bueno, quien dice una, también puede decir media docena…; de hecho, los amantes de las etiquetas, deberían acuñar una nueva para sustituir a las típicas de “novela negra”, “thriller”, etc., que no es otra que la de “novela de tramas”, casi tantas como palomas, si no más, porque el título no es gratuito, a pesar de que la autora, en primera instancia, quiso llamarla de otra manera que no os contaré, pero que si hubieseis estado al tanto de la Lectura Simultánea que hicimos en Twitter desde #SoyYincanera, lo sabríais.

La primera de ellas, sobrecogedora como pocas, transcurre en la actualidad y gira en torno a la resolución de un crimen atroz y la amenaza de que el responsable sea un asesino en serie, con lo que ello implicaría: el de Diana Buffet, una joven de diecinueve años, estudiante de periodismo, cuyo cadáver ha aparecido tendido y con unas enormes alas cosidas a su espalda en la entrada de una casa de veraneo, ahora abandonada, que se halla junto a la verja de la Base Naval de Rota. Esto, en principio, puede sonar baladí, pero no es tal, toda vez que dada su proximidad a la verja, el lugar está vigilado por cámaras y por un helicóptero de vigilancia y, sin embargo, estas no han grabado ningún movimiento en las inmediaciones. Al mando de la investigación estará la sargento de la Guardia Civil Patria Santiago, apoyada en todo momento por el Cabo Mayor Sacha Santos.

Claro que baladí sería la explicación que algunos quieren dar a este crimen, que no es otra que achacárselo al novio de la víctima y dar carpetazo al asunto. También es cierto que el joven tiene todas las papeletas para resultar sospechoso, pero desde que el médico forense obligado a realizar el examen previo in situ del cadáver observa que no es obra de un aficionado, a tenor de lo que se ve a simple vista, a Patria no le cuadra lo que otros tienen tan claro y se percata de que la tragedia, definitivamente, se ha instalado en Rota. Y ella en eso tiene un máster. Y la realidad se materializa cuando la autopsia se hace oficial: Diana ha sufrido todo tipo de horrores siendo consciente de todo. No se trata solo de que la joven haya sido infibulada (para lo cual se requiere cierta destreza), sino de que le han extirpado los senos con un instrumento cortante y tanto los cortes como las suturas practicadas son muy precisas, propio de alguien con conocimientos quirúrgicos y mucho tiempo libre por el tiempo que ha tardado en disponer la escena.

Y por más que se empeña en convencer a su superior que todo apunta a que se encuentran ante un asesino en serie que en cuanto se dé cuenta de que ese crimen no le ha proporcionado el placer que esperaba, volverá a matar, este hace oídos sordos. Y no será el único que no la crea, nadie lo hará. No obstante, dado que la brújula racional de todos parece que ha perdido el norte y ha dejado de ser una herramienta eficaz, habrá que aprender a interpretar los mapas y encontrar las pistas que la ayuden a no perder el rumbo.

 

Esto dará lugar, a su vez, a dos tramas distintas: una, la de la relación sentimental que ambos picoletos mantuvieron dos años atrás -que por parte de él parece que todavía no está resuelta- y otra, que podría considerarse una investigación por sí misma, que trata sobre el inquietante pasado de Patria Santiago.

Y como ya os dije que esta era una novela de tramas, todavía quedan cabos sueltos por desenredar en esta compleja madeja que es La última paloma. Por ello, surge una nueva trama a raíz de la única pista que los investigadores pueden seguir, proporcionada por la propia víctima, que estaba investigando la extraña desaparición de una joven en la década de los cincuenta, poco después de que se construyera la Base Naval de Rota. Y, para rizar el rizo, esporádicamente asistiremos a un escalofriante relato que tiene como protagonista a un niño. 

 

Pero también vale su peso en oro porque los personajes son canelita en rama. Y no es que sean cuatro, ni siete, ni diez. Son cantidad de ellos, hasta el punto en que yo, tan aficionada como soy a hacer amagos de dramatis personae de la mayoría de las novelas que reseño, con esta me he sentido incapaz, para no morir en el intento. Por tantos como son, por el peso que tienen en la historia que se nos narra y por el esmero y la pulcritud con que están descritos cada uno de ellos, hasta el punto de que los crees reales, casi viejos conocidos. Es cierto que el peso de la trama, por razones obvias, recae sobre los dos guardias civiles responsables de la investigación y quienes, a pesar de sus diferencias, parecen formar el binomio perfecto sobre todo porque nos urge, como si nos fuese la vida en ello, resolver ese crimen inicial que nos desquicia, ayudando a ello el modo en que está narrada la novela (en primera persona, cada uno desde su perspectiva para de esa manera hacernos partícipes de cómo sienten y perciben lo que ocurre a su alrededor, de los derroteros, avances y obstáculos a los que se ve sometida la investigación y de sus sentimientos y preocupaciones en el ámbito personal).

Y aunque ese binomio puede resultar perfecto para mantener la intriga por sí mismo, hay un trío que resulta ciertamente elocuente en sus silencios y por el modo en que abordan su propia existencia, cargada de aflicción e incertidumbre: el protagonizado por Inés, Diana y Patria (que repite como pareja de baile), tres mujeres de distintas generaciones con un nexo común: cada una de ellas, a su modo, utilizan el dolor físico como revulsivo para soportar el que provoca la mente, porque este último, imposible de gobernar, es insufrible. Porque La última paloma es una novela inmensa, que trata temas como el desconsuelo, el miedo, el estoicismo, el abuso en todas sus acepciones y un largo etcétera.

Aunque tampoco me quiero olvidar de algunos, como Berta y William Buffett, abuelos de la víctima. Él fue uno de los primeros marines de la Sexta Flota Americana que arribaron en la costa de Rota. Son los dueños de una pizzería, la mejor de la comarca, donde Diana echaba una mano siempre que sus estudios se lo permitían. Junto a ellos se encuentran Elsa y Curtis Black, así como su nieta Maddie. Vinieron a pasar unos días con ellos desde Prescott Valley, Arizona. Tanto Elsa, como Berta son roteñas y Curtis, como William, también era marine y amigos desde que ambos empezaron su carrera militar.

O el teniente Quintana, alias El Viejo, que perdió a su hija Belén, de tan solo seis años, en un accidente de tráfico  como consecuencia de la pérdida del líquido de frenos que sufrió su coche cuando iban camino de Madrid a una exposición canina con su cocker spaniel. La niña murió en el acto, él salió ileso, sin apenas rasguños. Desde entonces, Quintana, que poco después se divorció de su mujer, lleva a Macarrón a todas las que se celebran.

Por no hablar de Olimpia Piernavieja, una mujer instalada en unos tacones de infarto, quizás por una primigenia necesidad de hacerlo en las alturas del poder. Es la alcaldesa de Rota, aunque su prestigio le viene de cuna, ya que su padre fue un médico eminente de fama mundial. La ambición no sabemos de dónde.

Sin embargo, los personajes más emotivos serán dos hermanas: Inés y Piti, a las que conoceremos más en la línea temporal que transcurre a partir de 1953. Y junto a ellas, a sus padres, Pepe el Mayeto, una persona digamos que indescriptible, y Rosario.

 

Y lógicamente, esta novela vale su peso en oro por los escenarios donde transcurre la acción. Un escenario con banda sonora:



-¿Qué van a hacer de tu mar?

¿Qué en tus campos van a hacerte?

-Un camino militar,

Un puerto para la muerte.


En ella, Men Marías nos acerca a Rota, la preciosa localidad gaditana en la que se desarrolla la trama. La conoceremos en dos épocas distintas: la actualidad, que transcurre a lo largo de dieciséis días (del 2 al 18 de mayo de 1019, aunque al final asistiremos a un epílogo que transcurre dos meses después) y seis décadas antes, concretamente a partir de 1953, cuando descubrimos a una Inés niña, a sus padres y hermana y, a su vez, a una ciudad que da un giro de ciento ocho grados cuando la Base Naval, construida a tenor de los Pactos de Madrid (Acuerdos de Amistad Hispano-Norteamericanos firmados en abril de ese mismo año) se materializa tres años después con la llegada de los primeros marines de la Sexta Flota de los Estados Unidos.

Y la impresión nos dejará perplejos, más allá del oficio de la autora por describirnos estos lugares, me gustaría destacar el modo en que contextualiza el momento histórico, recogido la mayoría de las veces de anécdotas que le han ido contando a la autora muchos de los roteños a los que ha podido entrevistar para acercarnos una realidad prácticamente desconocida para la gran mayoría y, en particular, esa extraña convivencia hispano-norteamericana que, aparentemente, dotaba a la localidad de cierta pátina de cosmopolitismo, pero que realmente distaba mucho de lo que nos pretendían hacer ver. Si acaso, la parte más “benévola” del asunto radicó en la economía de la zona, hasta entonces paupérrima (sin diferir gran cosa con la del resto del país), pero que con el trasiego de marines con las billeteras llenas, más el trabajo adicional que se generó en la zona, primero con la construcción de la Base Naval y después con los puestos de trabajo que se crearon, creció exponencialmente.

- Con la «h» de honestidad:

Dice Men Marías que lo que escribes no deja de ser un borrador y que el escritor tiene que seguir puliéndolo, hasta que sienta que lo escrito es justo y le ha hecho daño.

Yo no tengo dudas en que esto ha ocurrido con La última paloma porque, si algo he tenido claro como lectora es que el proceso escritural de esta novela ha debido ser arduo y ese deleite intelectual de escribir trasciende al lector, teniendo en cuenta que la trama es fascinante y sin fisuras, que los personajes son una delicia en su construcción y el escenario una metáfora en sí mismo, porque nunca la Costa de la Luz se nos ofreció de una forma tan oscura y sombría.

Y ese pulimento también es obvio en el estilo de la novela, complejo e innovador en muchos sentidos, con un lenguaje sencillo y a la vez depurado, elaborado cuidadosamente, porque todas las palabras tienen su razón de ser y de estar, están deliciosamente elegidas tanto cuando se persigue una situación intensa como otra distendida, porque la prosa, armónica y precisa, parece actuar como ese mar que baña la costa gaditana, trasladando olas de placentera belleza al lector.

Destaca, sobre todo, la narración coral en primera persona. Sacha y Patria se irán turnando para relatarnos los acontecimientos que se desarrollan en la actualidad, pero cuando nos trasladamos al pasado, tomarán el relevo otros. Entenderemos entonces que la sombra del pasado es alargada, pero también la mejor herramienta para descubrir la propia identidad y dar verosimilitud al presente.

Y mientras, disfrutarás de una novela sublime que cuando llega al desenlace te cogerá prácticamente levitando. Palabrita de yincanera.



Esta reseña participa en la iniciativa:


 






Apartado: Made in Spain

La acción transcurre en un ambiente rural