DATOS TÉCNICOS:
Título: INCLUSO LA MUERTE MIENTE
Autor: Julio César Cano
Editorial: Maeva
Colección: Maeva Noir
ISBN: 978-84-18184-40-6
Páginas: 408
Presentación: Rústica con solapas
De Julio César Cano
(Capellades, Barcelona, 1965) a nivel profesional puede decirse que es un
hombre polifacético. Comenzó su andadura laboral en un negocio familiar, que
acabó dejando por la llamada de la música: primero como intérprete y después
como mánager. De ahí paso al mundo de la publicidad, ocupación que compagina
con la literatura. Aparte de su labor como escritor de ensayos y artículos de
viajes y gastronomía, si por algo es conocido es por sus novelas policíacas
protagonizadas por el inspector Monfort del que hasta la fecha ha publicado
cinco: Asesinato en la plaza de la Farola, Mañana, si Dios y el diablo
quieren, Ojalá estuvieras aquí, Flores muertas y la última, de la que hoy quiero hablaros, Incluso la muerte miente.
Porque cada vez que
Julio César Cano publica una novela, el lector sabe que además de enfrentarse a
una historia adictiva en cuanto a trama, está a punto de realizar una escapada
fascinante a una ciudad y un entorno ciertamente tranquilo, aparentemente, a
juzgar por las historias con las que después nos encontramos. Esta ciudad no es
otra que Castellón y te aseguro, como me ocurrió a mí, que desearás conocer con
empeño esos rincones por los que transita Monfort para investigar sus crímenes.
Tanto es así que
hace poco más de un año aproveché que se celebraba una nueva edición de Castelló Negre para disfrutar de la
experiencia invitada por mi socia de locuras y amiga, Carmina. Fue poco antes de que se decretara el estado de alarma y
que la pandemia del coronavirus cambiara nuestras vidas. Curiosamente, una de
las actividades, de las muchas que se desarrollaron en este festival, llamó
poderosamente mi atención y no fue otra que la de la Ruta Gastronómica del inspector Monfort. Así que la hicimos y,
aunque no llegamos a visitar los quince restaurantes que frecuenta
habitualmente el policía por falta de tiempo, sí paramos en algunos de ellos y
comimos los mismos platos que se citan en su obra.
Pero vayamos por
partes, porque como os decía antes, todas las novelas de Julio César Cano
tienen una trama adictiva y potente y esta no iba a ser menos, además de otros
muchos adjetivos que me guardo para más adelante.
Esta afirmación, extraída de la propia novela, es casi una declaración de intenciones que nos hará reflexionar más allá de lo leído y el motivo destacado con el que se inicia la sinopsis que nos brinda la editorial, claro que no tiene nada que envidiar a esta otra con la que se concluye y que resume perfectamente lo que podemos extraer de su lectura:
Claro que esa
perturbadora confesión del pirómano del que nos hablan en la sinopsis es solo
la punta de un iceberg candente en una novela donde la intriga te devora
párrafo a párrafo con la fuerza de un ciclón, quizás porque te atrae y te
devora como esos trenes de alta velocidad, denominados succionantes, de los que
cuenta una leyenda urbana que si te encuentras parado en un andén al paso de
uno de ellos, el desplazamiento alrededor del convoy ocasiona una succión que
te arrojará a las vías, siendo lo más probable que esto ocurra cuando el vehículo
haya pasado… aunque no siempre, porque todavía puede ser peor. Y el relato del
pirómano es succionante ya que, desde el primer momento, te va contando sus escarceos
ígneos, del primero al último a medida que se suceden los capítulos, con una
frialdad pasmosa, descubriéndonos el placer que es capaz de sentir ante
semejantes barbaridades cuando, además, es capaz de provocar la muerte de
alguien. Y te hace sentir pequeño y vulnerable, pues te vapulea en lo más
hondo.
Y esa intriga se acentúa en los primeros capítulos, a medida que se nos van presentando los distintos escenarios donde transcurre la trama porque esconden mucho más de lo que muestran. De hecho, en este sentido quiero hacer un inciso, ya que basta con fijarse en cualquiera de las portadas de las cinco entregas que hasta la fecha ha publicado Julio César Cano, teniendo como protagonista al inspector Monfort, para darse cuenta que los escenarios tienen una importancia superlativa en su obra. Es más, pocos como él han hecho tanto por Castellón y su provincia, hasta el punto de que debería estar subvencionado por la Consejería de Turismo de la Comunidad Valenciana. Como poco.
Y es que no solo es
que el autor se limite a destacar de esa manera un enclave emblemático de la
ciudad que siempre guarda estrecha relación con la trama. En esta ocasión, se
trata de la fachada neoclásica del Teatro Principal, en la que se puede observar
a los grandes dramaturgos de la historia, que fue inaugurado a finales del
siglo XIX y está situado en la Plaza de Paz, el punto neurálgico de la ciudad y
donde a su vez se encuentra el quiosco de estilo modernista valenciano
reconvertido en la actualidad en bar. Pero, además, el autor nos descubre los
rincones más representativos de la ciudad mientras nos habla de su gastronomía
y algunas de las tradiciones más ancestrales que se renuevan periódicamente en
su entorno.
Del mismo modo, nos
invita a trasladarnos a Les Useres, un pueblecito del interior de la provincia
de Castellón donde anualmente, el último viernes de cada mes de abril, una
comitiva de trece hombres, en clara alusión a Jesucristo y sus apóstoles,
inician una peregrinación, descalzos y en absoluto silencio, hasta un santuario
situado a treinta y cinco kilómetros, ante la atenta mirada de un individuo
ciertamente inquietante por su actitud.
O cuando conocemos
a los otros tres protagonistas de esta historia, prácticamente similar y salvando
las distancias y el correr de los siglos, a la que se relata en la Leyenda de
las Torres, en la que dos alarifes mudéjares, Omar y Abdalá, se enamoraron de
la misma mujer, Zoraida. Para resolver el entuerto, el padre de la joven les
propuso que levantasen cada uno una torre y el primero que la terminase, se desposaría
con su hija. Ambos aceptaron el trato, aunque el cómo se resolvió no os lo voy
a contar. En este caso, se trata también de dos chicos que se enamoran de la
misma chica. Los tres son amigos desde
la infancia, ya que se conocieron en el colegio. Consolidaron su amistad a golpe
de escarnio, cuando la palabra bullying no se conjugaba en las clases de inglés
y, con el paso del tiempo los chicos, pasaron a convertirse en rivales. Después
tomaron distintos derroteros y cada uno siguió su camino, hasta la actualidad,
en que han vuelto a reencontrarse y aquel viejo sentimiento ha vuelto a
aflorar, se ha mantenido inapelable, a pesar del tiempo transcurrido. Solo que
en esta ocasión será ella la que decida el modo en que se decantará por uno de ellos.
- Rubén Vidal: Convertido en rentista tras la muerte de
su padre, propietario de una cadena de carnicerías que posteriormente traspasó
y le reporta pingües beneficios. Su madre vive en una residencia, pues tiene
problemas de movilidad. Gordo desde la infancia, se convirtió en la diana a la
iban a parar los dardos de sus compañeros de escuela, ya que desde entonces come
compulsivamente, de ahí sus problemas de obesidad y sus
complejos, claro que este es el menor de sus vicios. Tiene la cabeza redonda y
enorme, así como las piernas, el trasero o los brazos, aunque era y es muy ágil.
- Álex Escribano: Desde niño destacó como un
brillante estudiante y cuando llegó a la universidad recibió una cuantiosa beca
que le permitió terminar la carrera en una universidad acorde con su excelencia
académica. El lugar elegido por sus padres fue la universidad de Santiago de
Compostela, donde ha cursado hasta tres
carreras, pero
a él nunca le pidieron opinión y aborrece la ciudad por su clima, ya que es
asmático, y la lluvia le sienta fatal. Sin embargo, una serie de hechos le han
obligado a precipitar su vuelta a Castellón, que ha camuflado como una
necesidad contumaz por dedicarse al teatro y crear su propia compañía para así dedicarse
a su verdadera vocación. Es muy delgado y enclenque, con la cara chupada, los
ojos hundidos, la nariz aguileña y la mandíbula prominente. Su carácter es
introvertido y peca de tímido, pero también es un mentiroso patológico.
En contraposición con
estos personajes aparecen otros que ayudan a templar el clima, como son Irene, la abuela de la
que fue esposa de Monfort, una adorable anciana que vive a orillas del mar, en
la costa de Irta, muy cerca de Peñíscola y que pasa sus días entretenida
recogiendo del mar aquellos utensilios que la marea devuelve, para después
reciclarlos o alimentando a las gaviotas, rodeada de libros. O la jueza Elvira
Figueroa, pareja a tiempo parcial del inspector, con residencia en Teruel en
una casa con vistas a la iglesia de El Salvador. Y una banda sonora
impresionante, que podéis escucharla tanto en YouTube como en Spotify.
Para llegar al
culmen cuando tras el incendio de una discoteca de pequeñas dimensiones, situada
en una callejuela colindante con la avenida Hermanos Bou, en el centro de la
ciudad, descubren el cadáver de un hombre. Enseguida se percatan de que el
incendio ha sido provocado, posiblemente para enmascarar el asesinato y
eliminar pruebas, porque el local, además, cumple con todos los requisitos en
cuestión de normativa contra incendios y seguridad.
Es a partir de ese
momento cuando entra en escena el inspector Monfort y su equipo:
- Inspector Bartolomé Monfort Tena: Viudo y entrado en
los cincuenta, es natural de Barcelona, aunque procede de una familia oriunda
de Villafranca del Cid, pequeña localidad del interior de la provincia de
Castellón. Cuando enviudó de Violeta Fortuny, como consecuencia de un accidente
provocado por unos conductores suicidas, abandonó su trabajo en el negocio
familiar y se formó como agente de policía, ascendiendo rápidamente a inspector
gracias a su notable instinto a la hora de resolver los casos que se le presentan.
Mide casi dos metros de estatura y luce ojeras y aspecto desaliñado las más de
las veces. Melómano, experto en vinos y curtido gastrónomo, también es un
fumador empedernido fiel a su viejo Volvo 740 ranchera. A priori es irónico y
arisco, también taciturno y sofisticado, quizás como consecuencia de su
remarcable inclinación a la misantropía. Cuando se encuentra en Castellón,
reside en el Hotel Mindoro, en el centro de la capital.
- Comisario Arturo Romerales: Casado. Es el responsable
máximo de la comisaría de la Ronda de la Magdalena de la Policía Nacional de
Castellón y amigo personal del inspector Monfort, a quien recurre cada vez que
se topa con un caso complicado.
- Subinspectora Silvia Redó: Soltera, delgada,
rubia, de ojos castaños, su padre y hermano también fueron policías y fueron
asesinados en un atentado, lo que marcó su vida. Excelente agente de campo y
mejor redactora de informes.
- Agente Robert Calleja: Incorporado
recientemente en la comisaría de Castellón, procedente de Sanlúcar de Barrameda
(Cádiz), lugar donde nació. Su carácter resolutivo y su alta cualificación en la Policía Científica lo convierte en un
experto capaz de resolver importantes situaciones de difícil solución. Está soltero
y es muy testarudo, aunque cuando comienza la novela tiene novio.
- Agentes Terreros y García: Ambos
profesionales son admirables en cuanto a implicación a la hora de resolver los
casos que se les plantean por su entrega y complicidad.
- Pablo Morata: Forense de Medicina Legal, es toda una
eminencia. Su sagacidad es más que evidente y su sentido del humor un soplo de
aire fresco vital con el que abordar un trabajo indudablemente aciago.
Enseguida descubren
que la víctima se llama Fernando Nebot, desempleado, casado y con un hijo de
tres años. Murió, entre las cinco y siete de la mañana, como consecuencia de
una herida certera en el cuello realizada con un arma blanca que le perforó la
arteria carótida. Las llamas del incendio ni le rozaron.
Las pesquisas les
llevan, primero, a indagar acerca de los propietarios del negocio: Manuel
Meirás y Aurora Vilas, e incluso sobre el abogado que los representa, Isidro
Gasch, o el encargado, Alfonso Chía, ya que la discoteca no solo era un local
donde escuchar música o tomar copas, sino algo más oscuro y ninguno parece
trigo limpio.
Pero, como os
decía, esto solo son los prolegómenos de una historia que dará mucho más de sí,
de una madeja enmarañada en la que tirar del hilo se hace casi misión
imposible, porque encontrar pistas es harto complicado. Y sin embargo están
ahí, aunque te pasan inadvertidas por lo duro que el relato se presenta a veces,
en particular cuando el pirómano toma la palabra y lo complicado que resulta
las más de ellas.
Un relato con un estilo claro y sencillo, fácil de leer tanto por el modo en que el autor es capaz mezclar los mejores combustibles para que la llama prenda en el lector, las emociones y el suspense, como por la forma en que está estructurada la novela, en capítulos cortos y breves que te obligan a seguir leyendo, hasta devorarla. Y, lógicamente, por la presencia de Monfort, por su carisma y esa forma de actuar tan suya que cuando se pone el traje ignífugo huye de las deflagraciones espontáneas porque prefiere la combustión lenta, para así controlar las situaciones a su conveniencia y brindarnos una exquisita investigación junto a una auténtica brigada antiincendios que es en lo que se ha convertido su equipo en el que todos suman, en el que no sobra nadie porque cada uno tiene una particularidad que le hace especial.
Esta reseña participa en la iniciativa:
Apartado: Made in Spain
La acción transcurre en cualquier ciudad española, excepto Barcelona o Madrid.
#SeguiremosBailando
Como bien dices no hay mejor embajador de Castellón y su provincia que Julio Cesar Cano y su serie protagonizada por el inspector Monfort, que hunde sus raíces en un pequeño pueblo de la provincia que ha puesto en el mapa, Vilafranca. Pero creo que también algo le van a deber en Teruel, que existir, existe un poco más gracias a Julio Cesar Cano y a Elvira Figueroa la juez que comparte pequeños instantes de felicidad con nuestro hosco inspector. La gastronomía y la música dos fuertes en las novelas de este autor, pasearse por los restaurantes que frecuenta Monfort es todo un deleite para el paladar. La trama te atrapa desde la primera página, sobre todo la confesión del pirómano, que despistada me tuvo en todo instante. Una reseña estupenda, para un libro de un estilo tan claro y sencillo como complicado de reseñar
ResponderEliminarGrandísima reseña. Desde luego el autor deja con ganas de escaparse a Castellón y disfrutar de la ciudad y de su gastronomía. Y a mí me ha dejado con ganas de disfrutar de las anteriores novelas. Me ha conquistado por completo.
ResponderEliminarBesotes!!!
Como siempre, una reseña completa y extraordinaria. Me encanta cómo eres capaz de desgranar la historia, dar tu opinión y un toque personal a las reseñas.
ResponderEliminarMe llama mucho la atención y seguro que acabo leyendo alguna de las novelas del autor, ya que tan bien habláis de él.
Te sigo leyendo.
Pues si esta serie de libros además de una trama que siempre atrapa y engancha desde el principio también hay que destacar el paseo gastronómico y cultural por la provincia de Castellón.
ResponderEliminarOstras, ¡no me digas que existe una "Ruta gastronómica del inspector Monfort"! Eso tengo que hacerlo yo... Creo que todas hemos disfrutado mucho esta lectura y nos ha dejado con ganas de más. ¡Gracias por traerlo a la Yincana! Seguiremos leyendo al inspector Monfort... :)
ResponderEliminarBesotes.
Hola, Ana, buenos días. He leído tu reseña, más de una vez desde que anoche la vi publicada. Podría decirte muchas cosas, tantas que se me agolpan en el teclado. Te diré la que más siento en el corazón: Me has hecho inmensamente feliz con las palabras que has escrito. Un millón de gracias quizá no son suficientes. Un fuerte abrazo y espero que sigas disfrutando con las historias de este inspector que yo cree, pero que ya es vuestro.
ResponderEliminarCon reseñas así es imposible no desear leer las novelas y conocer a este inspector. No he leído a este autor, y por lo que veo hay mucho material para disfrutar y conocer Castellón. Vaya pintaza la ruta gastronómica, una experiencia única con tu compi.
ResponderEliminarBesos
Muy buena reseña, pero eso no se hace, ahora me muero de la envidia de no andar por Castellón y hacer esa ruta gastronómica. Y la novela ha sido todo un descubrimiento, la verdad.
ResponderEliminarBesos
Gran reseña Ana. Me has dejado helado con lo de los trenes succionadores... Me ha encantado la novela, y el paseo virtual que te da por la ciudad de Castellón. También me ha encantado descubrir que existe una ruta gastronómica del inspector Monford, eso hay que probarlo cuando se pueda... Me gustan mucho los libros en los que hay personajes con poco peso en la trama que son maravillosos, y eso me han parecido tanto Irene como Elvira, maravillosas. Un beso.
ResponderEliminarUna reseña muy completa e interesante, la novela desde luego lo merece... por su argumento, por los personajes por las descripciones de los escenarios y las tradiciones que nos cuenta... una novela que se lee de un tirón y dan ganas de volverla a leer. Besos
ResponderEliminarHola. Gracias por la reseña, me has descubierto a un autor que desconocía y por tus impresiones siento que merece la pena conocer.
ResponderEliminarBesos y felices lecturas.
No he leído ningún libro de esta serie. Miraré en la biblioteca a ver si tienen algo de este escritor y empiezo a conocerlo. Saludos!
ResponderEliminarNo conocía a este autor y ya tengo ganas de leerme todas sus novelas. Besos!!
ResponderEliminarEl libro tiene pintaza, me encantará leerlo. Besos!!
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