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viernes, 26 de marzo de 2021

TIERRAS DE NIEBLA Y MIEL, de Marta Abelló


DATOS TÉCNICOS:

Título: Tierras de niebla y miel

Autora: Marta Abelló

Editorial: Planeta

Colección: Autores Españoles e Iberoamericanos

ISBN: 978-84-08-23725-9

Páginas: 528

Presentación: Tapa dura con sobrecubierta



Marta Abelló (Barcelona, 1972) se declara una apasionada lectora desde que en su niñez comenzase a leer a la escritora Enid Blyton. También, desde entonces, comenzó a escribir. Después de participar en numerosas antologías de relatos y cuatro novelas, consiguió convertirse en bestsellers en Amazón con la quinta de ellas, Los hijos de Enoc, que más tarde -2019- sería publicada por Booket. Tierras de niebla y miel es su sexta novela y hoy os quiero hablar de ella.

En particular, porque me apasionan las novelas que tienen como punto de partida uno o varios escenarios concretos y mucho más si los conozco, como es el caso. Escenarios que se convierten en un punto de inflexión. En geometría, la inflexión es el instante en el que una línea o una curva pasa de ser descendente a ascendente o viceversa. A ese momento se le conoce como punto de inflexión y este concepto puede extrapolarse a cualquier contexto. Esto mismo ocurre con el dolmen de Menga o el paisaje del Torcal y, en menor medida, aunque dando lugar a un triángulo tan peculiar como sorprendente, la Peña de los Enamorados, en Málaga, y que han inspirado esta novela, porque los tres enclaves, en mayor o menor medida, son capaces de hacer cambiar el rumbo de la vida de los protagonistas que anidan en esta novela, para bien o para mal.

Tierras de niebla y miel comienza con el desembarco de la joven Martina de Icaza en su Cádiz natal. Regresa junto a su doncella mulata, Erlinda, después de abandonar a su marido. Es el mes de marzo de 1899, Lunes Santo para más señas, cuando a la luz de la luna llena y con el ambiente cargado del incienso de las procesiones, se presenta en la puerta de la Casa de los Ocho Balcones, en la Alameda Apodaca, buscando el amparo de su familia. Sin embargo, está cerrada a cal y canto y es el sereno quien la informa de que sus padres han fallecido unas pocas semanas antes y que ni siquiera puede abrirle la puerta, pues no tiene las llaves del domicilio. Será un cochero quien las conduzca al Barrio de la Viña, donde su tía Balbina regenta una pensión de mala muerte, La Gaviota.

Sin más familia en la ciudad que ella, Martina acepta el trato que le ofrece: alojarla en La gaviota junto a su doncella a cambio de que ambas trabajen en y para ella. No les queda otra, ya que el poco dinero con el que iniciaron su periplo está próximo a acabarse. Enseguida se adaptan a la rutina del trabajo duro y poco agradecido, hasta que un día, cuando Martina regresa de hacer unos recados, se encuentra con que su tía ha sido asesinada mientras que su prima ha desaparecido sin dejar rastro. Y se propone encontrarla, cueste lo que cueste. Está claro que el viaje no ha concluido, que simplemente Cádiz ha sido una escala más y eso lo descubre, dos meses después de su llegada, al encontrar en la cómoda de la habitación de Balbina un viejo telegrama, enviado tres años antes desde Antequera, remitido por María Regina Vela, su abuela y que le permite dar con su paradero.

Marcha entonces de camino a Antequera, en un viaje que nos hace plantearnos cómo eran entonces las comunicaciones, pues solo la distancia entre Cádiz y Algeciras, donde tendría que tomar el tren hasta Antequera, le llevó once horas. Y fue en un venta donde se vió obligada a pernoctar donde, precisamente, conoció a Milagros García de la Garza, una monjita postulante, que se dirige a casa de unos familiares que viven cerca de Antequera. Juntas vivirán una auténtica aventura que las llevará a la Casa Baena con el propósito de evitar un crimen profetizado tiempo atrás, un sacrificio que se llevará acabo en el Dolmen de Menga, ante la efigie de un dios primitivo y se convertirán en grandes amigas.

Por otro lado, en Campanillas, una pequeña alquería a las afueras de Málaga (hoy en día es un distrito más de la ciudad), ha aparecido en la orilla del río el cadáver desnudo de una joven pelirroja. La ha encontrado Pedro el Junquillos, un vendedor de queso y miel, prácticamente un niño, al hacer un alto en el camino. Le ha faltado tiempo para acercarse a la Casa Baena, para que avisaran a las autoridades y rápidamente han acudido al lugar dos guardias del cuerpo de rurales, siendo su primera hipótesis que el asesinato ha sido obra de un sacamantecas, claro que al examinar el cuerpo se han percatado que debajo de las piernas de la muchacha hay un jirón de terciopelo color verde oscuro, los restos de un antifaz de carnaval y, unos metros más alejados, una figura de barro cocido que representa a una Venus, similar a otra aparecida un mes antes junto al cadáver de la criada de un cortijo cercano, también pelirroja. Se personan a continuación dos guardias civiles, que no dan ninguna importancia ni a los hallazgos ni al consejo de los del cuerpo de rurales en el sentido de que deberían investigar al señor Baena, dueño de la Casa del mismo nombre y famoso precisamente por las fiestas que ofrece a sus invitados en su cortijo.

 

No me digáis que, en principio, la historia no pinta bien. ¿O no?. Lógicamente hay mucho más, muchísimo, si me apuráis, porque solo he hecho un breve esbozo de, digamos, las dos tramas principales, que no las únicas, porque, ¿qué me diríais si además os contara que en esta novela aparecen bandoleros, masones, un crimen profetizado o médiums?. A lo que habría que añadir que, precisamente el elenco de personajes es asombroso tanto por la cantidad de ellos con la que nos vamos a encontrar como por el modo en que se nos van a ir presentando, ya que están perfilados tanto física como psicológicamente al detalle.

Os cuento un poco de algunos de ellos, ya que de todos es imposible:

- Martina de Icaza: Veintitrés años. Ojos grises, cabello rubio y piel nívea. Cabe destacar de ella, quizás por su juventud, su arrojo y determinación. Coraje que va in crescendo a medida que las circunstancias se complican. También su exquisita educación, propia de la clase social a la que pertenece, pero que se empeña en seguir alimentando como apasionada de la lectura, el teatro y la pintura. Cuando decide abandonar a su marido, el vicecónsul de España en Nueva Orleans, Conrado Lefebvre, con quien reside en una imponente mansión de la calle Bourbon, rodeada de todos los lujos que la riqueza puede ofrecer, no lo hace por capricho, sino inducida porque su vida sentimental y su relación personal con él es, ciertamente, lacerante. Y su único destino solo puede ser Cádiz, la ciudad donde nació, donde residen sus padres. Y para poder viajar sin levantar sospechas, se compra una identidad nueva: la de Catalina Valdivia, viuda y residente en Sevilla. Y lo hace junto a Erlinda, su fiel doncella, una mulata criada en un hospicio católico en esa misma ciudad y que conoce todos sus vericuetos para convertirse en su mejor cómplice en la huida.

- Balbina Bazán: Tía de Martina y viuda de Eduardo de Icaza, hermano del padre de la joven. Al morir este, descubrió que el legado del que será beneficiaria solo ascendía a deudas de juego y promesas de desahucio y deshonor, así que no le quedó otro remedio que cerrar el negocio familiar, malvender lo poco que quedaba y volver a regentar la pensión miserable que antaño fuera de su madre. Es lenguaraz e insolente, tacaña y grosera, y tiene un fondo muy, muy oscuro. Le gusta indagar en los secretos ajenos para camuflar los propios.

- Candela: Hija de Balbina y un señorito con el que mantuvo relaciones antes de casarse. Tiene nueve años. Es una niña enfermiza y con el corazón frágil. Sus piernas son tan débiles que apenas puede caminar. Pasa su vida recluida en su dormitorio, dedicando su tiempo a la costura y la lectura de libros de santos.

- Milagros García de la Garza: Huérfana de madre, es monja postulante en el Convento de la Merced, aunque sin vocación. Simplemente ha ingresado en la congregación porque su padre quiere quitársela de encima ya que acaba de casarse con una jovencita y cree que la hija le causará problemas por su carácter que, bien cierto es, a la chica no le falta de nada, porque es malhablada y de modales imposibles. De baja estatura, ojos grandes y belleza asintomática, es bastante desgarbada.

- Regina Vega: Abuela de Martina. Abandonó a su familia tras enviudar y se instaló en Antequera para vivir a los pies de la Alcazaba, diez años atrás, cuando se casó con su segundo marido, un rico napolitano del que se enamoró perdidamente. Alta y esbelta, se aprecia en ella una indudable educación. Conocida como Madame Regina por unos o Regina la Bruja, por otros, el caso es que ejerce de curandera o de bruja, según se vea, aunque guarda muchos secretos sobre la naturaleza de su don.

- Conrado Lefebvre: Marido de Martina de Icaza, es vicecónsul de España en Nueva Orleans. De carácter inestable y furibundo, pertenece a una influyente familia jerezana. Tiene los ojos oscuros, tanto como sus intenciones.

- Angus Slorrance: Caballero inglés perteneciente a la masonería, aunque oficialmente es un coleccionista de objetos antiguos y, en su círculo más cercano, un cazatesoros. De hecho, en su estudio gaditano de la Alameda, escondidos tras una puerta secreta, guarda numerosos arcones con piezas de incalculable valor. Su última adquisición, una figura de Melkart, antiguo dios fenicio que representa al señor de los campos, es su bien más preciado. Por ello, no duda en mostrárselo a sus hermanos francmasones cuando se reúne con ellos en una de tantas reuniones en una cripta secreta de la Tacita de Plata. Soltero, se rumorea que no siente aprecio por las mujeres. Tiene el pelo pajizo y es bastante engreído y dado a las extravagancias.

- Alejandro Baena Warwick: Treinta años. Ojos negros. Segundo de los cuatro hijos de Cayetano Baena de las Heras y Fiona Warwick, es el único de ellos que reside de manera permanente en la Casa Baena, junto a su sobrina Genoveva, hija de su difunta hermana Graciela, una niña de nueve años, de ojos azules y pelo azabache y siempre pegada a su muñeca Cosette, y su madre, que lo hace por temporadas, de origen inglés y conocida por cultivar flores exóticas. Sus otros hermanos, Arnaldo y Manuela residen en Málaga, en la calle Larios. De carácter introvertido, representa todo lo reprobable de su condición: la del señorito andaluz más preocupado en demostrar su posición social rodeándose de lujos, viviendo en un derroche permanente mientras los jornaleros que trabajan sus tierras son prácticamente unos indigentes que se desloman a cambio de un salario que roza la miseria. Está enfermo, pero su gran debilidad es la institutriz de su sobrina, Clara, una joven de origen catalán, de cabello caoba, cara cubierta de pecas y ojos azules.

- Simona Bélmez: Ama de llaves en la Casa Baena, a la que llegó intentando poner distancia con su Cádiz natal y así intentar olvidar la desgracia en la que se sumió su familia tras el naufragio del barco en el que su hijo perdió la vida. En este cortijo encontró un lugar en el que ser alguien y la ilusión que ofrece el amor, aunque sea imaginario. Es una déspota de manual con el resto de compañeros o trabajadores de la finca.  

- Benigno: Marido de Simona, vive en una casa humilde en el Campo del Sur junto a su suegra, Dorita Gómez, alias la vieja mochales, que en su juventud triunfó como La Perlita de Cádiz. De profesión pescador, la abandonó el día que el mar se llevó a su hijo. Ahora trabaja en La Gaviota y eso parece haberle infundido ánimos, además de permitirle tener un jornal con el que mantenerse.

La Banda del Cañamero: En la actualidad tienen su campamento en la sierra del Torcal, un intrincado bosque pétreo cuyas rocas, por efecto de la erosión, han tomado con el paso del tiempo formas arbitrarias, acaso fantasmagóricas. Está compuesta por cinco asaltantes de caminos que, por razones menores, huyeron en su día de una justicia siempre injusta con los desheredados. Por eso, mientras para las autoridades son criminales a batir, para la clase baja –la inmensa mayoría- son héroes.

- Miguel Balboa: Líder de la banda del Cañamero. Tiene veinticinco años, alto y corpulento.  y, entre sus alforjas, guarda un ejemplar de Los Miserables como una joya. Su historia es inefable e incontestable.

- Antonio el Piconero: Debe su apodo a que de niño vendía carbón para los braseros. Fue acusado de cazador furtivo injustamente por un vecino cuyo propósito era ampliar las lindes de su terreno.

- Juanito el Petimetre: Su apodo hace referencia al esmero con que cuidaba sus patillas y cabello de color negro azabache.

- Diego el Tormenta: Huyó de la justicia porque no quiso cumplir con el servicio militar.

- Luis Alberto el Tragaldabas: Que debe su apelativo a lo voluminoso de su barriga. Albañil de profesión y con tres hijos, su vida dio un giro de ciento ochenta grados cuando descubrió a su mujer en brazos de un contrabandista. Pelearon y el otro murió, así que tuvo que echarse al monte para eludir a la justicia.

 

Porque Tierras de niebla y miel es una novela de estructura sencilla: sus poco más de quinientas páginas se dividen en treinta y seis partes (tituladas) que, a su vez, están subdivididas en unos pocos capítulos (numerados), bastante cortos, para imprimir ritmo a la lectura. Este sistema nos permite, además, ubicarnos en los distintos escenarios en los que transcurre la trama; es decir, cada una de esas partes y sus correspondientes capítulos  atañe a un lugar en concreto, bien sea la Casa Baena, Cádiz, El Torcal, Antequera, etc. También nos permite contemplar la escena de una manera cinematográfica, pues es muy visual. De hecho, son memorables las descripciones del Dolmen de Menga o el Torcal, por poner un par de ejemplos, aunque, sinceramente, Marta Abelló escribe tan bonito, es tan exquisita en su forma de narrar que cualquier lugar, por nimio que pueda parecer, es casi un ejercicio poético.

Por todo lo que aquí comento y lo mucho que me guardo, no puedo más que recomendar esta novela. Porque es espectacular, en todos los sentidos, porque sea el género que sea que más disfrutes, lo hallarás entre sus páginas. Porque es una historia exquisita, con un estilo a la altura, con una ambientación sublime. Porque es un regalo digno de guardar en el mejor rincón de tu estantería y de tu alma.


Esta reseña participa en la iniciativa:








Apartado: Made in Spain

La víctima o el asesino pertenecen a la clase baja o marginal.

#SeguiremosBailando

domingo, 21 de marzo de 2021

NOCTURNALIA, de Joel Santamaría

 


DATOS TÉCNICOS:

Título: NOCTURNALIA

Autor: Joel Santamaría

Editorial: Espasa

Colección: Espasa Narrativa

ISBN: 978-84-670-6083-6

Páginas: 272

Presentación: Rústica con solapas




Joel Santamaría, natural de Reus y afincado en Salou, es profesor de Lengua y Literatura en un instituto de secundaria. Licenciado en Filología Hispánica y Anglogermánica, hasta la fecha ha publicado tres novelas: Dies irae, Humanofobia (finalista del premio de ciencia ficción Isaac Asimov 2019) y Nocturnalia, el libro del que hoy quiero hablaros.

Nocturnalia nos traslada al mes de julio del año 280 d.C., cuando el centurión Constante Barsemis, junto con su liberto Elio Rodrigo y doce jinetes más, llega a Tarraco (Tarragona) procedente de Roma, donde han asistido a los fastos por la coronación del emperador Marco Aurelio Probo. Su intención es visitar durante unos días a su hermana Valentina y su familia, de camino a Osca (Huesca), donde tiene su residencia, regalo del emperador Aureliano como premio a los servicios prestados.

No se trata de una visita formal, a pesar de que han pasado seis años desde la última vez que se vieron, sino que acude alarmado por las extrañas misivas que ha recibido tanto de ella como de su cuñado, ambas por separado. Valentina le habla de desesperación, aunque no concreta el motivo; él le pide que le ayude a resolver una serie de hechos macabros que se están produciendo en la ciudad en la que ejerce como edil en ese momento, similares a los que Constante vivió antaño, en su ciudad natal, Palmira. Nada bueno.

La primera sorpresa que Constante se lleva al llegar es con el aspecto exterior de la domus de los Vital, que no cambia un ápice una vez traspasado el umbral. Si bien es cierto que la zona donde se ubica ha sufrido los mismos estragos que esta, siendo lo más destacable del entorno su aspecto decadente, de abandono absoluto, provocado en gran medida tras la última incursión de francos y alamanes un año antes, a lo que ayudaron mucho los saqueos de los bárbaros o los desmesurados impuestos que tenían que pagar los ciudadanos para soportar el funcionamiento del engranaje del imperio. Sin embargo, esta casa, en particular, infunde sensaciones inquietantes tirando a lúgubres, como si un halo impreciso y  premonitorio de malos augurios se hubiese adueñado del lugar.

La siguiente fue todavía más cruel: su hermana se había suicidado, estando embarazada; de hecho, fue enterrada dos días antes de su llegada. Una vez superado el amargo trago, Barsemis se presta a ayudar a su cuñado, junto con Rodrigo, descubriendo un mundo paralelo tan desconcertante como macabro, en donde la nigromancia y la hechicería caminan de la mano y por libre en una ciudad diezmada por la peste.

Pero antes que nada, una vez puestos en antecedentes, os voy a hablar de los escenarios donde transcurre esta historia, uno de los puntos fuertes de esta novela:

Aunque la trama principal transcurre en su totalidad en Tarraco (Colonia Iulia Urbs Triumphalis Tarraco), una ciudad de contrastes que durante la dominación romana se convirtió en una de las ciudades más relevantes de Hispania y capital de la provincia romana Hispania Tarraconensis. Y digo que era una ciudad de contrastes porque en el momento en el que transcurre la trama, la ciudad está dividida en dos zonas: una parte alta, que todavía conserva su esplendor y se articula en torno al Foro Provincial, tan majestuoso como el mejor de los levantados en Roma, sus grandes avenidas y hermosas domus. Entre otros edificios, se encuentra el templo de Helios Augusto, la construcción más impresionante del lugar y el santuario más destacable de la península, del cual hace una fantástica descripción el autor, tanto del contenido como del continente cuando Barsemis y sus soldados acuden para dar gracias a los dioses, pero no serán las únicas, ya que de ese modo vamos descubriendo, junto a él y sus personajes, otros muchos, como la Basílica Provincial y su Sala Cartográfica adyacente, el Circo o la Pinacoteca Augusta. En la parte baja, donde se encuentra la residencia de la familia Vital, la basura y los excrementos se acumulan en sus decrépitas calzadas y causan un hedor nauseabundo que hace la competencia al aspecto de las fachadas de las viviendas que, como consecuencia de los saqueos de los francos y la falta de mantenimiento, se encuentran en estado ruinoso.

El otro foco donde transcurre la acción es Palmira, lugar al que se nos traslada en ocasiones dado que años antes sucedieron unos acontecimientos similares a los que ahora  se repiten en la ciudad hispana. Es de destacar, por ejemplo, la descripción de la capital del fugaz reino nabateo que le hace Constante Barsemis a su criado Rodrigo mientras le habla de Ehlabel. Da gusto cogerse el mapa que se adjunta en las primeras páginas para ir localizando cada uno de los edificios, monumentos y templos que tan hábilmente detalla mientras caminamos por la avenida de las Mil Columnas, que los vincula a todos, en la que se podían apreciar las efigies en bronce de los próceres de la ciudad colocadas en las molduras que sobresalían de los fustes. O de los tenderetes que se asentaban bajo los pórticos y donde se exponían mercancías llegadas desde cualquier parte del mundo.  Un enclave mágico del que ahora, por obra y “gracia” del Dáesh, fue destruido en agosto 2015 para convertirlo en un desierto de ruinas.

 

Así que ahora, es el momento de hablaros de los protagonistas, unos personajes bastante peculiares, nada arquetípicos:

- Constante Barsemis: Perteneciente a una familia árabe de noble linaje oriunda de Palmira. Inició su carrera militar emulando a su padre, a las órdenes de Septimio Odenato. Más tarde se enroló en la legión, luchando contra Póstumo y más tarde contra Zenobia, cuando Palmira se sublevó contra Roma, lo que lleva lamentando desde entonces, pues tuvo que combatir contra los suyos. Pelo espeso y rizado, nariz aguileña, ojos negros de gran viveza. De apariencia hercúlea, es corpulento y fornido, no en vano, sus más de dos décadas en la milicia, participando en numerosas batallas que prácticamente se tomaba como un desafío personal, le han perfilado tanto su aspecto físico como su personalidad. Por ello, su cuerpo está plagado de cicatrices, también su alma. Es valiente y su coraje es legendario, aunque en ocasiones parece un hombre contrito y desolado, especialmente cuando recuerda a Ehlabel.

- Ehlabel Assbai: Natural de Palmira e hija de una de las familias más distinguidas de la ciudad. Fue el primer amor de Constante Barsemis. La conoció a la salida del templo de Nabu y el flechazo fue inmediato, pues era una belleza. Alta de estatura, tenía el cabello rizado y negro como el azabache, así como sus ojos, en contraste con su piel, blanca como la nieve. Constante apenas contaba con veinte años por aquel entonces y acababa de llegar a la ciudad con un permiso. Pero su amor, a pesar de todos los esfuerzos que había realizado para acercarse a ella, estaba condenado al fracaso, dado que ella estaba comprometida y no precisamente a un mortal, sino con la diosa Al-lat y en un par de meses se celebrarían los desposorios, para pasar  a convertirse en una especie de vestal y, como ellas, condenada a enterrarse viva en un sarcófago de piedra en caso de que alguien profanase su virginidad.

- Elio Rodrigo: Liberto y fiel criado de Constante. De origen godo, su piel es muy blanca, con pecas en la tez. Es un hombre prudente y bueno por definición. A pesar de su juventud, está siempre dispuesto a dar la vida por su señor, estando siempre al quite cuando Barsemis se ve en dificultades. Al poco de pisar la villa de Julio Natal, el cuñado de Constante, se enamora perdidamente de Selena, una esclava que en breve dejará de serlo para convertirse en esposa de su amo.

- Julio Natal: Edil en Tarraco, uno de los cargos más importantes de la Curia Municipal. A poco de cumplir los cuarenta años, poco queda del rostro noble y bondadoso que siempre tuvo. A sus ojos tristes y hundidos, se une una piel cuasi azulada y un cabello encanecido. La espalda encorvada, es el fiel reflejo de las preocupaciones que le abruman, hasta el punto de haber envejecido tanto, en tan poco tiempo, que apenas se le reconoce. Junto a Valentina, es padre de dos hijos: Julia, de catorce años y Casio de doce, apenas unos adolescentes de aspecto febril y taciturno, hundidos en la aflicción, dadas las circunstancias. Conoció a su cuñado cuando coincidieron en el cursus militaris y a raíz de un permiso Constante le invitó a su casa familiar de Palmira, donde conoció a Valentina.

- Selena: Esclava y criada personal de Julio Natal desde un par de meses antes, en breve dejará de serlo para convertirse en su esposa. Es una auténtica beldad de estilizada figura, rostro de rasgos orientales y delicados, mejillas sonrosadas y labios carnosos. También su trato es muy agradable, pues su voz es plácida y sus ademanes armoniosos. Llama poderosamente la atención la blancura de su piel, sus ojos de un gris transparente y sus cabellos rubio platino, dado que es albina y no puede soportar la luz del sol. Tiene a cargo a su sobrina, Escaria, una niña de seis años, albina como ella y muy parecida en lo físico, pero iracunda la mayor parte del día e insolente a tiempo completo, en particular contra su amo.

Y serán estos personajes, en particular Constante y Rodrigo, quienes ayuden a Julio Natal, edil de la ciudad y como tal responsable de la seguridad ciudadana, a esclarecer unos asesinatos que desde cinco semanas antes se vienen produciendo sin razón aparente.

Todo comenzó con el suicidio de una joven, Salvia Tauro, al que le siguieron el de Marco Tácito y Agustina Basso, cada uno en días diferentes y todos ellos de familias más que respetables. A los pocos días de ser enterrados los cadáveres, las familias de cada uno de ellos fueron asesinadas en su totalidad de las maneras más macabras posibles. Constante y Rodrigo tienen la oportunidad de presenciar las actuaciones que se siguen con los sospechosos, los interrogatorios y demás procedimientos de los acaecidos en la domus de los Basso, ya que ocurrieron el día después de su llegada a Tarraco y el modo en que le dieron carpetazo al tema no les convenció en absoluto, dado que echaron la culpa a los esclavos de la casa, una familia que no tenían motivos para semejante masacre, pero era lo que más interesaba a los intervinientes. La sentencia llegó de inmediato: fueron arrojados a los leones después de ser torturados hasta la extenuación.

Sin embargo, estas familias no serán las únicas y la investigación que se llevará a cabo será una carrera contrarreloj en la que la magia negra y la necromancia tendrán una importancia fundamental. De ese modo, el autor nos mostrará un mundo paralelo –que no fantástico- más común de lo que a priori podríamos pensar, ya que durante el esplendor del Imperio Romano la tradición religiosa romana introdujo la superstición dentro de sus fundamentos de culto, permitiendo que coexistieran una mezcolanza de religiones orientales, africanas y bárbaras que lo hicieron posible y que se mantuvieron cuando el ocaso amenazaba con convertirse en realidad,

Antes de terminar quiero destacar una serie de curiosidades en la novela que no puedo dejar de mencionar. Por un lado, la cantidad de libros antiguos a los que se alude en ella, como la Historia Augusta de Vopisco (aunque su autoría todavía es motivo de debate), una colección de biografías de emperadores, césares y usurpadores que sirven para ponernos en situación y así entender el contexto histórico y otras “de ficción” como Antígona de Sófocles, la Eneida de Virgilio o el Satiricón de Petronio (entre otras), que sirven para inspirar las escenas que se narran, dando una pátina de realidad de lo más concluyente y que apreciamos, porque no todas las hemos leído, mediante notas de pie. También, y casi al hilo de lo mismo, entre esas curiosidades, destacaría el modo en que se tratan o saludan los romanos. Está claro que la influencia del cine hollywoodense (me refiero a esas las películas “de espadas, túnicas y sandalias”, o como se denominan en el ámbito cinematográfico, péplums), ha hecho mella en nuestra memoria y damos por ciertas algunas prácticas que, en el mejor de los casos, son errores de verosimilitud y, en el peor y más común, falta de rigor histórico,  que Joel Santamaría ha venido a desmontar sin despeinarse. Os pongo de ejemplo de una carta que Ehlabel envía a Constante (aunque hay cientos de detalles en este sentido y que a lo mejor vendrían más a cuenta para explicarlo), en la que se puede apreciar en el encabezamiento o la despedida cuáles eran los usos y costumbres, que difieren bastante de lo que nos ha hecho creer el cine. No obstante, hay muchos más, tantos que te sorprenderías.

Con respecto a la edición, he decir que hay elementos muy de agradecer para el lector. No solo se trata de que el tamaño de la letra sea el adecuado para que la lectura resulte cómoda, así como sus márgenes e interlineado, sino a otros que enriquecen la historia. Me estoy refiriendo, por ejemplo, a que al inicio de la narración se nos acompañan dos mapas, uno de Tarraco y otro de Palmira, en los que podemos localizar sus edificios más emblemáticos y situarlos con mayor tino porque son los lugares por los que se mueven los personajes en la trama y que se nos describen con profusión de detalles. Del mismo modo, al final de la narración se nos acompañan diversos apéndices: en primer lugar, un glosario de términos, para continuar con unas interesantísimas notas históricas, seguidas de una cronología de hechos históricos descritos en la novela que no solo te ubican en el contexto, sino que te ofrecen una información valiosísima acerca de los modos y costumbres de las gentes en aquel inicio de uno de los períodos más fascinantes y turbulentos de la Historia: los albores del tardorromano, que se inició con la proclamación de Diocleciano como césar en el 284 y que en Hispania fueron más que evidentes. Y todo ello sin olvidar el diseño de la cubierta que es, en particular, impresionante.


Esta reseña participa en la iniciativa:


Apartado: Made in Spain

La acción transcurre en cualquier ciudad española, excepto Barcelona o Madrid.

#SeguiremosBailando



miércoles, 10 de marzo de 2021

EL CLUB DEL CRIMEN DE LOS JUEVES, de Richard Osman

 


DATOS TÉCNICOS:

Título: EL CLUB DEL CRIMEN DE LOS JUEVES

Título original: The Thursday Murder Club

Autor: Richard Osman

Traductora: Claudia Conde

Editorial: Espasa

Colección: Espasa Narrativa

ISBN: 978-84-670-6022-5

Páginas: 464

Presentación: Rústica con solapas



Confieso que tengo prejuicios, más de los que me gustaría, aunque no es la primera vez que lo comento. Confieso también que no son de los pertinaces, porque los echo a un lado a la mínima ocasión. En cuestiones de literatura, me afectan cuando los autores de determinadas novelas son famosos o mediáticos. No acaba de convencerme el que determinados personajes tengan un don sorprendente de la noche a la mañana, más que nada porque este país tiene un índice de “negros literarios” superior a incidencia acumulada de casos de covid en los peores momentos de la pandemia. No obstante, hay excepciones.

Por eso mismo, me alegré un montón de empezar a leer esta novela sin saber nada de ella, ni de lo que podía encontrarme –porque no me leí la contraportada- ni quien era su autor, porque, de lo contrario, seguro que no me hubiese atraído tanto. Y me hubiese perdido una buenas historia. Os cuento las razones:




Richard Osman es un exitoso presentador, comediante y productor de televisión británico. Director creativo de Endemol UK, ha trabajado como productor ejecutivo en numerosos espectáculos. Se hizo famoso presentando Pointless. Su popularidad continuó con su propio concurso de la BBC, Two Tribes. Participa regularmente en otros programas televisivos y escribe una columna para Radio Times.

El club del crimen de los jueves es su primera novela, de la que se espera una más que probable continuación.




Ron, Joyce, Ibrahim y Elizabeth, entre 70 y ochenta y tantos, residen en el complejo privado residencial de Coopers Chase. Allí, los jueves, se reúnen para hablar de temas relacionados con el crimen como si de un juego se tratara, utilizando el ingenio y las habilidades de cada uno de ellos, hasta que un día el asesinato del promotor inmobiliario y constructor Tony Curran, que es encontrado muerto en su casa a causa de un fuerte golpe en el cráneo, les da la ocasión de comenzar una investigación paralela a la que realizan el inspector Chris Hudson y la oficial de 26 años Donna De Freitas, pertenecientes a la comisaría de Fairhaven.

La víspera del crimen, el propietario del complejo y el mismo Curran se habían reunido con los residentes para comunicarles la ampliación de las instalaciones, a lo que ellos se habían negado aduciendo que eso implicaba la deforestación de un bosque y el traslado de un cementerio milenario donde se encuentran enterradas más de cien monjas.




Coopers Chase es una comunidad de lujo para jubilados que se encuentra en el corazón del condado de Kent. En ella habitan trescientos residentes, con la única condición de poder pagar las cuotas y tener sesenta y cinco años cumplidos. Los terrenos –cinco hectáreas de bosques y campo, así como dos pequeños lagos- en los que se asienta pertenecieron durante más de un siglo a una iglesia católica, hasta que se los vendió a Ian Ventham, su actual propietario. Se empezó a construir hace una década y las obras duraron un trienio, aunque a lo largo de años ha seguido creciendo. En la actualidad, se compone de tres urbanizaciones, que se distribuyen en torno al antiguo convento, en el que todavía se conserva la capilla original, porque fue una de las condiciones que se pusieron para hacer viable la operación de venta. Y junto al convento se encuentra la residencia Los Sauces, que hace las veces de hospital. Entre sus instalaciones cuenta con una piscina deportiva y otra más pequeña para el tratamiento de las articulaciones óseas, sauna, gimnasio, una pista de bolos, salas recreativas, biblioteca, sala de reuniones o un restaurante de cocina contemporánea.

Y precisamente, en una de estas instalaciones –la sala de los puzles- es donde se congregan los integrantes del Club del Crimen de los Jueves. La elección del día de reunión no fue algo premeditado, sino producto de la casualidad, ya que era el único día en el que quedaban disponibles dos horas libres. Y, para evitar que asistieran fisgones, reservaron el espacio para debatir sobre ópera japonesa.

¿Y en qué consiste este club? Os pongo en antedecentes:

Fue fundado por Elizabeth y Penny Gray, una ex inspectora del cuerpo de policía de Kent que, a su jubilación, se quedó con algunos expedientes de casos de asesinatos que todavía no habían sido resueltos, (aunque ellas, por su parte, han conseguido descifrar algunos). Analizan cada documento, examinan las fotografías que los acompañan y bucean entre las declaraciones de los testigos buscando cualquier atisbo o contradicción que se hubiese pasado por alto en la investigación de cada uno. Para ello, cuentan con la ayuda de algunas personas que han ido conociendo a lo largo de su vida activa, como forenses, médicos, contables, jueces y un largo etcétera. Penny está casada con John, que todavía ejerce, cuando surge, de veterinario, aunque en la actualidad está ingresada en Los Sauces.

El primer fichaje que hicieron fue el de Ibrahim, un psiquiatra al que Penny conoció jugando al bridge y le resolvió alguna duda. El siguiente en entrar fue Ron, que no se creyó lo de la ópera nipona y se coló en el club por la cara.

Así que ahora os voy a hablar un poco más de ellos:

- Joyce: De apariencia menuda, tiene el pelo blanco. Es simpática y muy organizada. Antes de jubilarse trabajó como enfermera en Haywards Heath. Llegó al Club de la mano de Elizabeth dos o tres meses antes del inicio de los hechos que conoceremos más adelante, a medida que avancemos en la lectura. Ambas coincidieron en una de las muchas actividades que se realizan en Coopers Chase y, entre pregunta y pregunta del trivial, Elizabeth le hizo otra acerca de una cuestión que, por su antiguo oficio, solo ella, de entre los muchos ancianos que había en la sala, podía responder. Y esa respuesta dio origen a la invitación formar para unirse al Club del Crimen de los Jueves.

- Elizabeth: Vive en uno de los apartamentos de Larkin Court. Se ha casado en tres ocasiones y su último marido es Stephen. Tiene mucho carácter y ningún interés en que se sepa a qué se dedicaba durante su vida activa, motivo por el cual tengo que ser tan escueta en este apartado.

- Ron Ritchie: Antes de jubilarse fue un famoso dirigente sindical, generoso y agresivo en cierta medida, siempre dispuesto a ayudar a los más débiles. Tiene setenta años y los brazos tatuados, así como un carácter difícil y una extraña manía: no se cree nada de lo que le cuenta la gente. Viste ropa informal, con pantalones cortos, chanclas y camisetas con motivos deportivos. Tiene un hijo, Jason, que en su día fue una gloria del boxeo pero que en la actualidad vive de las rentas que aquella fama le granjeó y que le permite participar en programas de televisión, del tipo Mira quien baila o MasterChef.

- Ibrahim Arif: Vive en Wordsworth y tiene ochenta años, aunque aparenta menos. Antes de jubilarse fue psiquiatra. Elegante, acostumbra a vestir con traje, acompañado de chaleco y con el pañuelo pulcramente plegado en el bolsillo de la chaqueta. Su piel está perfectamente hidratada, posiblemente porque hace natación todos los días y su aspecto físico es envidiable (no tiene papada ni barriga), porque además hace pilates. Acostumbra a levantarse a las seis de la mañana y dedica las primera hora del día a repasar casos antiguos y algún que otro nuevo, porque todavía tiene algún que otro paciente que le visita.

 

Hasta aquí, todo normal, ¿verdad? Pero claro, leer acerca de la plácida vida que llevan unos ancianitos en una urbanización de lujo, por muy tiernos que nos resulten o porque tengan un pasado más o menos atractivo, puede resultar un poco tedioso, más allá de lo interesante que pueda resultarnos esa afición compartida por los cuatro de investigar sobre crímenes no resueltos. Así que la trama, a las pocas páginas de iniciada la historia, se enmaraña, porque un crimen real, de una persona a la que conocen en ese entorno idílico, viene a complicar la paz de lugar.

Y a ese crimen le seguirán otros. Y esos cándidos jubilados, que lo son, también se convertirán en audaces sabuesos, con la ayuda incluso de la policía, que se ve incapaz de resolver el misterio. En ese momento tuve la sensación de que me enfrentaba a una historia conocida, una novela de Marco Malvaldi (El juego de las tres cartas), en la que otro cuarteto de jubilados resolvía un asesinato a la sombra del único olmo de la terraza del Bar Lume. Sin embargo, poco más tienen que ver ambas novelas, aunque si sobrevuela en ellas el sentido del humor como bálsamo para afrontar las situaciones que se nos narran.

También es en ese momento cuando algo que parecía sencillo, porque todos conocían a la víctima y más o menos podían suponer por dónde iban los tiros, la narración se convierte en una auténtica novela policíaca, de esas de las que no te imaginas todo lo que puede dar de sí. Porque, como ya he dicho, a este crimen le seguirán otros mientras la trama se va enmarañando por momentos. Ayuda mucho a eso, además, la gran cantidad de personajes que aparecen en escena y esa sensación de que no te puedes fiar de nadie, porque el ambiente se va enrareciendo párrafo a párrafo. Y mientras la cosa se pone seria, el humor camina a su lado, sin bajar el ritmo.

Descubres así una trama perfectamente hilada, pero también a unos personajes sólidos y carismáticos que te sorprenden continuamente, posiblemente por los prejuicios que alimentamos o nos alimentan, ya que, por defecto, tendemos a creer que a una determinada edad ciertos modos de ser y estar son imposibles o inasumibles. Y la realidad que se vive en la novela y transciende al lector de manera irrefutable es otra, porque si hay algo que percibimos con nitidez durante la lectura es lo bien que se conjugan la ternura, el misterio y el humor en una novela tan inteligente como amena en la que todo cuadra al final y que además de convencerte plenamente te deja una sonrisa permanente.



El club del crimen de los jueves es una novela policíaca de corte clásico en la que hay humor. Si tu duda es si el humor y el crimen son compatibles, te aseguro que sí, por lo menos en este caso. Y, si me apuras, te diré que no hay nada más gratificante que echarte unas risas en lo más cruento de unos hechos tan conmovedores como los que aquí se narran. Tampoco te creas que el humor llena todas las páginas, ya que te encontrarás con pasajes duros, emotivos y algunos que te harán reflexionar, aunque lo más interesante para el lector de criminal es que la trama está perfectamente urdida y mejor resuelta. ¿Qué más se puede pedir?

Esta reseña participa en la iniciativa:









Apartado: Ocurrió en Europa

Una novela de un escritor británico o que transcurra en Gran Bretaña.

#SeguiremosBailando






jueves, 4 de marzo de 2021

EL LIBRO DE LOS CRÍMENES, de Santiago Castellanos

 

DATOS TÉCNICOS:



Título: EL LIBRO DE LOS CRÍMENES

Autor: Santiago Castellanos

Editorial: Ediciones B

ISBN: 978- 84-666-6887-3

Páginas: 464

Presentación: Tapa dura con sobrecubierta




Hace unas semanas, ojeando noticias sobre libros, me enteré de que La Biblioteca de la Medianoche había ganado el premio Goodreads 2020 a la mejor obra de ficción. Yo no soy mucho de creer que un premio, por sistema, implique que una novela en particular te pueda gustar o ser mejor que el resto, sobre todo por lo que tienen de subjetivos (los premios y, en la mayoría de los casos, los jurados). Pero no fue eso lo que más me llamó la atención de la novela, sino un párrafo entrecomillado que se ha añadido a la sinopsis del libro:

Y rápidamente mi cabeza, que también os anticipo que está peor que la cama de un loco (léase con humor), extrapoló este párrafo al libro que estaba leyendo en ese momento y que es del que hoy pretendo hablar y a otro libro más, El alano, porque ambos transcurren en la misma época, aunque no cuentan lo mismo, pero que han conseguido que probemos dos tipos de vida diferentes por la oportunidad que nos han brindado sus autores al enfocar la historia desde distintas perspectivas y, lo que es más importante, que aquel período tan significativo como fue el del siglo V de nuestra era, cuando el Imperio Romano agonizaba sin remisión y sin cuidados paliativos, haya dejado de ser una nebulosa en nuestra memoria para tener una idea más o menos certera de lo que ocurrió por aquel entonces gracias a las clases magistrales que sus autores, Santiago Castellanos y José Zoilo Hernández nos han ofrecido.



Santiago Castellanos (Logroño, 1971) es Profesor Titular de Historia Antigua en la Universidad de León. Doctor en Historia por la Universidad de Salamanca, ha sido Profesor Invitado en las Universidades de Oxford (Reino Unido) y de Notre Dame (Estados Unidos). Ha dirigido proyectos de investigación de programas de los Ministerios de Educación, Ciencia, y Economía. Ponente en medio centenar de Congresos científicos, ha impartido además conferencias como invitado en numerosas Universidades españolas, y en Universidades de Estados Unidos, Reino Unido, Italia, Argentina, Brasil, Alemania, entre otros países.

Ha escrito diez ensayos académicos, entre ellos Los godos y la cruz (Madrid, 2007), o En el final del Imperio (Madrid, 2013), además de manuales universitarios como Los Visigodos (Madrid, 2018). El último de ellos, The Visigothic Kingdom in Iberia, se publicará en breve por University of Pennsylvania Press, Estados Unidos.

En su faceta más literaria, ha escrito las siguientes novelas:

- Martyrium: El ocaso de Roma (Ediciones B, 2000).

- Barbarus. La conquista de Roma (Ediciones B, 2000).

- Gothia. Muerte en Barcinona (Ediciones B, 2020).

- El libro de los crímenes (Ediciones B, 2021).




En el siglo V, una serie de violentos asesinatos y un libro perdido harán tambalearse los cimientos del Imperio romano.

Año 447 d. C. "Me quieren matar" es el inquietante mensaje que recibe el joven Festo desde Asturica, Hispania. Hace unos años que su amigo Eugenio tuvo que huir de Roma tras ser acusado de apoyar doctrinas diferentes al catolicismo, la religión oficial de un imperio que se acerca a su fin, pero que hará cualquier cosa por mantener su poder.

Al llegar a Asturica para ayudar a Eugenio, la carrera por encontrar un manuscrito prohibido que recoge las enseñanzas secretas de Jesús une a Festo con un grupo de herejes llamados los Perfecti, con quienes se verá envuelto en una trama de intriga, traiciones y violentos crímenes.

Basándose en la existencia real del libro Memoria Apostolorum, Santiago Castellanos vuelve a recrear magistralmente en este thriller histórico el ocaso del Imperio romano, pero esta vez desde un prisma diferente: el de aquellos primeros herejes que nos demostraron que, tanto entonces como en la actualidad, el arma más peligrosa que puede empuñar un hombre contra un imperio son sus ideas.



Roma, año 447: Conocemos a Festo cuando acude a una cita muy importante con sus amigos maniqueos. El encuentro tendrá lugar en una cantina de mala muerte, alejada de su casa y de las de sus amigos, ya que viven en peligro constante desde que el obispo de Roma ha sembrado la ciudad de espías y les consta que cualquier vecino puede delatarlos. Ese es el motivo de acudir a ese antro para hablar tranquilos y no a cualquier otro lugar más cómodo o más íntimo porque tienen que mezclarse con la gente y disimular haciendo lo que hace cualquier cristiano ortodoxo: beber, aunque ellos hayan decidido abandonar ciertos hábitos para acercarse a la Luz.

Festo tiene veinticinco años. Nació en una localidad próxima a Roma, -a tan solo cien millas de la ciudad eterna- en el seno de una familia adinerada, por lo que nunca necesitó trabajar y pudo dedicarse a su gran pasión: el estudio de los astros y de las relaciones entre el Bien y el Mal. En esa época conoció a dos iniciados que le empezaron a proporcionar fragmentos de algunos libros de temática variada, como apócrifos de libros cristianos o de las enseñanzas de Manes. Después, seis años antes del comienzo de esta historia y siguiendo sus consejos, encaminó sus pasos hacia la capital del imperio, abandonando su vida, amigos e incluso a la mujer con la que se había prometido, para encomendarse a la búsqueda de la Verdad.

En Roma conoció a Narciso, un soltero como él, de cabello oscuro y rizado, que le saca unos pocos años. Es un burócrata insatisfecho que trabaja para la Administración Imperial, lo que le permite vivir con desahogo y a Serena, una noble romana, viuda desde hace ocho años, que heredó una gran fortuna de su esposo, dueño de varias compañías navieras. Es con ellos con quien va a encontrarse para tratar un asunto muy delicado: Acaba de recibir una misiva tan inquietante como angustiosa y desea mostrársela:


Se la envía Eugenio, un emeritense algo jactancioso y engreído, formado en las grandes escuelas orientales, -dado que pertenecía a una familia de comerciantes de origen oriental aunque afincada en Emerita-, que enseguida destacó como uno de los miembros más activos de la comunidad herética latina, por lo que tuvo que salir huyendo cuando las persecuciones se recrudecieron en Roma y buscar refugio en Asturica (Hispania), donde su familia tenía varios negocios que le aseguraban el sustento.

Durante la reunión llegan a la conclusión de que Festo debe partir en auxilio de quien reconoce que, aunque nunca fue un amigo real, sino poco más que un conocido, no puede resistirse ante semejante petición de ayuda.

El viaje dura aproximadamente dos meses y, nada más llegar a la ciudad, Eugenio le pone en antecedentes sobre la situación en la que se encuentra: han atentado contra su vida y tiene claro que aunque se salvó in extremis, volverán a intentarlo a la primera oportunidad. Tras mucho meditar, ha llegado a una conclusión basada en dos supuestos alternativos: por un lado, desconfía del obispo de Asturica, Toribio, un fanático radical muy amigo de León de Roma, al que pretende deslumbrar convirtiéndose en el más brillante perseguidor de los herejes y que además cuenta con la inestimable ayuda de su diácono Gargilio, un hombre cuyas ansias de poder rozan lo delirante; por otro lado, la otra opción es que la amenaza provenga de su propio círculo, es decir, que la ambición de alguno de los integrantes del grupo de haeretici haya alimentado sus ansias de acabar con él para convertirse en el nuevo líder del grupo, dada la supremacía de la goza Eugenio entre ellos. Ante esta situación, entienden que la única opción que les cabe es que Festo se haga pasar por un colega que viene a analizar la situación en la que se encuentra el grupo para buscar la mejor solución con la que abordar el acoso al que se ven sometidos por parte del obispado. Para ello, se tendrá que entrevistar con todos los integrantes, buscando al culpable, si lo hubiera, entre ellos.

De ese modo, una vez presentado al resto de los miembros tras una reunión, iremos conociendo a cada uno de ellos:

- Prócula: Tiene la misma edad que Eugenio, ronda los cincuenta. Su cabello, de natural oscuro, empieza a blanquear por las canas. En su juventud poseía una gran belleza que el paso del tiempo ha desmerecido, aunque no ha podido robarle la elegancia en el porte, dada su altura y empaque. Es altanera y reservada en el hablar, siempre parece estar enojada. Vive con sencillez, aunque tiene una fortuna importante.

- Zoilo: Coetáneo de Eugenio y Prócula. Y, al igual que ella, es un hombre taciturno, parco en palabras y estirado.

- Floro: De la misma edad que los anteriores, su aspecto físico es endeble y psicológicamente podría decirse que está amargado, aunque tiene mucho carácter. De baja estatura y hombros caídos, sus ojos transmiten un dolor intenso, lo cual sumado a unas ojeras extremadamente oscuras y una piel cetrina, le dan un aspecto de pesadumbre infinita.

- Avita: Natural de Emérita, su familia es poseedora, de una gran fortuna y tienen negocios en la zona. Tiene veinte años y vive sola. De gran belleza, tiene los ojos claros y el cabello rubio, muy claro, al igual que su piel. Es sensible, y en cierto modo enigmática. También es bastante desprendida y generosa, por lo que acostumbra a realizar labores de caridad. Sin embargo, siempre parece estar ida. Está prometida al mejor amigo del heredero del rey suevo, Requila, lo que le concede una cierta inmunidad.

- Maura: La antítesis de los anteriores, pues es todo lo contrario, coqueta y sensual a partes iguales, dinámica, ingeniosa, ambiciosa y guapa hasta la saciedad, de cabellos castaños, tiene una maldad que muy pocos conocen, focalizada en particular contra los que ella considera traidores o mediocres. No comparte con el resto de la comunidad los preceptos de castidad, sino todo lo contrario.

- Silvano: Valiente y audaz, demasiado impulsivo, rozando la agresividad. Tiene unos veinte años y, precisamente por su edad, sorprende su hermetismo. Es alto, aunque no excesivamente corpulento, pero con elegancia natural. De tez pálida, tiene las ojeras demasiado marcadas.

- Lucrecio: De la misma edad que Avita, es un bocazas de manual, altivo, superficial hasta la extenuación y, en ocasiones, violento. Delgado, pero de constitución fuerte. Cabello corto y ojos muy redondos.

Y, por si había poca leña que cortar, a este puzle le falta una pieza fundamental: El Memoria Apostolorum, el libro prohibido por excelencia, hasta el punto de que ha llegado a convertirse en ese oscuro objeto de deseo para quienes persiguen a sus hipotéticos tenedores, como es el caso de Toribio y su inefable diácono, -porque eso implicaría la condena implícita de sus dueños- y en un mito para quienes discrepan con la autoridad episcopal, como es el caso de los herejes, sean de la corriente que sean, al convertirse en una vía de escape única con la que justificar sus apreciaciones acerca de la doctrina de Jesús sostenida por la Iglesia o bien para agarrarse a ese clavo ardiendo que para muchos otros supondría la vuelta a la religión practicada en el imperio antes del catolicismo. En teoría, agrupa las enseñanzas secretas que Jesucristo impartió a los apóstoles y algunos coloquios muy específicos que mantuvieron y de los que nunca se dejó constancia ni en los Evangelios canónicos legítimados por la Iglesia ni en los ilegítimos, como era el caso de los apócrifos.

Y, con estos mimbres, comienza la fiesta; es decir, que el asesino se ha puesto las pilas y ha decidido entrar en acción, mientras que nuestro querido Gargilio, sigue haciendo de las suyas, que a este pobre infeliz cuando lo buscas en Google te aparece como sinónimo de jartible y no se le ocurre otra cosa que tender una trampa con soplón incluido a algunos miembros de la comunidad –Festo, Eugenio, Floro y Zoilo- y estos son juzgados. Y hasta ahí puedo leer.

Porque a estas alturas de la novela, esta empieza a tener hechuras de thriller, pero no os equivoquéis, que no lo es. Simplemente es que no puedes dejar de leer, porque te absorbe, porque la intriga te puede, porque te involucras de tal modo que te sientes un personaje más, así que, queridas editoriales, dejáos de etiquetas, que los lectores sabemos lo que hay. Y a este libro, precisamente, le sobran atributos como para añadirle otros que no necesita,  porque, precisamente, parte de su encanto reside en su esencia, porque es un plato cocido a fuego lento, bien aderezado, exquisitamente trabajado y cocinado con mimo y dedicación.

Por ello, no quiero terminar sin hablaros de un detalle que me ha parecido sublime: al principio casi se me pasaba inadvertido, hasta que reparé en lo mucho que disfrutaba cuando el narrador hacía una serie de observaciones que de pronto relacioné con una técnica teatral: romper la cuarta pared.

Vale, imagino que estaréis diciendo que ya está Kayena con sus tontunas, que os conozco, pero es que me ha fascinado. Quienes hayáis leído la novela, imagino que os habréis fijado en que el narrador, en muchas ocasiones, relata una situación determinada y a continuación hace una reflexión que parece dirigida a ti especialmente. Os pongo un ejemplo:



Este párrafo no forma parte de un diálogo, no es que un personaje se esté dirigiendo a otro, sino que es el narrador, tras una discusión entre dos personajes, quien nos hace esa observación a nosotros.

Pues a esto se le podría decir que se ha roto la cuarta pared. Imaginaos que esta escena se está representando en un teatro. El escenario, como sabéis, tiene tres paredes: izquierda, derecha y fondo. La cuarta es la que separa al público de la escena y por eso, cuando un personaje se dirige al público para contarle algo o, como es este caso, el narrador, interactúa con el lector, se dice esto.

Si por el contrario no has leído la novela, intenta fijarte en este detalle cuando lo hagas y, si quieres, hablamos al respecto.




Creo que se nota que me ha gustado este libro y si no es así, os lo digo ya: ¡me ha encantado!. Me he dejado cosas en el tintero, me habría gustado hablar de la labor de documentación, claro que viendo la biografía del autor, cualquiera se hace a la idea de cómo ha debido ser el proceso. Pero no solo eso: me ha fascinado (sé que me estoy repitiendo, pero esta es la palabra adecuada), saber que hay mucho de realidad en lo que aparentemente es ficción y el modo en que se ha encajado me ha impresionado. También me hubiese gustado contar lo mucho que he disfrutado mientras asistía a esta clase magistral de historia contada con una naturalidad tal que todo lo complejo que puede resultar ese período, por falta de información, se ha convertido en algo sencillo gracias al oficio de Santiago Castellanos. Pero me reservo para la siguiente, que ya tengo fichado al autor.

Esta reseña participa en la iniciativa:








Apartado: Made in Spain

El protagonista es un detective

#SeguiremosBailando