DATOS TÉCNICOS:
Título: Tierras de
niebla y miel
Autora: Marta
Abelló
Editorial: Planeta
Colección: Autores
Españoles e Iberoamericanos
ISBN: 978-84-08-23725-9
Páginas: 528
Presentación: Tapa
dura con sobrecubierta
Marta Abelló
(Barcelona, 1972) se declara una apasionada lectora desde que en su niñez
comenzase a leer a la escritora Enid Blyton. También, desde entonces, comenzó a
escribir. Después de participar en numerosas antologías de relatos y cuatro
novelas, consiguió convertirse en bestsellers en Amazón con la quinta de ellas,
Los
hijos de Enoc, que más tarde -2019- sería publicada por Booket. Tierras
de niebla y miel es su sexta novela y hoy os quiero hablar de ella.
En particular,
porque me apasionan las novelas que tienen como punto de partida uno o varios
escenarios concretos y mucho más si los conozco, como es el caso. Escenarios
que se convierten en un punto de inflexión. En geometría, la inflexión es el instante
en el que una línea o una curva pasa de ser descendente a ascendente o
viceversa. A ese momento se le conoce como punto de inflexión y este concepto
puede extrapolarse a cualquier contexto. Esto mismo ocurre con el dolmen de
Menga o el paisaje del Torcal y, en menor medida, aunque dando lugar a un
triángulo tan peculiar como sorprendente, la Peña de los Enamorados, en Málaga,
y que han inspirado esta novela, porque los tres enclaves, en mayor o menor
medida, son capaces de hacer cambiar el rumbo de la vida de los protagonistas
que anidan en esta novela, para bien o para mal.
Tierras de niebla y
miel
comienza con el desembarco de la joven Martina de Icaza en su Cádiz natal.
Regresa junto a su doncella mulata, Erlinda, después de abandonar a su marido.
Es el mes de marzo de 1899, Lunes Santo para más señas, cuando a la luz de la
luna llena y con el ambiente cargado del incienso de las procesiones, se
presenta en la puerta de la Casa de los Ocho Balcones, en la Alameda Apodaca,
buscando el amparo de su familia. Sin embargo, está cerrada a cal y canto y es
el sereno quien la informa de que sus padres han fallecido unas pocas semanas
antes y que ni siquiera puede abrirle la puerta, pues no tiene las llaves del
domicilio. Será un cochero quien las conduzca al Barrio de la Viña, donde su
tía Balbina regenta una pensión de mala muerte, La Gaviota.
Marcha entonces de
camino a Antequera, en un viaje que nos hace plantearnos cómo eran entonces las
comunicaciones, pues solo la distancia entre Cádiz y Algeciras, donde tendría
que tomar el tren hasta Antequera, le llevó once horas. Y fue en un venta donde
se vió obligada a pernoctar donde, precisamente, conoció a Milagros García de
la Garza, una monjita postulante, que se dirige a casa de unos familiares que
viven cerca de Antequera. Juntas vivirán una auténtica aventura que las llevará
a la Casa Baena con el propósito de evitar un crimen profetizado tiempo atrás,
un sacrificio que se llevará acabo en el Dolmen de Menga, ante la efigie de un
dios primitivo y se convertirán en grandes amigas.
Por otro lado, en
Campanillas, una pequeña alquería a las afueras de Málaga (hoy en día es un
distrito más de la ciudad), ha aparecido en la orilla del río el cadáver
desnudo de una joven pelirroja. La ha encontrado Pedro el Junquillos, un
vendedor de queso y miel, prácticamente un niño, al hacer un alto en el camino.
Le ha faltado tiempo para acercarse a la Casa Baena, para que avisaran a las
autoridades y rápidamente han acudido al lugar dos guardias del cuerpo de
rurales, siendo su primera hipótesis que el asesinato ha sido obra de un
sacamantecas, claro que al examinar el cuerpo se han percatado que debajo de
las piernas de la muchacha hay un jirón de terciopelo color verde oscuro, los restos
de un antifaz de carnaval y, unos metros más alejados, una figura de barro
cocido que representa a una Venus, similar a otra aparecida un mes antes junto
al cadáver de la criada de un cortijo cercano, también pelirroja. Se personan a
continuación dos guardias civiles, que no dan ninguna importancia ni a los
hallazgos ni al consejo de los del cuerpo de rurales en el sentido de que
deberían investigar al señor Baena, dueño de la Casa del mismo nombre y famoso
precisamente por las fiestas que ofrece a sus invitados en su cortijo.
No me digáis que,
en principio, la historia no pinta bien. ¿O no?. Lógicamente hay mucho más, muchísimo,
si me apuráis, porque solo he hecho un breve esbozo de, digamos, las dos tramas
principales, que no las únicas, porque, ¿qué me diríais si además os contara
que en esta novela aparecen bandoleros, masones, un crimen profetizado o
médiums?. A lo que habría que añadir que, precisamente el elenco de personajes
es asombroso tanto por la cantidad de ellos con la que nos vamos a encontrar
como por el modo en que se nos van a ir presentando, ya que están perfilados
tanto física como psicológicamente al detalle.
Os cuento un poco
de algunos de ellos, ya que de todos es imposible:
- Martina de Icaza: Veintitrés años. Ojos grises, cabello
rubio y piel nívea. Cabe destacar de ella, quizás por su juventud, su arrojo y
determinación. Coraje que va in crescendo
a medida que las circunstancias se complican. También su exquisita educación,
propia de la clase social a la que pertenece, pero que se empeña en seguir
alimentando como apasionada de la lectura, el teatro y la pintura. Cuando
decide abandonar a su marido, el vicecónsul de España en Nueva Orleans, Conrado
Lefebvre, con quien reside en una imponente mansión de la calle Bourbon,
rodeada de todos los lujos que la riqueza puede ofrecer, no lo hace por
capricho, sino inducida porque su vida sentimental y su relación personal con
él es, ciertamente, lacerante. Y su único destino solo puede ser Cádiz, la
ciudad donde nació, donde residen sus padres. Y para poder viajar sin levantar
sospechas, se compra una identidad nueva: la de Catalina Valdivia, viuda y
residente en Sevilla. Y lo hace junto a Erlinda,
su fiel doncella, una mulata criada en un hospicio católico en esa misma ciudad
y que conoce todos sus vericuetos para convertirse en su mejor cómplice en la
huida.
- Balbina Bazán: Tía de Martina y viuda de Eduardo de
Icaza, hermano del padre de la joven. Al morir este, descubrió que el legado
del que será beneficiaria solo ascendía a deudas de juego y promesas de desahucio
y deshonor, así que no le quedó otro remedio que cerrar el negocio familiar,
malvender lo poco que quedaba y volver a regentar la pensión miserable que
antaño fuera de su madre. Es lenguaraz e insolente, tacaña y grosera, y tiene
un fondo muy, muy oscuro. Le gusta indagar en los secretos ajenos para camuflar
los propios.
- Candela: Hija de Balbina y un señorito con el que
mantuvo relaciones antes de casarse. Tiene nueve años. Es una niña enfermiza y
con el corazón frágil. Sus piernas son tan débiles que apenas puede
caminar. Pasa su vida recluida en su dormitorio, dedicando su tiempo a la
costura y la lectura de libros de santos.
- Milagros García de la Garza: Huérfana de madre,
es monja postulante en el Convento de la Merced, aunque sin vocación. Simplemente
ha ingresado en la congregación porque su padre quiere quitársela de encima ya que
acaba de casarse con una jovencita y cree que la hija le causará problemas por
su carácter que, bien cierto es, a la chica no le falta de nada, porque es
malhablada y de modales imposibles. De baja estatura, ojos grandes y belleza
asintomática, es bastante desgarbada.
- Regina Vega: Abuela de Martina. Abandonó a su familia
tras enviudar y se instaló en Antequera para vivir a los pies de la Alcazaba, diez
años atrás, cuando se casó con su segundo marido, un rico napolitano del que se
enamoró perdidamente. Alta y esbelta, se aprecia en ella una indudable
educación. Conocida como Madame Regina por unos o Regina la Bruja, por otros, el
caso es que ejerce de curandera o de bruja, según se vea, aunque guarda muchos secretos
sobre la naturaleza de su don.
- Conrado Lefebvre: Marido de Martina de Icaza, es
vicecónsul de España en Nueva Orleans. De carácter inestable y furibundo, pertenece
a una influyente familia jerezana. Tiene los ojos oscuros, tanto como sus intenciones.
- Angus Slorrance: Caballero inglés perteneciente a la
masonería, aunque oficialmente es un coleccionista de objetos antiguos y, en su
círculo más cercano, un cazatesoros. De hecho, en su estudio gaditano de la
Alameda, escondidos tras una puerta secreta, guarda numerosos arcones con
piezas de incalculable valor. Su última adquisición, una figura de Melkart, antiguo
dios fenicio que representa al señor de los campos, es su bien más preciado. Por
ello, no duda en mostrárselo a sus hermanos francmasones cuando se reúne con
ellos en una de tantas reuniones en una cripta secreta de la Tacita de Plata.
Soltero, se rumorea que no siente aprecio por las mujeres. Tiene el pelo pajizo
y es bastante engreído y dado a las extravagancias.
- Alejandro Baena Warwick: Treinta años. Ojos
negros. Segundo de los cuatro hijos de Cayetano Baena de las Heras y Fiona Warwick, es el único de ellos que
reside de manera permanente en la Casa Baena, junto a su sobrina Genoveva, hija de su difunta hermana
Graciela, una niña de nueve años, de ojos azules y pelo azabache y siempre
pegada a su muñeca Cosette, y su madre, que lo hace por temporadas, de origen
inglés y conocida por cultivar flores exóticas. Sus otros hermanos, Arnaldo y
Manuela residen en Málaga, en la calle Larios. De carácter introvertido,
representa todo lo reprobable de su condición: la del señorito andaluz más
preocupado en demostrar su posición social rodeándose de lujos, viviendo en un
derroche permanente mientras los jornaleros que trabajan sus tierras son
prácticamente unos indigentes que se desloman a cambio de un salario que roza
la miseria. Está enfermo, pero su gran debilidad es la institutriz de su
sobrina, Clara, una joven de origen
catalán, de cabello caoba, cara cubierta de pecas y ojos azules.
- Simona Bélmez: Ama de llaves en la Casa Baena, a la que
llegó intentando poner distancia con su Cádiz natal y así intentar olvidar la
desgracia en la que se sumió su familia tras el naufragio del barco en el que
su hijo perdió la vida. En este cortijo encontró un lugar en el que ser alguien
y la ilusión que ofrece el amor, aunque sea imaginario. Es una déspota de manual
con el resto de compañeros o trabajadores de la finca.
- Benigno: Marido de Simona, vive en una casa humilde
en el Campo del Sur junto a su suegra, Dorita Gómez, alias la vieja mochales,
que en su juventud triunfó como La Perlita de Cádiz. De profesión pescador, la
abandonó el día que el mar se llevó a su hijo. Ahora trabaja en La Gaviota y
eso parece haberle infundido ánimos, además de permitirle tener un jornal con
el que mantenerse.
La Banda del Cañamero: En la actualidad
tienen su campamento en la sierra del Torcal, un intrincado bosque pétreo cuyas
rocas, por efecto de la erosión, han tomado con el paso del tiempo formas
arbitrarias, acaso fantasmagóricas. Está compuesta por cinco asaltantes de
caminos que, por razones menores, huyeron en su día de una justicia siempre
injusta con los desheredados. Por eso, mientras para las autoridades son
criminales a batir, para la clase baja –la inmensa mayoría- son héroes.
- Miguel Balboa: Líder de la banda del Cañamero. Tiene
veinticinco años, alto y corpulento. y,
entre sus alforjas, guarda un ejemplar de Los Miserables como una joya. Su
historia es inefable e incontestable.
- Antonio el Piconero: Debe su apodo a que
de niño vendía carbón para los braseros. Fue acusado de cazador furtivo
injustamente por un vecino cuyo propósito era ampliar las lindes de su terreno.
- Juanito el Petimetre: Su apodo hace
referencia al esmero con que cuidaba sus patillas y cabello de color negro
azabache.
- Diego el Tormenta: Huyó de la justicia porque no quiso
cumplir con el servicio militar.
- Luis Alberto el Tragaldabas: Que debe su
apelativo a lo voluminoso de su barriga. Albañil de profesión y con tres hijos,
su vida dio un giro de ciento ochenta grados cuando descubrió a su mujer en brazos
de un contrabandista. Pelearon y el otro murió, así que tuvo que echarse al
monte para eludir a la justicia.
Porque Tierras
de niebla y miel es una novela de estructura sencilla: sus poco más de
quinientas páginas se dividen en treinta y seis partes (tituladas) que, a su
vez, están subdivididas en unos pocos capítulos (numerados), bastante cortos,
para imprimir ritmo a la lectura. Este sistema nos permite, además, ubicarnos
en los distintos escenarios en los que transcurre la trama; es decir, cada una
de esas partes y sus correspondientes capítulos atañe a un lugar en concreto, bien sea la Casa
Baena, Cádiz, El Torcal, Antequera, etc. También nos permite contemplar la
escena de una manera cinematográfica, pues es muy visual. De hecho, son
memorables las descripciones del Dolmen de Menga o el Torcal, por poner un par
de ejemplos, aunque, sinceramente, Marta Abelló escribe tan bonito, es tan
exquisita en su forma de narrar que cualquier lugar, por nimio que pueda
parecer, es casi un ejercicio poético.
Por todo lo que
aquí comento y lo mucho que me guardo, no puedo más que recomendar esta novela.
Porque es espectacular, en todos los sentidos, porque sea el género que sea que
más disfrutes, lo hallarás entre sus páginas. Porque es una historia exquisita,
con un estilo a la altura, con una ambientación sublime. Porque es un regalo digno de guardar en el mejor
rincón de tu estantería y de tu alma.
Esta reseña participa en la iniciativa:
Apartado: Made in Spain
La víctima o el asesino pertenecen a la clase baja o marginal.
#SeguiremosBailando