DATOS
TÉCNICOS:
Título: CAVA DOS FOSAS
Autor: Félix
García Hernán
Editorial: Alrevés
ISBN:
978-84- 17847-45-6
Páginas: 352
Presentación:
Rústica con solapas
En marzo de 2009 se
fundó la editorial Alrevés, aunque no fue hasta septiembre de ese mismo año
cuando comenzaron a publicar las primeras novelas. Ya han cumplido más de una
década y, aunque han sufrido algunos cambios desde entonces y han ido
reduciendo sus miras en torno a los géneros a abarcar, no han reducido ni un
ápice la calidad de su elenco, ahora especializado en novela negra o en no
ficción criminal.
Uno de los cambios
que han efectuado para conmemorar su décimo aniversario, es el del diseño de
las cubiertas tan características y reconocibles. Y creo que ha sido un
acierto, al menos en los ejemplares que tengo, porque son más vistosas, además
de incluir el número de orden de cada publicación. Inauguraron el cambio de imagen
con La casa vacía, de Manuel Barea, La favorita del Harén, de Andreu Martín y
Sangre de liebre, de Juan Bolea.
Dicho lo cual, hoy
os vengo a hablar de la novela 103: Cava
dos fosas.
Félix García Hernán
(Madrid, 1955) cursó Derecho en la Universidad Nacional de Educación a
Distancia. Sin embargo, ha dedicado su vida a su auténtica vocación: la
hostelería, sector en que empezó a trabajar en su adolescencia, desde el
peldaño más bajo, como botones, para ir escalando, poco a poco, hasta llegar a
dirigir los establecimientos más emblemáticos de Madrid, como el Hotel Villa
Real, el Urban y el Only You. pero es, por vocación, hotelero. Ha formado parte
del Consejo de Administración de la asociación Small Luxury Hotels of the World
y es miembro de la Junta Directiva y censor de cuentas de la Asociación Empresarial
Hotelera de Madrid.
Lector compulsivo y
amante de la música clásica y del cine, Cava
dos fosas es su cuarta novela.
Javier Gallardo, a
sus cincuenta y cinco años, es uno de los comisarios de policía más respetados
y brillantes del país. Sin embargo, desencantado, decide aislarse un tiempo en
la Vall de Boí y replantearse su futuro en el cuerpo. Allí, mientras disfruta de
este retiro, tendrá que enfrentarse a una oscura y reaccionaria forma del mal
con la que se encaró recién salido de la academia y que marcó su carrera y su
corazón para siempre.
Porque los inicios
de Gallardo en el cuerpo, en una sociedad frágil que afrontaba sin ninguna
garantía su transición hacia la democracia, no fueron fáciles. A fuerza de
desengaños, pronto aprendió que el enemigo, a veces, estaba mucho más cerca de
lo que podía imaginar. Treinta años después, sus adversarios, que ya creía
sepultados, volverán con más inquina que nunca para saldar cuentas pendientes
con un plan maquiavélico que atacará directamente a aquello que más le importa.
Con una tensión dramática digna de los mejores autores
del género y una prosa directa y contundente, Félix García no da tregua al
lector hasta la última palabra y lo sumerge en un viaje sin concesiones por las
más oscuras trincheras del poder, para descubrir que treinta años no son
suficientes para enterrar todos los demonios del pasado.
Si hay un dicho que
forma parte del acervo popular de manera más que explícita es aquel tan
conocido como “Del cerdo, hasta los andares”. Vale, pensaréis que con tanto
confinamiento me he vuelto loca y que a santo de qué viene el mezclar
literatura con gastronomía, y no os quito la razón, pero es lo primero que me
ha venido a la cabeza al terminar de leer Cava
de fosas. Y el paralelismo existe, creedme, porque esta novela, al igual
que un ejemplar manchado de Jabugo –también valdría cualquiera de los que se
crían con mimo en las dehesas onubenses- es un lujo al alcance de unos pocos.
Los que buscan una historia vibrante, un bocado delicioso y mucho más.
Y es que mientras
el primero ha tenido una trascendencia significativa desde la antigüedad,
desempeñando un papel fundamental en la alimentación del hombre, porque de él
se aprovecha todo, ocurre algo similar con este libro, que alimenta no solo la
mente, sino que una vez que te sumerges en su historia, te abre las puertas a
infinidad de universos íntimos y personales por el extraordinario poder que
ejerce sobre el lector, por la cantidades de sensaciones que es capaz de
desatar por las situaciones narradas, al vivirlas en primera persona. Sin
remisión.
Así que una vez que
me he metido en este jardín de establecer paralelismos entre cerdos y novelas,
vayamos al tajo despedazando a uno y otra:
Es imposible pensar
en este libro y no considerar la trama como la parte esencial de la novela. Y
es esencial, ya digo, porque teniendo claro que Cava dos fosas es una novela redonda, discernir qué es lo más exquisito
de ella tiene su mérito. Y hablo de trama, en singular, cuando, en realidad,
hay tres distintas aunque todas protagonizadas por casi los mismos personajes. O
bien, podría decir que son dos historias diferenciadas en tiempo y lugar, una
de ellas consecuencia de la otra. Pero insisto en que para mí hay tres tramas,
que serían, obviamente, las partes más exquisitas del noble animal que me va a
acompañar en esta reseña. Una transcurre durante la transición española, bien
arraigada la década de los ochenta, recién alcanzado el poder por el partido
socialista; la segunda, transcurre en la actualidad, treinta años después y la
tercera, también en la actualidad y paralela a ella, narra la investigación
llevada a cabo para resolver un secuestro espantoso. Cada una de las tramas,
por sí misma, es toda una aventura, una lucha sin cuartel contra lo más abyecto
del ser humano:
- Jamón: ¿Qué se puede decir del pernil de un
manchado de Jabugo y no caer en el entusiasmo extremo? Pues eso es lo que
ocurre cuando pienso en la trama que transcurre en la actualidad, en la que nos
encontramos con Javier Gallardo, un comisario de policía prácticamente vencido
a sus cincuenta y cinco años -a pesar de tener un currículum impresionante a
nivel laboral- y que aun así ha hecho un impasse en su vida para retirarse del
mundanal ruido y así recalar en una casita rural del pirineo leridano, en la
Vall de Boi, donde replantearse su futuro. Sin embargo, su tranquilidad se verá
interrumpida cuando, a pesar de las muchas medidas que ha tomado para no ser
localizado, es secuestrado.
- Solomillo: Por su textura y sabor es la pieza más
demandada, del mismo modo que ocurre con la trama que transcurre treinta años
antes, porque es natural que queramos saber qué fue aquello que pasó que ha
dado lugar a tanto horror. Y el autor lo lleva a cabo de la manera más natural
posible: alternando los capítulos en los que discurren ambos momentos. Y lo
hace con una solvencia digna de quitarse el sombrero, contextualizando una
realidad histórica fácilmente reconocible –sobre todo si, como yo, has vivido
aquella época- en los albores de una España que prácticamente estrenaba
democracia, aquel famoso período denominado transición, en el que los temidos
poderes fácticos se empeñaban en asumir el poder político desde la trastienda,
sin una legitimidad que los sustentase mientras los pobres ingenuos que creían
que la democracia estaba más que asumida. Es así como conocemos a Javier
Gallardo, un joven policía prácticamente recién salido de la academia de Ávila,
número uno de su promoción, que tiene que investigar el asesinato de un
homosexual acaecido en el madrileño Parque del Retiro. Hasta que pincha en
hueso y la pareja de la víctima reconoce al cabecilla del crimen y a uno de sus
acompañantes, aunque no por ese orden. Y la maquinaria se pone en movimiento
para ocultar responsabilidades y apartar al policía del caso. En la misma
situación se encuentra su amigo y colega Fernando Luengo y ambos, junto a otra
amiga del segundo, también policía, deciden jugarse el tipo y algo más para esclarecer
no solo ese homicidio, sino otro más que parece haber rubricado el mismo sujeto.
E idearán un plan sabiendo que tienen todo en contra, bordeando la ley.
- Carrilleras: Que el cerdo se puede comer de distintas
maneras es una obviedad, del mismo modo que un secuestro se puede resolver de
otras tantas. Solo tienes que contar, sea para una cosa o para otra, con
ingredientes de excelente calidad, como es el caso que nos ocupa. De esa forma,
si cuentas con unos personajes de rompe y rasga, si lo condimentas bien
acompañándolos de otros tantos, si lo dejas cocer a fuego lento para que la
intriga te devore, el resultado será el que ha conseguido el autor: que no
puedas dejar de pasar páginas esperando una resolución que te dejará, como
poco, exhausta y jurando en arameo por la tensión vivida. Doy fe y no soy
notaria.
Y si tres son las
tramas, tan importantes como la propia historia que en ellas se narra lo son
los protagonistas de las mismas. Personajes poliédricos, con fisuras y
claroscuros, con los que es fácil empatizar, a los que puedes aborrecer con
toda tu alma… en definitiva, hay de todo, como en la viña del Señor.
- Paleta: Del mismo modo que el jamón es la pata
trasera del cerdo, la paleta es la delantera. Y tiene el mismo proceso de
elaboración. Por ello, dado que el jamón, por similitud, corresponde a la trama
que acaece en la actualidad, sus protagonistas han de ir acordes. A fin de
cuentas, a excepción del peso y la proporción de grasa entre ambas piezas, hay otra
diferencia, aunque apenas perceptible: mientras que uno es más complejo y suave
en cuanto a gusto, la otra es más potente e intensa. Precisamente es lo que
ocurre con los protagonistas de esta trama, focalizando el protagonismo en Javier
Gallardo, Fernando Luengo y, obviamente, Diego López de Arbeloa, que a lo largo de los
treinta años que han pasado desde que coexistieron en tiempo y lugar, han
evolucionado para hacerse más fuertes, agudos y, en el tercer caso, más
virulento.
- Carré: Serían los protagonistas de esta trama,
personajes que se repitan en la anterior. Sin lugar a dudas, estos serían Javier
Gallardo, Fernando Luengo y Carmen Núñez-Quiroga por un lado y Diego López de
Arbeloa, por otro. He de decir que son personajes inconmensurables, enormes.
Los tres primeros están íntimamente relacionados, son compañeros de fatigas en
la policía y amigos leales. El cuarto es el mejor de los antagonistas posibles,
un personaje de un golpe, sin fisuras, que acumula en su haber todos los atributos
posibles que debe ostentar un psicópata de manual. Y alguno más.
- Costillas: Si hay un protagonista en esta trama, una
pieza en este puzle suculenta como pocas, ese lugar lo ostenta, con solvencia, Raúl
Olaya, inspector jefe y discípulo de Javier y tan minucioso y tenaz como el
maestro, aunque no serán las únicas virtudes que compartan, pues es capaz de
buscar una aguja en un pajar con tal de dar con una pista ínfima que ayude a
dar con el paradero no solo de su jefe, sino el de los tres secuestrados.
- Pluma ibérica: Si los protagonistas de esta novela están pergeñados de forma magistral, los secundarios están a la altura, por su gran atractivo: como Alfonso Gallardo, hijo del comisario, que se ve envuelto en este monstruoso disparate consumado por López de Arbeloa; o Críspulo, escudero de faenas de Diego, al que conoció siendo un niño y que desde entonces no se ha separado de él. El tonto útil por definición; o la prostituta del lupanar que frecuenta Críspulo; o Mosén Estanis, el párroco de la Vall de Boi y, por supuesto, el camionero al que un día atendió en la comisaría Javier Gallardo y que este, en un ejercicio de lealtad, no dudó en ayudarle cuando llegó el momento. No son los únicos secundarios, pero sí una muestra de lo más destacable por diferentes motivos.
- Secreto ibérico: Comienza el libro con la siguiente advertencia: “Esta novela ha de valorarse como producto de la imaginación del autor.
Por tanto, no debe inducir a atribuir conductas, acciones o palabras concretas
a ninguna persona existente o que haya existido en la realidad”. Y claro,
cuando terminas la novela y vuelves a reparar en la advertencia, piensas en
que, como esta pieza gastronómica tan difícil de encontrar -y más cuando el
ejemplar es un ibérico alimentado con bellota, porque todavía es más reducida y
en ocasiones pasa inadvertida-, por mucho que nos quieran convencer de que todo
es producto de la imaginación del autor, que sí, que también, hay tanta verdad
en la novela que asusta por sus visos de realidad.
- Presa ibérica: Al igual que el secreto, es una
carne situada en un lugar muy especial: entre el lomo y la cara interna de la
paleta. No obstante, es tan jugosa como sabrosa y considerada por muchos como
la más deliciosa del animal, al igual que el título de la novela que, aunque a priori suene a película de clase
B o serie gore, hace referencia a la célebre frase de Confucio: “Antes de
comenzar un viaje de venganza, cava dos fosas”.
- Chuletero: Así como la historia es la columna vertebral
de esta novela, el estilo de la misma podría considerarse el músculo intercostal
capaz de mantener la actividad de una trama perfectamente construida. Y es precisamente
esta pieza de carne una de las más suculentas debido al ejercicio practicado. Eso
lo consigue el autor con una prosa directa y unos diálogos brillantes en los
que afloran los sentimientos de cualquiera de los personajes, ya sea cuando
tratan temas como la amistad, el amor, el deseo de venganza o el afán de
justicia. Cava dos fosas es un
relato apasionante, a ritmo de thriller y experiencias al límite.
- Lomo: Dicen que esta pieza de carne es la más
noble del animal por las distintas características que la avalan. Normalmente,
se consume tanto en fresco como embuchado, estando a la misma altura del jamón
cuando el ejemplar es un ibérico de bellota. Y es precisamente en este contexto
donde se puede establecer una similitud con el género al que pertenece esta
novela porque, sin lugar a dudas, Cava
dos fosas es una novela negra de una calidad superior, tanto por su forma
como por el fondo, en el que la crítica social es más que obvia, un juego de
espejos envuelto en un velo de falsas apariencias impuestas por los poderes
fácticos, capaces de corromper cualquier institución. ¡Bocatto di cardinale!
Cava dos fosas es una novela policíaca sublime y negra
como la boca del lobo, que invita a la reflexión sobre la condición humana
porque, a fin de cuentas, también es una novela de personajes poliédricos, escrita
con fluidez, con momentos inolvidables de extremada angustia porque su trama
está construida con una destreza extraordinaria. Una novela que, como un puzle,
va encajando sus piezas a medida que las páginas se deslizan entre nuestras
manos, hasta conformar un mosaico de historias que convergen en la figura de Javier
Gallardo. Merece la pena y mucho. Palabrita de Yincanera.