viernes, 29 de noviembre de 2019

VIII CERTAMEN DE NOVELA HISTÓRICA CIUDAD DE ÚBEDA

¡Larga vida a la ficción histórica!

Hace unos cuantos años, por motivos que no vienen al caso, me trasladé a vivir a Jerez de la Frontera, donde residí otros tantos. Andalucía siempre había sido una debilidad para mí; de hecho, a nada que tenía unos pocos días de vacaciones, la visitaba, por lo que el destino no podía ser mejor. Y no precisamente porque sea una apasionada de sol y playas, al contrario, sino por la riqueza cultural y monumental que se oculta en cada rincón de esa ciudad que se puede hacer extensiva a toda la Comunidad Autónoma.

El caso es que, dado que casi toda mi familia seguía residiendo en Madrid, mis viajes a la capital eran continuos. Acudía con el corazón en un puño, para reencontrarme con ella y la vuelta era un cúmulo de frustración la mayoría de las veces. Así que ideé la manera de que se me hiciera menos penoso el viaje de regreso: en cada ocasión escogía un pueblo al azar para pateármelo y descubrir sus monumentos más emblemáticos o sus rincones más inolvidables.

De ese modo conocí Úbeda, la ciudad más vieja de occidente, una isla renacentista rodeada por un mar de olivos. Y no os podéis hacer una idea de lo impresionada que me dejó aquella primera visita, razón por la cual volví en repetidas ocasiones y, cada vez que lo hacía, me maravillaba más. Por eso hoy, rememorando que hace unos pocos días estuve allí de nuevo, me he hecho la firme promesa que seguiré insistiendo con esa ciudad que, además, cuenta con un atractivo nuevo: en ella se celebra anualmente un certamen de novela histórica, que ya va por su octava edición, el más importante del país. Imaginaros mi alegría.

El Certamen de Novela Histórica Ciudad de Úbeda comenzó el martes 12 de noviembre, para concluir el domingo 17. A lo largo de esos días la capital de la comarca de La Loma, declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco, fue una fiesta literaria en el más amplio sentido de la palabra y #SoyYincanera estuvo allí desde el viernes 15 hasta el domingo. En los días previos a nuestra llegada se llevaron a cabo los siguientes actos:

- 12 de noviembre, a las 19:30 h.: Presentación de la novela Fierro, de Francisco Narla, en el salón de actos de la UNED.

- 13 de noviembre, a las 12:00 h.: Charla con Francisco Narla en el Museo de la Batalla de las Navas de Tolosa y, a las 19:30 h., presentación de la novela Sitiados de Mercedes Santos en el salón de actos de la UNED.

- 14 de noviembre, a las 19:00 h.: Presentación de la novela Historia de una flor, de Claudia Casanova en la Biblioteca Municipal de Navas de San Juan y, a las 19:30 h., presentación de la novela Las islas de poniente, de Julio Alejandre en el salón de actos de la UNED.



Nosotras llegamos el viernes poco antes de las 19:00 h. Pablo Lozano, director del certamen, nos esperaba en el hotel para acercarnos a la librería “Libros prohibidos” y así asistir a dos presentaciones.

A la primera, Historia de una flor, de Claudia Casanova, llegamos cuando había comenzado; no obstante, pudimos reengancharnos sin problemas a la charla dirigida por Pedro Pablo Uceda. Desmenuzaron poco a poco la novela, inspirada, que no basada, en la vida de la aragonesa Blanca Catalán de Ocón, primera mujer botánica española, algo que aclaró certeramente la autora de este modo: "Aunque la base es una vida real, no era mi intención escribir una biografía, sino inspirarme en ella". La historia transcurre en la Sierra de Albarracín, lugar donde la familia Catalán de Ocón pasaba largas temporadas. Está escrita con un estilo limpio y vigoroso, aun tratándose de una novela relajada y serena, dado que lo que prima en ella es el conocimiento que podemos adquirir a medida que avancemos en la lectura, de las mujeres que habitan esta trama, tan fuertes como poco conocidas y, sin embargo, cruciales en la evolución de la ciencia gracias a que supieron salvar todos los obstáculos que, a mediados del siglo XIX, la sociedad les imponía.

La segunda presentación me hizo una especial ilusión, toda vez que la dirigía nuestra compañera de #SoyYincanera, Eva Martín. En ella abundaron sobre la trilogía Las cenizas de Hispania (El Alano, Niebla y acero y El dux del fin del mundo), del escritor José Zoilo Hernández. Conocí gracias a ellos a un personaje que, estoy convencida, hará mis delicias en breve, Attax, un alano de aquellos que poblaban la piel de toro a mediados del siglo V y que se la pateó a golpe de puñal y espada y que me contará su historia y lo que sucedió en aquella época en primera persona. Una época que, por otro lado, es una gran desconocida, pues coincide con las postrimerías de la Hispania romana.


Decir que me encantó lo que contaba el autor es quedarse corta, pues destilaba entusiasmo al hablar de cómo se fraguó la historia, de sus motivaciones, del proceso de documentación, pero, sobre todo, de que escribió una historia que a él como lector le gustaría leer. 



El sábado no pudo comenzar mejor: era el día grande de este certamen, en el que se aglutinarían la mayor cantidad de actos y perdérselos era una locura. Así que marchamos emocionadas a la primera cita del día que, además, era inexcusable: la entrega del VIII Premio de Novela Histórica Ciudad de Úbeda, que recayó en Alan Pitronello, un joven de origen chileno, aunque afincado en España desde que vino a estudiar Geografía e Historia en la Universidad de Valencia.

El jurado, compuesto por los escritores Jesús Maeso, Salvador Compán y Pedro Santamaría, el periodista David Yagüe y el editor de Ediciones Pàmies, Carlos Alonso, falló por unanimidad para que La segunda expedición se alzase con el premio, a pesar de la indudable calidad del resto de obras presentadas. Las razones esgrimidas fueron: “estar magníficamente escrita, con una conseguida recreación del lenguaje y los usos y costumbres de la época”, así como que “ofrece un revelador retrato de ese mundo incipiente de los conquistadores en los primeros años de las Américas. Tiene un argumento y una estructura narrativa muy logrados. Destacan especialmente las escenas de acción y aventura”, entre otras lindezas.

Y no me extraña, porque según contó Pitronello en su discurso de aceptación, ha tardado ocho años en terminar la novela y retocarla hasta darle esa última pátina de delicadeza y convertirla no solo en un manifiesto en pro de la cultura latinoamericana, denostada desde siempre por la historiografía anglosajona, sino que en ella tiende puentes y abre fronteras en torno a la leyenda negra y la guerra propagandística que, durante siglos, se ha hecho de todo lo español: “Es una obligación, como escritor latinoamericano, defender nuestra cultura mixta: doy las gracias por haber nacido en castellano, una lengua que actúa como elemento unificador”. Por eso, tampoco me sorprende que quienes la hayan leído hablen de su sorprendente estilo literario, brillante e históricamente intachable.


Y si interesante fue la charla con Alan Pritonello, no lo fue menos la que llegó después, con un pletórico Pedro Santamaría que, junto a su editor Carlos Alonso, nos habló de su novela El ateniense.

Disfruté como pocas veces escuchándole. Es verdad que siento fascinación, desde siempre, por la cultura helena y que por ello la figura de Alcibíades la sentí cercana, pues ya me lo he encontrado en algún que otro libro, aunque nunca como protagonista de ninguno. En este caso, daba gusto el repaso que hacía el autor del personaje: el más controvertido de la historia antigua, atractivo, miembro de una familia aristocrática, inteligente, experto orador y mejor estadista, aunque también despiadado, valiente y enérgico en la batalla… y casi peor en el día a día, porque era traicionero por definición, hasta el punto de ganarse adversarios cada vez que cambiaban sus lealtades, que era muy a menudo. Lo hizo en su Atenas natal para salir corriendo hacia Esparta cuando le acusaron de sacrilegio. Y de Esparta tuvo que desertar hasta Persia. Como “un perfecto hijo de puta”, llegó a precisar el autor, al que solo le faltó recibir el “amén” de un auditorio totalmente entregado a la disertación de Santamaría bajo la atenta mirada del editor de Pàmies que, por momentos, era de asombro al ver que este estaba destripando la novela sin contemplaciones.

Lo más interesante de la novela, es que conoceremos al protagonista desde el punto de vista de otros personajes, ya que cada capítulo lo narra uno distinto, utilizando la técnica del caleidoscopio, también llamada del enfoque narrativo múltiple. Un ejemplo de originalidad para describir a un personaje poliédrico y un conspirador nato que, estoy segura, me entusiasmará a través de la prosa de Pedro Santamaría.


Después de estas charlas, tuvimos que hacer malabares con el programa, dado que, por un lado, a las 12:40 h. iba a haber una charla con Simon Scarrow, galardonado por el certamen con el premio Ivanhoe en reconocimiento a su trayectoria y, por otro, nos atraía muchísimo todo lo que giraba en torno a las actividades de recreación y reconstrucción histórica y, aunque a las 12:00 h. nos habíamos perdido la primera de ellas que giraba sobre el ejército zulú en la guerra de 1879 al coincidir con la presentación de Pedro Santamaría, optamos por ir a la segunda que tenía por protagonista al británico, así que nos trasladamos a la Plaza de Vázquez de Molina para así asistir a continuación de uno los platos fuertes del certamen: la brillante recreación de la batalla de Isandlwana, que tuvo lugar en Sudáfrica en 1879, en el contexto de la guerra anglo-zulú. 

Pablo Lozano nos puso en antecedentes antes de convertirnos, no solo a aquellos que de una u otra manera participábamos en el certamen, sino a todo el pueblo de Úbeda que se acercó a la emblemática plaza, en guerreros zulús, por arte de magia. Nos explicó cuáles eran los gritos de guerra que utilizaban, el modo en que se mofaban de los británicos e incluso a morir dignamente defendiendo tu tierra y tus raíces. Y así, tras un pequeño ensayo más hilarante que otra cosa, nos transformamos. Revivimos y nos sentimos parte de aquel ejército indígena compuesto por aproximadamente 20.000 soldados que arremetió contra una columna del ejército británico. Ellos eran 1.800 hombres, entre los que había unos 400 civiles, alguno de ellos africano. Vale, éramos más, pero su tecnología militar era muy superior: mientras nosotros luchábamos con unas simples lanzas de punta de hierros y escudos de piel de vaca, ellos portaban fusiles de retrocarga, además de dos cañones de montaña y una batería de cohetes Hale. Pensaban que a la primera detonación saldríamos corriendo… ¡y ganamos!.




Tras la comida llegaron las dos presentaciones más internacionales del certamen. Comenzó Ben Kane, que vino hablar de su última novela, Guerra de imperios, que transcurre durante el siglo III anterior a nuestra era y narra la guerra entre Roma y Macedonia. La novela es la primera parte de una bilogía que, en origen, tenía andares de trilogía, pero a la que el autor keniano decidió ponerle el punto final con una segunda entrega quizás porque ya tiene en mente cambiar el rumbo y acometer un nuevo reto, centrándose en la figura de Ricardo Corazón de León y así dar un descanso a “los romanos” que tanta fama le han reportado, siguiendo los consejos de su editor.

A continuación le tocó el turno a Baptiste Touverey, al que Javier Velasco supo hacer las preguntas oportunas para que quienes no conocíamos su obra nos sintiésemos atraídos por ella. Su novela, Constantinopla, nos traslada al imperio Romano-Bizantino, allá por el siglo VII de nuestra era cuando el más occidental ya no era ni la sombra de lo que fue, pues cayó tiempo atrás y nos sumergirá en una guerra que duró más de dos décadas entre este nuevo imperio bizantino y el persa. Los emperadores se sucederán como si no hubiese un mañana y las traiciones y los engaños, junto con las luchas de poder, serán el pan nuestro de cada día.

No he leído la novela, pero a juzgar por lo comentado, no pienso perdérmela. Me atrae especialmente por el período en el que se desarrolla –poco manido a nivel literario- y porque se alabó y mucho el modo en que está narrada. 




En este certamen solo hubo un enemigo declarado: el clima. Y se materializó el domingo, en el que el frío y la lluvia tomaron un protagonismo inusitado. Por ello, los actos programados para ese día fueron más restringidos. 

A eso de las 10:00 h. volvimos al Hotel Palacio de Úbeda para asistir a la entrega del IV Premio Cerros de Úbeda a la mejor novela histórica publicada en 2018, concedido a Iñaki Biggi por Valkirias. A continuación el autor, acompañado de Emilio Lara, hablaron largo y tendido de la obra en una charla distendida y, en ocasiones, divertida, sin restarle un ápice de seriedad a una trama basada en hechos reales: la de un ejército vikingo que llegó a Sevilla allá por el 859 con la intención de saquear la ciudad como ya hicieron en el 844. Pero todo fue en vano y los cazadores fueron cazados y hechos presos por el gobernador, quien, además, exigió un rescate imposible para su excarcelación. Cuando la noticia llegó a su aldea de origen, las mujeres, lejos de amilanarse, decidieron liberarlos y con la ayuda de un grupo de mercenarios aprendieron a luchar mientras se pertrechaban para la aventura que las llevaría a Isbiliya junto con sus hijos.

Y fue precisamente el que las protagonistas de esta novela fuesen mujeres capaces de abordar una gesta espectacular en la que los hombres habían fracasado, lo que dio lugar a que sobrevolase la idea de si la intención del autor era la de transmitir un mensaje feminista o no. Y en este sentido Iñaki Iggi fue muy preciso, dejando claro que su única intención fue la de dar naturalidad a las capacidades de hombres y mujeres más allá del sexo al que pertenecen. “No me planteé el tema del feminismo en ningún momento a la hora de escribir, simplemente conté la historia que me pareció más interesante. Me centré en los personajes como tales, me daba igual que fuesen hombres o mujeres porque bajo mi punto de vista no nos diferenciamos tanto”.

Lógicamente también nos habló del germen que fraguó la idea para que esta novela se materializase, del fascinante y a veces farragoso proceso de documentación para verla convertida en papel y las sorpresas que se llevó en el camino.

Más tarde, el presentador se convirtió en presentado cuando le tocó el turno a Emilio Lara, galardonado con el Premio Edhasa de Narrativas Históricas, para hablarnos de su novela Tiempos de esperanza, acompañado por Sebastián Roa y Jesús Hernández Úbeda. Y si distendida y divertida fue la primera charla del día, la segunda solo se puede resumir como exquisita, tanto en el fondo como en las formas. Es indudable que Emilio Lara es un excelente y refinado narrador sobre el papel, pero en el tú a tú, a la hora de plasmar sus puntos de vista, embauca al lector de manera indiscutible. Además de hablar de la trama de su historia, la llamada Cruzada de los niños, que se remonta a 1212 en una Europa convulsa y exaltada por el fervor religioso, se abordaron cuestiones como la importancia del entretenimiento en este género o del peso que este juega para que cualquier obra sea considerada rigurosa por ese afán de algunos de ponderar el peso de los datos en detrimento de la trama o los personajes, convirtiéndola en un peñazo de cara al lector. Y así, su respuesta fue más que meridiana: “La novela tiene que ser narrativamente solvente, no puede predominar lo histórico, no puede haber más datos que trama. Hay mucha historia novelada que no debe confundirse con la novela histórica, la respeto, pero no me interesa”.



Al salir de estas dos intensas charlas, Pablo Lozano nos comunicó que las recreaciones programadas para el domingo –una lucha de gladiadores y la batalla de Rorke´s Drift- se habían anulado, ya que la lluvia las hacían inviables. Decidimos entonces ponernos en marcha hacia Madrid y aprovechar para comer en el camino y que no se nos hiciese de noche. Claro que, antes de irnos, volvimos a disfrutar un poco más de la ciudad dando un paseo por esas calles que rezuman cultura e historia a cada paso, pues no en vano son la antesala al renacimiento español en cuanto a arquitectura civil y religiosa y, mientras lo hacíamos, ya estábamos contando los días para volver a repetir la experiencia.