DATOS TÉCNICOS:
Título: LA SOSPECHA DE SOFÍA
Autora: Paloma Sánchez-Garnica
Editorial: Planeta
Colección: Autores Españoles e Iberoamericanos
ISBN: 978-84-08-20562-3
Páginas: 656
Presentación: Tapa dura con sobrecubierta
Conocí a Paloma
Sánchez-Garnica allá por 2012. Había publicado su novela Las tres heridas y fue ver el título y quedarme clavada, pues me
llamó poderosamente la atención. ¿Tendría algo que ver con aquel extraordinario
poema del mismo título de Miguel Hernández y que posteriormente versionaron
Joan Manuel Serrat o Joan Baez?. La duda quedó más que resuelta cuando comencé
a leer la novela y se convirtió en sorpresa mayúscula cuando me encontré al
poeta convertido en un personaje secundario de esa historia tan conmovedora. A
esta novela le siguieron La sonata del silencio y Mi recuerdo es más fuerte
que tu olvido, ambas tan impresionantes como la primera y por ello contaba
los días para tener en las manos La
sospecha de Sofía, quizás, y lo digo apuntando al cielo, su mejor obra
hasta el momento.
Y ahora que
menciono La sonata del silencio,
para que os hagáis una idea de cómo las novelas de esta mujer perduran en mi
mente o parece que se queden a vivir allí, la pasada Feria del Libro de Madrid,
varias yincaneras vinieron desde sus respectivas ciudades de origen para
pasarla con las que aquí residimos. Pues bien, me ocupé de buscarles alomiento
y lo hicieron en un apartamento en la Plaza de Santa Ana, para, de algún modo,
rendir un pequeño homenaje a la protagonista de esa novela. También hicimos el
recorrido hacia su lugar de trabajo… ¡Y, lógicamente, estuvimos con la autora a
pie de caseta para que nos firmara nuestros ejemplares y tener una pequeña
charla que ampliaremos en breve.
Es posible que
después de todo lo dicho pienses que no he hecho otra cosa que colocar una losa
desmedida sobre la novela, aumentando vuestras expectativas exponencialmente en
caso de que no la hayáis leído, pero tengo tan claras y tan meditadas mis
impresiones que no me desdigo ni un poco de todo lo dicho. Y eso que me he
dejado muchas cosas en el tintero, que conste. Ahora está en tu mano si quieres
o no embarcarte y descubrir una historia indeleble, porque La sospecha de Sofía es un viaje fascinante lleno de recovecos por
los rincones más insondables de la condición humana.
Paloma
Sánchez-Garnica (Madrid, 1962) es licenciada en Derecho y Geografía e Historia.
Autora de El gran arcano (2006) y La brisa de Oriente (2009), su novela El alma de las piedras (2010) tuvo un
gran éxito entre los lectores. Las tres
heridas (2012) y, sobre todo, La
sonata del silencio, de la que se hizo una adaptación para una serie en
TVE, supusieron su consagración entre la crítica y los lectores como una
escritora de gran personalidad literaria. Con Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido, de la que se publicaron
cinco ediciones y que se ha traducido para todos los países de habla
anglosajona, obtuvo el Premio de Novela Fernando Lara 2016.
La anodina vida de
Sofía y Daniel cambia radicalmente cuando él recibe una carta anónima en la que
se le dice que Sagrario, a la que venera, no es su verdadera madre y que si
quiere conocer la verdad de su origen debe ir a París esa misma noche. Intrigado,
pregunta a su padre por esta cuestión y él le recomienda que lo deje pasar, que
no remueva el pasado. Sin embargo, hay preguntas que necesitan una respuesta y
esta búsqueda desencadenará una sucesión de terribles acontecimientos y
encuentros inesperados de infortunado desenlace que trastocará su vida y la de
su mujer, Sofía, para siempre. Madrid, París y su mayo del 68, el muro de
Berlín, la Stasi y la KGB, los servicios de contraespionaje en la España
tardofranquista y tres personajes en busca de su identidad son las claves de
esta fantástica novela con el inconfundible sello de Paloma Sánchez-Garnica.
La sospecha de Sofía es una novela inmensa, de esas que
cuando las terminas te dejan con el corazón encogido, prácticamente deshecho y,
aun así, te gustaría no haber llegado al punto final aunque para ello te
pierdas ese desenlace insuperable que Sánchez-Garnica nos regala al final de
sus páginas.
Y ahora diréis,
¿qué le pasa a la pirada esta que parece que esté terminando la reseña haciendo
un resumen con lo más significativo del libro? Pues eso, que cuando cerré la
novela, lo que os acabo de relatar es lo primero que sentí. Y me puse a indagar
sobre dónde estaría la clave para que esta historia me haya parecido tan
espectacular. No hay solo una, os lo aseguro, pero como estas son mis
impresiones, intentaré deciros qué es lo que me ha subyugado de ella tirando de
una anécdota que me vino a la cabeza días después, ya que quienes me conocéis, sabéis
de sobra lo que me gusta un paralelismo.
Y como cuando una
idea empieza a coger forma en mi mente ya no sé ver las cosas de otra manera
porque, como dice el dicho popular, “cuando un tonto coge un camino, el camino
se acaba y el tonto sigue”, intentaré explicarme volviendo al principio:
La sospecha de Sofía es una novela inmensa, sí, porque
no le falta de nada: la intriga y el misterio es indiscutible desde las
primeras páginas y, lo que es mejor, no es que se mantenga a medida que las
páginas van volando ante nuestros ojos, sino que va in crescendo. Hasta sus últimas consecuencias.
Pero La sospecha de Sofía también es inmensa
porque tanto los escenarios donde transcurre la acción –Madrid, París y Berlín-
como el momento histórico que abarca (desde principios de la década de los
sesenta hasta finales de la de los ochenta del siglo pasado, coincidiendo con
la caída del Muro de Berlín) son, como diría Luca Cagliatti, auténticos Bocatti
di Cardinale cocinados a fuego lento.
Y podría seguir
añadiendo mimbres, como que la trama es exquisita en su planteamiento,
desarrollo y desenlace; excelentemente narrada, primorosamente escrita y
absolutamente conmovedora al plantear una serie de dilemas morales que te
dejarán de pasta de boniato en el mejor de los casos. ¡Y con banda sonora
propia! by Javier de Jorge, para más señas hijo de la autora y una maravilla
(que también hay que decirlo). Si queréis escucharla, pinchad aquí.
Y ahora sí, voy al
grano: Si hay algo por lo que esta novela es brillante es por sus personajes.
Da igual si hablamos de los protagonistas o de los secundarios, porque todos
están caracterizados de tal manera, que llegué a comparar al elenco con La última cena de Leonardo da Vinci.
Imagino que todos
conocéis la anécdota –casi diría que leyenda- sobre que da Vinci utilizó a personas
reales para inspirarse, estudiar y plasmar sus rostros en sus lienzos. Por
ello, cuando se dispuso a ejecutar La
última cena, hubo un buen número de personas que se presentaron en su
estudio para ofrecerse como voluntarios, dado que su fama como pintor había
trascendido a todos los ámbitos. De entre todos ellos, Leonardo da Vinci hizo
una selección, aunque decidió empezar por la figura de Jesucristo. Optó por un
joven de apenas veinte años, de rasgos agradables y gesto sereno. Pretendía que
la imagen transmitiese inocencia y paz y que estuviese exenta de las cicatrices
que dejan tanto en el rostro como en el alma la mala vida.
Y luego, uno a uno,
fue pintando al resto. El proceso duró años, ya que el maestro se tomaba sus
tiempos: lo mismo se sucedían las semanas pintando con furia y rapidez, en las
que se olvidaba incluso de comer, que se pasaba los días contemplando y
analizando cada rasgo o cada pliegue, dando dos o tres pinceladas al día que
empezaba nada más salir el sol y bajando del andamio del refrectorio del
convento dominico de Santa Maria delle Grazie de Milán cuando era noche
cerrada. Sin embargo, entre aquella selección primigenia, fue incapaz de dar
con el hombre que pondría cara a Judas Iscariote, por lo que vagaba por la
ciudad buscando ese semblante que le inspirase. Hasta que un amigo le dijo que
en la cárcel de Roma podría encontrar a ese modelo que tanto codiciaba. Se
trataba de un hombre que estaba condenado a muerte por varios delitos de robo y
asesinato y en su rostro se reflejaban todos los pecados del mundo: desde la
más pura mezquindad, a la traición o el odio. Y allí se encaminó el maestro y
pudo corroborar por sí mismo que su amigo tenía razón: el hombre tenía el
cuerpo maltrecho por los estragos de la mala vida; una mirada asesina que
asustaba de lejos y unas profundas cicatrices que no auguraban nada bueno.
Da Vinci pidió los
permisos correspondientes y el reo fue trasladado a su estudio. Y así, un día
tras otro, el pintor fue cristalizando su aspecto, sus movimientos y su alma
sin cruzar una palabra entre ellos. Y cuando terminó, avisó a los guardias para
que lo devolvieran a la prisión. Sin embargo, el modelo no obedeció, sino que
se tiró de rodillas ante el pintor y le gritó: “¡Leonardo! ¡Obsérvame bien! ¿Es
que no me reconoces?”. El maestro negó con la cabeza, porque no recordaba
haberle visto nunca antes de su visita a la prisión. Entonces el hombre
insistió: “Mírame de nuevo, por favor: soy aquella persona a la que elegiste
para ser el modelo de Cristo!
Porque todos podemos
tener un rostro distinto según las circunstancias. Porque son esas
circunstancias, junto con las decisiones que tomamos, las que conforman nuestra
personalidad y nuestro comportamiento ante la vida. Y eso Paloma
Sánchez-Garnica lo ha hecho con una maestría infinita.
Os pongo en
antecedentes:
Abril de 1968.
Daniel, un joven abogado de apenas veintinueve años, casado con Sofía y con dos
hijas en común, recibe en su despacho una carta anónima en la que le indican
que Sagrario no es su verdadera madre. Con ella en la mano se dirige al
despacho de su padre, don Romualdo Sandoval, un prócer del régimen y este no le
desmiente la información, sino que simplemente le recomienda que deje estar las
cosas como están.
Pero eso no es
suficiente para Daniel que quiere saber la verdad… y Romualdo se la explica.
Entonces, desobedeciendo por primera vez a su padre, decide seguir las directrices
de la epístola y poner esa misma noche rumbo a París.
Se desatará entonces
una galerna. ¡Qué digo galerna! Se producirá una ciclogénesis explosiva que
asolará no solo la cómoda aunque anodina existencia de Daniel, sino la de toda
su familia.
Y será también entonces
cuando empecemos a descubrir a ese elenco de personajes a cual más interesante,
ya que como ocurre con las figuras de Leonardo da Vinci, cada uno de ellos son
a cual más complejo, aunque dispares entre sí para dotar al conjunto de la mayor
diversidad posible en cuanto a carácter y temperamento y, para que el contraste
sea más que evidente, nos los muestra juntando lo más bello con lo más repugnante,
lo joven con lo viejo, lo recio con lo frágil, etc.
Porque Paloma
Sánchez-Garnica ha sentado en una mesa a un Jesucristo llamado Daniel Sandoval, junto a doce apóstoles
excepcionales, -en particular Klaus Zaisser
-, que sería ese Judas Iscariote y que quienes hayan leído la novela
entenderán la analogía anterior (quienes no lo hayáis hecho, espero que esto sea
un aliciente para comprarla):
- Romualdo Sandoval, padre Daniel, casado con Sagrario. Abogado de profesión, tiene
uno de los bufetes más importantes e influyentes de la ciudad, dado que sus tentáculos
en el entramado de corruptelas y enriquecimientos tan habituales para unos
pocos durante la dictadura eran más que palmarios. Es un déspota de manual,
incapaz de evidenciar cualquier emoción. Imperturbable hasta la saciedad y duro
de carácter, parece levitar por encima de cualquiera y sometiendo a todo su
entorno a su voluntad. Solo tiene una debilidad: su esposa, a la que trata con
una deferencia exagerada, como si fuera frágil y quebradiza, imagen que ella,
por otro lado, potencia.
- Sofía, esposa de Daniel. Es, quizás, el personaje que me ha provocado más
exasperación y que, sin embargo, junto con Daniel y Klaus, más ha crecido a
medida que avanzaba la novela. En un principio nos la encontramos ejerciendo de
madre y esposa. Y de amargada. Sofía fue siempre una estudiante brillante, pero
se casó cuando estaba cursando la carrera de Químicas y que, aunque la terminó,
no llegó a doctorarse para atender a su recién creada familia. Y desde entonces
pasa la vida devanándose la cabeza porque le gustaría dedicarse a la
investigación, pero es incapaz de dar un paso al frente y luchar por ello. También
es cierto que tiene enfrente a su marido, que no tiene ningún interés en que
ella se dedique a otra cosa y a Adela,
una madre castradora, que pretende que se ajuste a lo que la sociedad dicta
como norma. Por otro lado, tiene en Zacarías,
su padre, a su aliado natural. Él es un físico eminente de mentalidad liberal y
que cree en la igualdad de la mujer, sobre todo si es para conseguir su
libertad e independencia, por lo que continuamente la insta a que se afane por
hacer realidad sus anhelos. Y digo que me exasperaba porque no entendía su
actitud, ya que en cierto modo la veía muy pusilánime. Hasta que su vida dió un
vuelco y tomó la iniciativa. Entonces, con el tiempo, consiguió convertirse en
lo que siempre quiso y el resultado fue espectacular. Lo mejor de todo es que
ese cambio, que parecía irreal para esa época por lo inusual que podía resultar
que una mujer se convirtiese en toda una eminencia en el campo de la
investigación, está inspirado en un caso real: el de Margarita Salas, discípula
de Severo Ochoa, y descubridora de la ADN polimerasa Phi29.
- Carmen, amiga de Sofía. Azafata de
profesión, pasea su soltería con orgullo cruzando los océanos de la hipocresía
de la época. Representa a ese tipo de rara
avis en la sociedad de la época, en la que lo normal era que una mujer
pasase de la custodia de su padre a la de su marido, pagando el peaje de una
poca o nula formación en lo personal porque la norma marcaba el paso y este
aconsejaba que la mujer estaba destinada a cuidar de su familia, en casa,
dependiendo exclusivamente de su marido.
- Alwin Zaisser y Gloria Montes, padres de Klaus
y Bettina. Se conocieron en Madrid y
se enamoraron. Él es de origen ruso, ella española. Después de la guerra
viajaron rumbo a Rusia, para instalarse poco después en el Berlín oriental. De
fuertes convicciones políticas, Alwin es intransigente y testarudo a partes
iguales, hasta el punto de convertirse en un personaje ingrato, ya que ni
siquiera es capaz de ver el daño que ese sistema que él defiende con uñas y
dientes ha causado en sus hijos, a quienes ese mismo sistema ha anulado y
convertido a uno en espía de la Stasi muy a su pesar y a otra, que es una joven
brillante, licenciada en Medicina y especializada en Pedriatría, en una paria
del régimen por no comulgar con su doctrina.
- Monique, hija de Patricia Mendoza, una antigua novia de Zacarías y su primer amor, a la que abandonó para casarse con Adela cuando ésta marchó al exilio tras la guerra y él encontró en su mujer la fórmula para no correr la misma suerte de aquellos que lucharon en el bando contrario. Cuando Daniel desaparece, serán ellas quienes alojen a Sofía en su casa parisina, mientras Monique la ayuda en sus pesquisas. Y será con ellas con las que viviremos un momento impagable, asistiendo al Mayo del 68, mezclándonos con los estudiantes que ocuparon la Sorbona, que provocaron su particular guerrilla urbana que, por defecto, me hizo recordar una canción de Ismael Serrano que, en su día fue todo un descubrimiento para mí. Porque en esta novela, además de tener una banda sonora espectacular como os comenté antes, también hay una serie de canciones que deberíais escuchar, empezando por Libre, interpretada por Nino Bravo, a la que se hace un homenaje en las primeras páginas por todo lo que representa.
- Hanna, novia de Klaus y madre de su hija Jessie.
La conoció en la Universidad de Humboldt donde él cursaba la carrera de Física
y se enamoraron al instante. Poco después se quedó embarazada, sin terminar la
carrera, así que esperaron a tener un trabajo estable antes de casarse y poder
vivir juntos. Y justo el día en que iban a hacer realidad su sueño, yéndose a
vivir a la Alemania Federal, el muro se cerró y les cogió en el lado opuesto.
Cruzarlo se convirtió en su objetivo ineludible y sucumbieron a él. Klaus nunca
más volvió a saber de ella ni de la niña y, desde ese momento, en que fue
llevado a prisión, vió derrumbarse sus sueños y esperanzas mientras ella convirtió
en una sombra que caminaba siempre a su lado.
Y conociendo a
estos personajes, la novela fluye como un río sinuoso siempre en movimiento, en
continuo cambio y transformación., cambiando su rostro, como se cambia de piel.
Y maravilla observar que todos, en mayor o menor medida, son seres domeñados o
sometidos, incapaces de enfrentarse a los barrotes psicológicos que frenan su
libertad. Todos excepto dos: curiosamente los dos hombres que más enfrentados
deberían estar en cuanto a filosofía de vida o convicciones políticas,
antagonistas por definición y que, cada uno a su modo, representan al estado
que sostienen por ideología: Romualdo Sandoval y Alwin Zaisser. Porque las
familias que ambos forjaron no son precisamente un refugio donde sentirse a
salvo, sino todo lo contrario. Tanto Romualdo con Alwin son autoritarios por
definición y en ese ecosistema particular es donde son incapaces de ocultar los
defectos más primarios. Llama la atención el impulso cainita que exhiben ante
los suyos, el rencor que aflora ante el más leve rebatimiento de sus planteamientos.
Me ha asombrado el modo en que la animadversión tomaba cuerpo, bien en el desafecto
expreso de Romualdo hacia Daniel o su nuera, bien el de Alwin hacia la permanente
pesadumbre que acumulan sus hijos desde que se “atrevieron” a cuestionar la
doctrina comunista queriendo escapar hacia la Alemania Federal.