domingo, 13 de octubre de 2019

LA SOSPECHA DE SOFÍA, de Paloma Sánchez-Garnica




DATOS TÉCNICOS:

Título: LA SOSPECHA DE SOFÍA
Autora: Paloma Sánchez-Garnica
Editorial: Planeta
Colección: Autores Españoles e Iberoamericanos
ISBN: 978-84-08-20562-3
Páginas: 656
Presentación: Tapa dura con sobrecubierta





Conocí a Paloma Sánchez-Garnica allá por 2012. Había publicado su novela Las tres heridas y fue ver el título y quedarme clavada, pues me llamó poderosamente la atención. ¿Tendría algo que ver con aquel extraordinario poema del mismo título de Miguel Hernández y que posteriormente versionaron Joan Manuel Serrat o Joan Baez?. La duda quedó más que resuelta cuando comencé a leer la novela y se convirtió en sorpresa mayúscula cuando me encontré al poeta convertido en un personaje secundario de esa historia tan conmovedora. A esta novela le siguieron La sonata del silencio y Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido, ambas tan impresionantes como la primera y por ello contaba los días para tener en las manos La sospecha de Sofía, quizás, y lo digo apuntando al cielo, su mejor obra hasta el momento.


Y ahora que menciono La sonata del silencio, para que os hagáis una idea de cómo las novelas de esta mujer perduran en mi mente o parece que se queden a vivir allí, la pasada Feria del Libro de Madrid, varias yincaneras vinieron desde sus respectivas ciudades de origen para pasarla con las que aquí residimos. Pues bien, me ocupé de buscarles alomiento y lo hicieron en un apartamento en la Plaza de Santa Ana, para, de algún modo, rendir un pequeño homenaje a la protagonista de esa novela. También hicimos el recorrido hacia su lugar de trabajo… ¡Y, lógicamente, estuvimos con la autora a pie de caseta para que nos firmara nuestros ejemplares y tener una pequeña charla que ampliaremos en breve.




Paloma Sánchez-Garnica (Madrid, 1962) es licenciada en Derecho y Geografía e Historia. Autora de El gran arcano (2006) y La brisa de Oriente (2009), su novela El alma de las piedras (2010) tuvo un gran éxito entre los lectores. Las tres heridas (2012) y, sobre todo, La sonata del silencio, de la que se hizo una adaptación para una serie en TVE, supusieron su consagración entre la crítica y los lectores como una escritora de gran personalidad literaria. Con Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido, de la que se publicaron cinco ediciones y que se ha traducido para todos los países de habla anglosajona, obtuvo el Premio de Novela Fernando Lara 2016.




La anodina vida de Sofía y Daniel cambia radicalmente cuando él recibe una carta anónima en la que se le dice que Sagrario, a la que venera, no es su verdadera madre y que si quiere conocer la verdad de su origen debe ir a París esa misma noche. Intrigado, pregunta a su padre por esta cuestión y él le recomienda que lo deje pasar, que no remueva el pasado. Sin embargo, hay preguntas que necesitan una respuesta y esta búsqueda desencadenará una sucesión de terribles acontecimientos y encuentros inesperados de infortunado desenlace que trastocará su vida y la de su mujer, Sofía, para siempre. Madrid, París y su mayo del 68, el muro de Berlín, la Stasi y la KGB, los servicios de contraespionaje en la España tardofranquista y tres personajes en busca de su identidad son las claves de esta fantástica novela con el inconfundible sello de Paloma Sánchez-Garnica.






La sospecha de Sofía es una novela inmensa, de esas que cuando las terminas te dejan con el corazón encogido, prácticamente deshecho y, aun así, te gustaría no haber llegado al punto final aunque para ello te pierdas ese desenlace insuperable que Sánchez-Garnica nos regala al final de sus páginas.

Y ahora diréis, ¿qué le pasa a la pirada esta que parece que esté terminando la reseña haciendo un resumen con lo más significativo del libro? Pues eso, que cuando cerré la novela, lo que os acabo de relatar es lo primero que sentí. Y me puse a indagar sobre dónde estaría la clave para que esta historia me haya parecido tan espectacular. No hay solo una, os lo aseguro, pero como estas son mis impresiones, intentaré deciros qué es lo que me ha subyugado de ella tirando de una anécdota que me vino a la cabeza días después, ya que quienes me conocéis, sabéis de sobra lo que me gusta un paralelismo.

Y como cuando una idea empieza a coger forma en mi mente ya no sé ver las cosas de otra manera porque, como dice el dicho popular, “cuando un tonto coge un camino, el camino se acaba y el tonto sigue”, intentaré explicarme volviendo al principio:

La sospecha de Sofía es una novela inmensa, sí, porque no le falta de nada: la intriga y el misterio es indiscutible desde las primeras páginas y, lo que es mejor, no es que se mantenga a medida que las páginas van volando ante nuestros ojos, sino que va in crescendo. Hasta sus últimas consecuencias.

Pero La sospecha de Sofía también es inmensa porque tanto los escenarios donde transcurre la acción –Madrid, París y Berlín- como el momento histórico que abarca (desde principios de la década de los sesenta hasta finales de la de los ochenta del siglo pasado, coincidiendo con la caída del Muro de Berlín) son, como diría Luca Cagliatti, auténticos Bocatti di Cardinale cocinados a fuego lento.

Y podría seguir añadiendo mimbres, como que la trama es exquisita en su planteamiento, desarrollo y desenlace; excelentemente narrada, primorosamente escrita y absolutamente conmovedora al plantear una serie de dilemas morales que te dejarán de pasta de boniato en el mejor de los casos. ¡Y con banda sonora propia! by Javier de Jorge, para más señas hijo de la autora y una maravilla (que también hay que decirlo). Si queréis escucharla, pinchad aquí.  


Y ahora sí, voy al grano: Si hay algo por lo que esta novela es brillante es por sus personajes. Da igual si hablamos de los protagonistas o de los secundarios, porque todos están caracterizados de tal manera, que llegué a comparar al elenco con La última cena de Leonardo da Vinci.


Imagino que todos conocéis la anécdota –casi diría que leyenda- sobre que da Vinci utilizó a personas reales para inspirarse, estudiar y plasmar sus rostros en sus lienzos. Por ello, cuando se dispuso a ejecutar La última cena, hubo un buen número de personas que se presentaron en su estudio para ofrecerse como voluntarios, dado que su fama como pintor había trascendido a todos los ámbitos. De entre todos ellos, Leonardo da Vinci hizo una selección, aunque decidió empezar por la figura de Jesucristo. Optó por un joven de apenas veinte años, de rasgos agradables y gesto sereno. Pretendía que la imagen transmitiese inocencia y paz y que estuviese exenta de las cicatrices que dejan tanto en el rostro como en el alma la mala vida.


Y luego, uno a uno, fue pintando al resto. El proceso duró años, ya que el maestro se tomaba sus tiempos: lo mismo se sucedían las semanas pintando con furia y rapidez, en las que se olvidaba incluso de comer, que se pasaba los días contemplando y analizando cada rasgo o cada pliegue, dando dos o tres pinceladas al día que empezaba nada más salir el sol y bajando del andamio del refrectorio del convento dominico de Santa Maria delle Grazie de Milán cuando era noche cerrada. Sin embargo, entre aquella selección primigenia, fue incapaz de dar con el hombre que pondría cara a Judas Iscariote, por lo que vagaba por la ciudad buscando ese semblante que le inspirase. Hasta que un amigo le dijo que en la cárcel de Roma podría encontrar a ese modelo que tanto codiciaba. Se trataba de un hombre que estaba condenado a muerte por varios delitos de robo y asesinato y en su rostro se reflejaban todos los pecados del mundo: desde la más pura mezquindad, a la traición o el odio. Y allí se encaminó el maestro y pudo corroborar por sí mismo que su amigo tenía razón: el hombre tenía el cuerpo maltrecho por los estragos de la mala vida; una mirada asesina que asustaba de lejos y unas profundas cicatrices que no auguraban nada bueno.


Da Vinci pidió los permisos correspondientes y el reo fue trasladado a su estudio. Y así, un día tras otro, el pintor fue cristalizando su aspecto, sus movimientos y su alma sin cruzar una palabra entre ellos. Y cuando terminó, avisó a los guardias para que lo devolvieran a la prisión. Sin embargo, el modelo no obedeció, sino que se tiró de rodillas ante el pintor y le gritó: “¡Leonardo! ¡Obsérvame bien! ¿Es que no me reconoces?”. El maestro negó con la cabeza, porque no recordaba haberle visto nunca antes de su visita a la prisión. Entonces el hombre insistió: “Mírame de nuevo, por favor: soy aquella persona a la que elegiste para ser el modelo de Cristo!


Porque todos podemos tener un rostro distinto según las circunstancias. Porque son esas circunstancias, junto con las decisiones que tomamos, las que conforman nuestra personalidad y nuestro comportamiento ante la vida. Y eso Paloma Sánchez-Garnica lo ha hecho con una maestría infinita.

Os pongo en antecedentes:

Abril de 1968. Daniel, un joven abogado de apenas veintinueve años, casado con Sofía y con dos hijas en común, recibe en su despacho una carta anónima en la que le indican que Sagrario no es su verdadera madre. Con ella en la mano se dirige al despacho de su padre, don Romualdo Sandoval, un prócer del régimen y este no le desmiente la información, sino que simplemente le recomienda que deje estar las cosas como están.

Pero eso no es suficiente para Daniel que quiere saber la verdad… y Romualdo se la explica. Entonces, desobedeciendo por primera vez a su padre, decide seguir las directrices de la epístola y poner esa misma noche rumbo a París.

Se desatará entonces una galerna. ¡Qué digo galerna! Se producirá una ciclogénesis explosiva que asolará no solo la cómoda aunque anodina existencia de Daniel, sino la de toda su familia.

Y será también entonces cuando empecemos a descubrir a ese elenco de personajes a cual más interesante, ya que como ocurre con las figuras de Leonardo da Vinci, cada uno de ellos son a cual más complejo, aunque dispares entre sí para dotar al conjunto de la mayor diversidad posible en cuanto a carácter y temperamento y, para que el contraste sea más que evidente, nos los muestra juntando lo más bello con lo más repugnante, lo joven con lo viejo, lo recio con lo frágil, etc.

Porque Paloma Sánchez-Garnica ha sentado en una mesa a un Jesucristo llamado Daniel Sandoval, junto a doce apóstoles excepcionales, -en particular Klaus Zaisser -, que sería ese Judas Iscariote y que quienes hayan leído la novela entenderán la analogía anterior (quienes no lo hayáis hecho, espero que esto sea un aliciente para comprarla):

- Romualdo Sandoval, padre Daniel, casado con Sagrario. Abogado de profesión, tiene uno de los bufetes más importantes e influyentes de la ciudad, dado que sus tentáculos en el entramado de corruptelas y enriquecimientos tan habituales para unos pocos durante la dictadura eran más que palmarios. Es un déspota de manual, incapaz de evidenciar cualquier emoción. Imperturbable hasta la saciedad y duro de carácter, parece levitar por encima de cualquiera y sometiendo a todo su entorno a su voluntad. Solo tiene una debilidad: su esposa, a la que trata con una deferencia exagerada, como si fuera frágil y quebradiza, imagen que ella, por otro lado, potencia.

- Sofía, esposa de Daniel. Es, quizás, el personaje que me ha provocado más exasperación y que, sin embargo, junto con Daniel y Klaus, más ha crecido a medida que avanzaba la novela. En un principio nos la encontramos ejerciendo de madre y esposa. Y de amargada. Sofía fue siempre una estudiante brillante, pero se casó cuando estaba cursando la carrera de Químicas y que, aunque la terminó, no llegó a doctorarse para atender a su recién creada familia. Y desde entonces pasa la vida devanándose la cabeza porque le gustaría dedicarse a la investigación, pero es incapaz de dar un paso al frente y luchar por ello. También es cierto que tiene enfrente a su marido, que no tiene ningún interés en que ella se dedique a otra cosa y a Adela, una madre castradora, que pretende que se ajuste a lo que la sociedad dicta como norma. Por otro lado, tiene en Zacarías, su padre, a su aliado natural. Él es un físico eminente de mentalidad liberal y que cree en la igualdad de la mujer, sobre todo si es para conseguir su libertad e independencia, por lo que continuamente la insta a que se afane por hacer realidad sus anhelos. Y digo que me exasperaba porque no entendía su actitud, ya que en cierto modo la veía muy pusilánime. Hasta que su vida dió un vuelco y tomó la iniciativa. Entonces, con el tiempo, consiguió convertirse en lo que siempre quiso y el resultado fue espectacular. Lo mejor de todo es que ese cambio, que parecía irreal para esa época por lo inusual que podía resultar que una mujer se convirtiese en toda una eminencia en el campo de la investigación, está inspirado en un caso real: el de Margarita Salas, discípula de Severo Ochoa, y descubridora de la ADN polimerasa Phi29.

- Carmen, amiga de Sofía. Azafata de profesión, pasea su soltería con orgullo cruzando los océanos de la hipocresía de la época. Representa a ese tipo de rara avis en la sociedad de la época, en la que lo normal era que una mujer pasase de la custodia de su padre a la de su marido, pagando el peaje de una poca o nula formación en lo personal porque la norma marcaba el paso y este aconsejaba que la mujer estaba destinada a cuidar de su familia, en casa, dependiendo exclusivamente de su marido.

- Alwin Zaisser y Gloria Montes, padres de Klaus y Bettina. Se conocieron en Madrid y se enamoraron. Él es de origen ruso, ella española. Después de la guerra viajaron rumbo a Rusia, para instalarse poco después en el Berlín oriental. De fuertes convicciones políticas, Alwin es intransigente y testarudo a partes iguales, hasta el punto de convertirse en un personaje ingrato, ya que ni siquiera es capaz de ver el daño que ese sistema que él defiende con uñas y dientes ha causado en sus hijos, a quienes ese mismo sistema ha anulado y convertido a uno en espía de la Stasi muy a su pesar y a otra, que es una joven brillante, licenciada en Medicina y especializada en Pedriatría, en una paria del régimen por no comulgar con su doctrina.

- Monique, hija de Patricia Mendoza, una antigua novia de Zacarías y su primer amor, a la que abandonó para casarse con Adela cuando ésta marchó al exilio tras la guerra y él encontró en su mujer la fórmula para no correr la misma suerte de aquellos que lucharon en el bando contrario. Cuando Daniel desaparece, serán ellas quienes alojen a Sofía en su casa parisina, mientras Monique la ayuda en sus pesquisas. Y será con ellas con las que viviremos un momento impagable, asistiendo al Mayo del 68, mezclándonos con los estudiantes que ocuparon la Sorbona, que provocaron su particular guerrilla urbana que, por defecto, me hizo recordar una canción de Ismael Serrano que, en su día fue todo un descubrimiento para mí. Porque en esta novela, además de tener una banda sonora espectacular como os comenté antes, también hay una serie de canciones que deberíais escuchar, empezando por Libre, interpretada por Nino Bravo, a la que se hace un homenaje en las primeras páginas por todo lo que representa.



- Hanna, novia de Klaus y madre de su hija Jessie. La conoció en la Universidad de Humboldt donde él cursaba la carrera de Física y se enamoraron al instante. Poco después se quedó embarazada, sin terminar la carrera, así que esperaron a tener un trabajo estable antes de casarse y poder vivir juntos. Y justo el día en que iban a hacer realidad su sueño, yéndose a vivir a la Alemania Federal, el muro se cerró y les cogió en el lado opuesto. Cruzarlo se convirtió en su objetivo ineludible y sucumbieron a él. Klaus nunca más volvió a saber de ella ni de la niña y, desde ese momento, en que fue llevado a prisión, vió derrumbarse sus sueños y esperanzas mientras ella convirtió en una sombra que caminaba siempre a su lado.

Y conociendo a estos personajes, la novela fluye como un río sinuoso siempre en movimiento, en continuo cambio y transformación., cambiando su rostro, como se cambia de piel. Y maravilla observar que todos, en mayor o menor medida, son seres domeñados o sometidos, incapaces de enfrentarse a los barrotes psicológicos que frenan su libertad. Todos excepto dos: curiosamente los dos hombres que más enfrentados deberían estar en cuanto a filosofía de vida o convicciones políticas, antagonistas por definición y que, cada uno a su modo, representan al estado que sostienen por ideología: Romualdo Sandoval y Alwin Zaisser. Porque las familias que ambos forjaron no son precisamente un refugio donde sentirse a salvo, sino todo lo contrario. Tanto Romualdo con Alwin son autoritarios por definición y en ese ecosistema particular es donde son incapaces de ocultar los defectos más primarios. Llama la atención el impulso cainita que exhiben ante los suyos, el rencor que aflora ante el más leve rebatimiento de sus planteamientos. Me ha asombrado el modo en que la animadversión tomaba cuerpo, bien en el desafecto expreso de Romualdo hacia Daniel o su nuera, bien el de Alwin hacia la permanente pesadumbre que acumulan sus hijos desde que se “atrevieron” a cuestionar la doctrina comunista queriendo escapar hacia la Alemania Federal.




 Es posible que después de todo lo dicho pienses que no he hecho otra cosa que colocar una losa desmedida sobre la novela, aumentando vuestras expectativas exponencialmente en caso de que no la hayáis leído, pero tengo tan claras y tan meditadas mis impresiones que no me desdigo ni un poco de todo lo dicho. Y eso que me he dejado muchas cosas en el tintero, que conste. Ahora está en tu mano si quieres o no embarcarte y descubrir una historia indeleble, porque La sospecha de Sofía es un viaje fascinante lleno de recovecos por los rincones más insondables de la condición humana.