DATOS
TÉCNICOS:
Título: REINA ROJA
Autor: Juan Gómez-Jurado
Editorial: Ediciones B
Colección: La trama
ISBN: 978-84-666-6442-4
Páginas: 568
Presentación: Tapa dura con sobrecubierta
Juan Gómez-Jurado
es de los pocos escritores a los que espero con impaciencia en condiciones
normales pero que cuando empiezan a circular las primeras noticias sobre el
próximo lanzamiento al mercado de una de sus novelas alcanzo niveles de paroxismo.
Por ello, cuando llega el momento en que ya tengo la novela del momento en mis
manos, comienzo a leerla con desesperación, como si no hubiese un mañana,
porque sus historias son siempre tan vertiginosas que no veo el momento de
parar aunque sea para respirar. Y podrán gustarme unas más que otras si las
comparo entre ellas, aunque todas, en general, lo hacen tirando a mucho.
Y hoy vengo a
hablaros de Reina roja, publicada el
pasado 8 de noviembre, que ha colmado todos mis deseos.
Juan Gómez-Jurado
(Madrid, 1977). Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad San
Pablo CEU, ha ejercido como periodista en distintas redacciones (Canal Plus,
Televisión Española, Cadena Ser o el diario ABC). También es colaborador en
distintas revistas, radio y televisión.
Como escritor, ha
publicado tanto literatura infantil o juvenil (Otras voces, en Alfaguara) como
no ficción (La masacre de Virginia Tech, Anatomía de una mente torturada) pero
por lo que sin duda es más conocido y con lo que ha recibido numerosos premios
ha sido por las siguientes novelas, publicadas en más de cuarenta países:
- Espía de Dios (Roca Editorial, 2006)
- Contrato con Dios (Plaza & Janés, 2007)
- El emblema del traidor (Plaza & Janés, 2008)
- La leyenda del ladrón (Planeta, 2012)
- El paciente (Planeta, 2014)
- Cicatriz (Ediciones B, 2016)
- Reina roja (Ediciones B, 2018)
Antonia Scott es
una mujer muy especial. Tiene un don que es al mismo tiempo una maldición: una
extraordinaria inteligencia. Gracias a ella ha salvado decenas de vidas, pero
también lo ha perdido todo. Hoy se parapeta contra el mundo en su piso casi
vacío de Lavapiés, del que no piensa volver a salir. Ya no queda nada ahí fuera
que le interese lo más mínimo.
El inspector Jon
Gutiérrez está acusado de corrupción, suspendido de empleo y sueldo. Es un buen
policía metido en un asunto muy feo, y ya no tiene mucho que perder. Por eso
acepta la propuesta de un misterioso desconocido: ir a buscar a Antonia y
sacarla de su encierro, conseguir que vuelva a hacer lo que fuera que hiciera
antes, y el desconocido le ayudará a limpiar su nombre. Un encargo extraño
aunque aparentemente fácil.
Pero Jon se dará
cuenta en seguida de que con Antonia nada es fácil.
Y digo esto porque mi primera sorpresa llegó con la primera de ellas. Pensé que al citar un extracto de Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll, el autor nos estaba dando una pista sobre el significado del título. Y es que laReina Roja (no confundir con la de Corazones), es uno de los personajes más interesantes de la singular partida de ajedrez en la que tendrá que participar la protagonista en A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, continuación de la novela anterior. Eso sí, enseguida nos damos cuenta que los tiros van por otro lado, aunque pensando, pensando... hay un momento en que en la trama de la novela, también se escenifica una partida de ajedrez con sacrificios de álfiles y donde cada casilla representa el valor de cada vida, que se puede ir duplicando a medida que se avanza en el tablero.
Y si me impactó la cita de la primera parte, ¿qué decir de la segunda cuando se homenajea a Joaquín Sabina y Pancho Varona?, porque, ¿cómo huir cuando no quedan islas para naufragar? Pues algo de ello encontraremos.
Así que si poco os he dicho de la primera parte y casi nada de la segunda, de la tercera solo mencionaré que la cita es sublime. Sin más.
Llevaba medias negras, bufanda a cuadros, minifalda azul…
En la comisaría de
la Policía Nacional de la calle Gondóniz, de Bilbao, no dan crédito a lo que
Jon Gutierrez ha hecho. Después de veinte años en el cuerpo y a sus cuarenta y
tres, acaban de nominarle a idiota del año. O algo así. Y todo porque se le ha
ocurrido meterle trescientos setenta y cinco gramos de heroína a un chulo en el
maletero de su coche con la sana intención de mandarle al talego sin parar ni
en los semáforos. Tenía prisa en inspector. ¿La razón? Cuestión de empatía, aunque
no con él. Resulta que cuando conoció a Desiree Gómez, alias la Desi –no sé si en un paso de cebra,
toreando a un autobús- y conoció su triste realidad, no supo medir sus impulsos,
así que harto de ver las secuelas de las palizas que el otro le propinaba, se
le ocurrió la brillante idea. Y todo hubiese salido de lujo de no haber sido
porque se le fue la boca y se lo contó a la chica. Y la chica al proxeneta en
un ataque de lealtad. Y le pusieron una trampa en la que cayó como el pobre
diablo que en el fondo es. Así que le grabaron mientras lo hacía y vendieron el
vídeo a una cadena de televisión, para hacerse viral en un par de horas con el
hashtag #DictaduraPolicial.
Y ahora se
encuentra suspendido de empleo y sueldo y con unos cargos en su haber que son
como para encomendarse a San Mamés o para apalancarse junto a los devotos de la
Romería del Santo Reproche: que si unos delitos de falsedad documental por aquí, que
si una alteración de pruebas por allá… vamos, lo que viene siendo una obstrucción
a la justicia en toda regla que se resume en una deslealtad profesional de
manual. Es decir, que sumando a la baja los delitos, la broma se podría
convertir en una pena de entre cuatro a seis años si el fiscal tiene un buen
día o diez en caso de que lo tenga malo porque haya perdido el Athletic de
Bilbao.
Claro que todo eso
se podría condonar si acepta un trato que le proponen desde otro negociado…
Por las paredes grises se desparrama el zumo de una fruta de
sangre crecida en el asfalto…
Trato que, en
principio, parece sencillo, pues simplemente se tiene que encajar en Madrid, -concretamente
en el Barrio de Lavapiés, ese al que algunos se empeñan en considerar el más cool de Europa y no es más que un desolado
paisaje de antenas y de cables que desdibujan el horizonte-, ya que allí es
donde habitan el olvido y Antonia Scott -en el número siete de la calle
Melancolía, para más señas- y, una vez en su casa, solo la tiene que convencer
para que se suba a un coche y acudan a una dirección establecida de antemano.
Pero llueve sobre mojado y Antonia, que ya está de vuelta de todo, se conoce
todas las artimañas de Mentor y no necesita de presentaciones, se niega a
aceptar la propuesta que el vasco la ofrece y a él no le queda otra opción que recurrir
a ese manido portazo que siempre suena como un signo de interrogación.
Sin embargo,
mientras Jon baja a pie los siete pisos del edificio, se obra el milagro. Antes
de que él llegue al portal, Antonia, que
estaba hablando con su abuela cuando él irrumpió en la vivienda, retoma la
conversación que dejó pendiente mientras duró la visita. Al irse el vasco, la
anciana la convence para que vuelva a ponerse la chupa de cota de mallas contra
la desdicha, aunque sea por una noche, y se dé una oportunidad.
¿Y qué oportunidad?
Os estaréis preguntando. Pues una tan sencilla como volver al trabajo por el
que, tiempo atrás, luchó tanto.
Y en tan solo unas
pocas páginas nos veremos inmersos en una aventura de rompe y rasga, de las que
dejan huella, de esas con las que te topas cada mucho tiempo y que siempre
agradeces porque te mantienen en vilo mientras plantea temas tan interesantes
como la naturaleza del mal; o hasta dónde llegarían unos padres por salvar a
sus hijos, o si hay vidas más valiosas que otras o disyuntivas más fuertes que
todo lo anterior y que te sorprenderán.
Puede que a lo
largo de la reseña haya quedado claro por qué me ha gustado tanto. O puede que
no.
Puede que no haya
sido capaz de explicar la fuerza que tienen sus protagonistas. O puede que sí.
Puede que me haya
explayado en lo referente a la trama. O puede que no.
Puede que no haya
incidido lo suficiente al hablar del estilo de Juan Gómez-Jurado. O puede que sí.
Puede que me haya
quedado escasa a la hora de hablar sobre el ritmo de la novela. O puede que no.
Puede que apenas
haya hablado del desenlace de la novela. O puede que sí.
Así que, como decía el flaco, vamos resumiendo:
- Me ha gustado
mucho, o más bien, muchísimo, porque me ha tenido en vilo durante sus más de
quinientas páginas. Porque me he divertido, cuando tocaba. Porque me he mordido
las uñas hasta su mínima expresión desde la primera página. Porque aunque soy un
extraño caso de dormilona insomne, me quitó el sueño. Porque siendo inapetente
(aunque no lo parezca), me quitó el apetito. Porque me duró entre las manos dos
días a lo sumo, dado que la empecé una tarde y la terminé la noche del día siguiente.
Porque, desde entonces, sigo pensando en ella, recordando escenas,
sorprendiéndome con sus giros. Acordándome del autor a diario y, a veces, para
mal por cómo me lo ha hecho pasar y porque no sé si soportaré el tiempo que
falta hasta vivir una nueva aventura con Antonia y Jon. ¿Resistiré? No lo tengo
claro.
- Porque sus
protagonistas tienen una fuerza brutal y un carisma arrollador. Son la noche y
el día, un kōan imposible, la paradoja en estado puro. Personajes que se nos
van desnudando a medida que transcurre la trama y que, mientras eso ocurre, son
más cercanos por la humanidad que destilan, sin obviar que tienen sus luces y
sus sombras por las heridas que acumulan, por las que todavía sangran. He de
admitir que me fascinaron desde el primer momento. Un amor a primera vista que
me hizo replantearme si pedir cita al oculista, porque Antonia, en particular,
no lo ponía fácil. Pero sentí un pálpito en los primeros párrafos de la novela
y solo me quedó rendirme a sus pies. No
me arrepiento. Con Jon todo era más fácil, porque es noble, porque tiene un
sentido del humor digno de admirar.
- La trama es eso:
LA TRAMA. Una historia formidable difícil de olvidar y que invita a posteriores
lecturas aunque solo sea por darnos el gustazo de volver a disfrutar de ella aun
conociendo el desenlace, ya que en todo momento somos conscientes de esa magia
que lo impregna todo. De hecho, para hacer esta reseña he vuelto a releer
capítulos enteros y son tantos los guiños y símbolos encontrados que he vuelto
a deleitarme con ella casi más que la primera vez, en la que no reparaba tanto
en ellos por el ansia de seguir leyendo, de saber más y más. Y es que Reina roja es un thriller impactante, perfectamente
articulado y de alta tensión donde el mal es por momentos tan identificable como
etéreo. Puro delirio.
- El estilo de la
novela es ágil, fluido, pero sobre todo ameno. Las descripciones son
enteramente cinematográficas, pues parecen cimentadas desde una óptica
fotográfica. En mi caso, al transcurrir la historia en Madrid, no me ha costado
nada ubicar cada localización; de hecho, me daba la impresión de estar viendo
una película, aunque imagino que el lector que no conozca tan a fondo la
ciudad, puede tener la misma sensación. Los diálogos son dinámicos y expectantes
y el lenguaje corriente, excepto cuando nos muestra su particular colección de Palabras Imposibles dignas
de enmarcar. En resumen, una novela brillante planificada minuciosamente.
- Y del ritmo… ¿qué
contaros sobre el ritmo de Reina roja?
Hablar de vértigo, sería quedarme corta, porque es una locura de novela.
- Termino pidiendo
perdón si al escribir este despropósito de reseña me he excedido con las citas
a Sabina, pero quizás me entendáis cuando leáis la novela y, sobre todo, se lo
pido al autor si en algún momento me lee, pero es que hasta en eso ha dado con
mi talón de Aquiles. No obstante, no me olvido del desenlace, porque, como no podría ser de otra manera, solo puedo
decir que es soberbio. Todo queda cerrado y aun así quieres más. ¿Por qué? Porque
sabes que quedan unas cuantas páginas por leer y ya te estás preparando para un
epílogo sublime, porque, o has consultado el índice, o te lo dice el instinto
lector. De esos que te hacen llorar no porque a última hora a Gómez-Jurado se
le haya ocurrido terminar con un final feliz que apela a cualquier clase de
sentimentalismo como ocurre en muchos de ellos. No. Te hace llorar porque
remata con un cliffhanger que, más que un gancho al uso, es un mazazo de
proporciones bíblicas. Es entrar en bucle por la puerta grande y no salir de
allí ni queriendo, porque te retrotrae a otro momento ya vivido y malamente
superado. En definitiva, Un déjà vu
de antología. Eso sí, para irlo llevando, al final, en la Nota del autor, nos confirma que Antonia y Jon volverán y entonces
le perdonas que sea tan grande, que te lleve del infierno al cielo con escala
en el Cabo de Poca Esperanza en cuestión de minutos.