DATOS TÉCNICOS:
Título: LOS CRÍMENES DE MITFORD
Autora: Jessica Fellowes
Traductora: Rosa Sanz
Editorial: Roca
Colección: Novela
ISBN: 978-84-17167-81-3
Páginas: 400
Presentación: Tapa dura con sobrecubierta
Corría el mes de junio cuando Andrea Tommasini, editor de Roca Internacional, me habló de esta novela y me propuso el llevar a cabo una Lectura Simultánea de la misma en Twitter. He de decir que, desde el primer momento, sentí un flechazo por ella. Y es que ¿quien es capaz de resistirse a un crimen envuelto en el misterio que se desarrolla en un tren en el Londres de 1920? Yo, desde luego que no. Y lo mejor vino después, cuando me habló de la autora y su relación con Downton Abbey, serie que he seguido durante temporadas y que me impresionó desde su estreno. Así que ya me diréis quien se iba a negar. Si a ello le añadímos que será la primera de una serie basada en las hermanas Mitford, personajes reales pertenecientes a una familia aristocrática emparentada con Winston Churchill y que fueron famosas, además de por su belleza, por muchas otras cualidades y no por este orden; de hecho, llegaron a decir de ellas que eran "las mujeres más bellas y enloquecidas de Inglaterra", así que imaginaos mi sorpresa, porque sin conocerlas de antemano, enseguida busqué información sobre sus biografías, que os aseguro que son de lo más fascinantes, en cualquiera de los casos.
Jessica Fellowes es escritora, periodista y conferenciante.
Conocida por ser la autora de cinco libros oficiales de Downton Abbey, gracias a ellas se consolidó como autora best seller de The New York Times y del Sunday Times. Anteriormente fue editora de Country Life y columnista para Mail on Sunday. Ha escrito numerosos artículos para medios como Daily Telegraph, The Guardian, The Sunday Times y The Lady. Como conferenciante ha asistido a numerosos eventos tanto en Inglaterra como en Estados Unidos, así como varias apariciones en radio y en televisión. Vive en Londres y en Oxfordshire con su familia.
(Datos facilitados por la editorial).
Seis hermanas. Toda una vida de misterio. Una familia incomparable.
Estamos en 1919, y Louisa Cannon sueña con escapar de su vida de pobreza en Londres y, sobre todo, de su peligroso y opresivo tío.
La única salvación para Louisa es una posición dentro de la casa de los Mitford en Asthall Manor, en el campo de Oxfordshire. Allí se convertirá en institutriz, acompañante y confidente de las hermanas Mitford, especialmente de Nancy, de dieciséis años, una chica joven y mordaz, fantasiosa e imaginativa.
Sin embargo, una enfermera de nombre Florence Nightingale Shore, será asesinada en un tren a plena luz del día, y Louisa y Nancy se encontrarán envueltas en los crímenes de un asesino que hará cualquier cosa para ocultar su secreto.
Comienza el prólogo de la novela con una cita indispensable: la del 12 de enero de 1920. No es baladí, dado que ese día se produce un hecho relevante, hasta el punto de que casi toda la trama de la novela gira en torno a él.
Resulta que Florence Nightingale Shore, recién jubilada como enfermera de guerra y con cincuenta y cinco años recién cumplidos, tiene intención de retirarse e irse a vivir a la costa inglesa, pero antes de eso y para hacerse una composición de lugar, ha dedidido hacerle una visita de unos días a una vieja amiga -Rosa Peal-, que regenta un salón de té en Saint Leonards-on-Sea. Es por ello que se dirige a la estación Victoria para tormar un tren que la llevará, en principio, a Lewes, para continuar después hasta la localidad costera en la que vive su amiga. Sin embargo, nunca llegará a su destino. Será asesinada.
Y, a continuación, la autora nos mete en harina y nos traslada a unas semanas antes, justo a la víspera de navidad de 1919. Conoceremos a Louisa Cannon, una joven de dieciocho años que vive con su madre, lavandera de profesión, que desde que se quedó viuda se está dejando la vida en tales menesteres y de su tío Stephen Cannon, que se instaló en la casa tras el funeral del hermano y vive a costa de la precaria economía de las mujeres. Decir de él que es un botarate es quedarme corta, pero como lo único que se me ocurre para definirle son los exabruptos más fuertes del diccionario, así que casi que os pongo un ejemplo para que os hagáis una idea de lo que es el presente de Louisa y el futuro que la espera a su lado.
Aprovechando que con las fiestas que se avencinan la gente sale a la calle a realizar sus compras navideñas, Louisa, coaccionada por su tío, se dedica mezclarse con la multitud y robar pequeñas cantidades de dinero a los más descuidados para dárselo a él. Lleva bastante tiempo haciéndolo y es incapaz de decírselo a su madre. Pero intentará salir del paso cuando descubre que su tío pretende ofrecérsela a distintos tipos para saldar de ese modo las deudas que tiene contraídas con ellos.
La salida se la brinda una vieja amiga de la infancia -Jennie- a quien la vida parece sonreirle. Se encuentra con ella, que va acompañada de Nancy Mitford, esa víspera de navidad a la que antes aludía, mientras pasea por el centro de Londres. Su amiga le cuenta que los padres de la chica andan buscando una niñera con urgencia y a Louisa se le abre el cielo, por lo que decide escribir a la residencia de los Mitford para ver si tiene una posibilidad.
Pero pasan los días y no obtiene respuesta. Y su tío decide poner en marcha su repugnante plan, hasta el punto de meterla en un taxi y de ahí en un tren con destino a Hastings, para que se acueste con un acreedor. En un forcejeo en el taxi descubre que del bolsillo del abrigo de su tío aflora una carta y como buena descuidera aprovecha la ocasión para hacerse con ella, pues teme que sea la respuesta largamente esperada. Claro que lo conseguirá una vez dentro del tren. No obstante, una vez que la tiene consigo, no duda es lanzarse a las vías del tren.
Unos agentes de la policía ferroviaria la ayudan a que se asee un poco y, aunque es un poco tarde para la entrevista fijada por los Mitford, acude igualmente a la mansión. Nancy la reconoce y consigue el empleo.
Al día siguiente, al leer el periódico, descubre que ella cogió el mismo tren que Florence Nightingale Shore. Y una serie de casualidades e imprevistos a lis que se añadirán la curiosidad innata de Nancy y la perseverancia de Louisa, harán que se disparen sus alarmas y decidan investigar.
Pues bien, esto sería a grandes rasgos la base del relato. Sin embargo, no vayáis a pensar que es la típica novela de misterio que busca como única opción descubrir un asesinato. No. Los crímenes de Mitford es mucho más que eso, porque en ella se dan cita unas características especiales; por un lado, podríamos hablar de novela costumbrista al estilo inglés. Es decir, podría poner la etiqueta que define este tipo de historia, pero me da pereza. Para que os hagáis una idea los amantes de las seríes, se correspondería con las del tipo Downton Abbey, Arriba y abajo o The Crown. O lo que es lo mismo, historias en las que el lector (o espectador) conoce todos los entresijos de lo que ocurre en una mansión aristocrática, tanto la parte que corresponde a los señores como a los miembros del servicio, siendo Louise el hilo conductor entre unos y otros.
Y, para rizar el rizo, el libro se ampara en personajes de carne y hueso para darle visos de realidad. Por un lado, tenemos a Florence Nightingale Shore, que realmente existió. Nació el 10 de enero de 1865 en Stamford, (condado de Lincolnshire, Inglaterra) y murió, tal y como se relata en la novela, el 12 de enero de 1920, después de ser hallada inconsciente en el compartimento de un tren que viajaba con destino a Sussex. Aunque fue trasladada a un hospital, no pudo sobrevivir a las violentas heridas que le propinó su asesino en la cabeza. Dedicó su vida a sanar enfermos, al igual que su tía, madrina y tocaya al heredar su nombre, la famosa Florence Nightingale, que transformó y modernizó el mundo de la enfermería. También es real tanto la situación en el andén que protagonizan Florence y Mabel Rogers que se describe en la novela. La segunda fue a despedir a la primera y eran amigas desde hace años.
Y, lógicamente, estarían las hermanas Mitford (o toda la familia), como ya adelanté al principio.
Resulta que Florence Nightingale Shore, recién jubilada como enfermera de guerra y con cincuenta y cinco años recién cumplidos, tiene intención de retirarse e irse a vivir a la costa inglesa, pero antes de eso y para hacerse una composición de lugar, ha dedidido hacerle una visita de unos días a una vieja amiga -Rosa Peal-, que regenta un salón de té en Saint Leonards-on-Sea. Es por ello que se dirige a la estación Victoria para tormar un tren que la llevará, en principio, a Lewes, para continuar después hasta la localidad costera en la que vive su amiga. Sin embargo, nunca llegará a su destino. Será asesinada.
Y, a continuación, la autora nos mete en harina y nos traslada a unas semanas antes, justo a la víspera de navidad de 1919. Conoceremos a Louisa Cannon, una joven de dieciocho años que vive con su madre, lavandera de profesión, que desde que se quedó viuda se está dejando la vida en tales menesteres y de su tío Stephen Cannon, que se instaló en la casa tras el funeral del hermano y vive a costa de la precaria economía de las mujeres. Decir de él que es un botarate es quedarme corta, pero como lo único que se me ocurre para definirle son los exabruptos más fuertes del diccionario, así que casi que os pongo un ejemplo para que os hagáis una idea de lo que es el presente de Louisa y el futuro que la espera a su lado.
Aprovechando que con las fiestas que se avencinan la gente sale a la calle a realizar sus compras navideñas, Louisa, coaccionada por su tío, se dedica mezclarse con la multitud y robar pequeñas cantidades de dinero a los más descuidados para dárselo a él. Lleva bastante tiempo haciéndolo y es incapaz de decírselo a su madre. Pero intentará salir del paso cuando descubre que su tío pretende ofrecérsela a distintos tipos para saldar de ese modo las deudas que tiene contraídas con ellos.
La salida se la brinda una vieja amiga de la infancia -Jennie- a quien la vida parece sonreirle. Se encuentra con ella, que va acompañada de Nancy Mitford, esa víspera de navidad a la que antes aludía, mientras pasea por el centro de Londres. Su amiga le cuenta que los padres de la chica andan buscando una niñera con urgencia y a Louisa se le abre el cielo, por lo que decide escribir a la residencia de los Mitford para ver si tiene una posibilidad.
Pero pasan los días y no obtiene respuesta. Y su tío decide poner en marcha su repugnante plan, hasta el punto de meterla en un taxi y de ahí en un tren con destino a Hastings, para que se acueste con un acreedor. En un forcejeo en el taxi descubre que del bolsillo del abrigo de su tío aflora una carta y como buena descuidera aprovecha la ocasión para hacerse con ella, pues teme que sea la respuesta largamente esperada. Claro que lo conseguirá una vez dentro del tren. No obstante, una vez que la tiene consigo, no duda es lanzarse a las vías del tren.
Unos agentes de la policía ferroviaria la ayudan a que se asee un poco y, aunque es un poco tarde para la entrevista fijada por los Mitford, acude igualmente a la mansión. Nancy la reconoce y consigue el empleo.
Al día siguiente, al leer el periódico, descubre que ella cogió el mismo tren que Florence Nightingale Shore. Y una serie de casualidades e imprevistos a lis que se añadirán la curiosidad innata de Nancy y la perseverancia de Louisa, harán que se disparen sus alarmas y decidan investigar.
Pues bien, esto sería a grandes rasgos la base del relato. Sin embargo, no vayáis a pensar que es la típica novela de misterio que busca como única opción descubrir un asesinato. No. Los crímenes de Mitford es mucho más que eso, porque en ella se dan cita unas características especiales; por un lado, podríamos hablar de novela costumbrista al estilo inglés. Es decir, podría poner la etiqueta que define este tipo de historia, pero me da pereza. Para que os hagáis una idea los amantes de las seríes, se correspondería con las del tipo Downton Abbey, Arriba y abajo o The Crown. O lo que es lo mismo, historias en las que el lector (o espectador) conoce todos los entresijos de lo que ocurre en una mansión aristocrática, tanto la parte que corresponde a los señores como a los miembros del servicio, siendo Louise el hilo conductor entre unos y otros.
Y, para rizar el rizo, el libro se ampara en personajes de carne y hueso para darle visos de realidad. Por un lado, tenemos a Florence Nightingale Shore, que realmente existió. Nació el 10 de enero de 1865 en Stamford, (condado de Lincolnshire, Inglaterra) y murió, tal y como se relata en la novela, el 12 de enero de 1920, después de ser hallada inconsciente en el compartimento de un tren que viajaba con destino a Sussex. Aunque fue trasladada a un hospital, no pudo sobrevivir a las violentas heridas que le propinó su asesino en la cabeza. Dedicó su vida a sanar enfermos, al igual que su tía, madrina y tocaya al heredar su nombre, la famosa Florence Nightingale, que transformó y modernizó el mundo de la enfermería. También es real tanto la situación en el andén que protagonizan Florence y Mabel Rogers que se describe en la novela. La segunda fue a despedir a la primera y eran amigas desde hace años.
Y, lógicamente, estarían las hermanas Mitford (o toda la familia), como ya adelanté al principio.
No sé si he sido lo suficientemente clara a la hora de explicar los motivos por los que me ha gustado tanto esta novela, pero intentaré concretarlos.
Es verdad que siempre me han gustado este tipo de relatos, tan british ellos y que tanto echo de menos a menudo. Esta novela, no podría ser de otro modo, es un firme exponente de lo que durante muchos años leía con fruición y, en alguna época, devoraba.
He de admitir que la autora consigue estar a la altura de los mejores en el género. Y lo hace por su esmero en las descripciones, ya sean de lugares o personajes (y los hay de todos los gustos, de todos los estratos sociales y de todas las condiciones) la ambientación es una delicia. Da igual que te describa un paisaje, una forma de vivir o los usos y costumbres de la época. Jessica Fellowes te hace soñar porque no repara en ningún detalle. De hecho, enseguida te pone en situación, te obliga a transitar por esas calles de Londres de 1920 donde se daban cita todas las clases sociales; o te lleva a la campiña inglesa, donde tienen su residencia los Mitford.
Por no hablar de los temas que trata la novela, que son también muchos y variados. A fin de cuentas, estamos en un periodo de entre guerras, donde la sociedad sufre un cambio radical y no precisamente por la crisis económica que la situación conlleva y que Jessica Fellowes retrata a la perfección.
En definitiva, si la palabra crimen te altera las neuronas y esperas encontrar una novela de ritmo vertiginoso, no te acerques a ella. Sin embargo, si quieres recrearte con buenas descripciones, conocer una época y un entorno además de resolver un crimen, este es tu libro.