DATOS TÉCNICOS:
Título: MUJERES ERRANTES
Autora: Pilar Sánchez Vicente
Editorial: Roca Editorial
ISBN: 978-84-17092-39-9
Páginas: 416
Presentación: Rústica con solapas
Autora: Pilar Sánchez Vicente
Editorial: Roca Editorial
ISBN: 978-84-17092-39-9
Páginas: 416
Presentación: Rústica con solapas
El pasado 26 de abril salió a la venta en librerías Mujeres errantes, la sexta novela de Pilar Sánchez Vicente. Sin embargo, no sería hasta el 3 de junio, coincidiendo con la Feria del Libro de Madrid, cuando una representación de #SoyYincanera asistimos a un encuentro con la escritora, organizado por Roca Editorial, y pudimos profundizar en una novela tan impresionante como impactante, por los motivos que fuimos apuntando poco tiempo después en la Lectura Simultánea que organizamos en Twitter y que intentaré resumir ahora.
Pilar Sánchez Vicente (Gijón, 1961) es documentalista y escritora. Licenciada en Geografía e Historia, trabaja como jefa del Servicio de Publicaciones, Archivos Administrativos y Documentación del Gobierno del Principado de Asturias. Es presidenta de la Asociación Profesional de Especialistas en Información (APEI). Fue guionista y presentadora de varios programas en TVE-Asturias y el canal Internacional de TVE.
Hasta la fecha ha publicado las siguientes obras:
- Breve Historia de Asturias (Ayalga, 1986).
- Comadres (2001).
- Gontrodo la hija de la luna (2005).
- La Diosa contra Roma (2008).
- Operación Drácula (2010).
- Luciérnagas en la Memoria (2013).
- El fantásticu viaxe de Selene (2015), junto con Luz Pontón y Alba F.Starczewska. Se trata de un cómic en asturiano e inglés.
- Mujeres errantes (Roca Editorial, 2018).
- La muerte es mía (Roca Editorial, 2020).
- Sangre en la cuenca (Orpheus Ediciones, 2021).
- La hija de las mareas (Roca Editorial, 2021).
Sin miedo. Sin rumbo. Sin freno.
Greta Meier, famosa escritora suiza afincada en Londres, retorna a su tierra natal en un último intento por detener la deriva de sus días. Sorprendida por la inesperada enfermedad de su progenitora, decide compensar sus prolongadas ausencias y aparcar los reiterados enfrentamientos, permaneciendo a su lado hasta el fatal desenlace.
Sin embargo, sus últimas palabras siembran una duda demoledora, dejando entrever en el último suspiro el gran secreto de la vida de Greta: ¿Quién era la mujer muerta, si no es su madre? Con la única compañía de sus cenizas, la autora emprende un viaje al pasado en busca de su propia identidad.
Siguiendo el único hilo disponible, localiza un punto en la costa norte de España y hacía allí se dirige. Pronto atisbará que la vieja rivalidad entre la Tiesa y la Chata, dos pescaderas ambulantes, esconde la clave de su origen, pero las preguntas se acumulan sin respuestas. Y el tiempo se acaba.
¿De quién es hija? ¿Ha sido robada a sus verdaderos padres? ¿Qué conexión tienen Cimavilla y Nicaragua? ¿Esconden el secreto esas cartas amarillentas, nunca contestadas? ¿Por qué le resulta tan familiar Gaspar García Laviana, el cura guerrillero cuyos poemas le atraviesan las entrañas?.
Dejando atrás las turbulencias del pasado, Greta se adentra en un mundo olvidado buscando pistas sobre su origen: ¿dónde están sus verdaderos padres?¿quién es ella, en realidad?
¿Qué hacer cuando los fantasmas del pasado cobran vida?.
Una escritora autodestructiva, una pescadera ambulante y una emigrante sin escrúpulos. Tres mujeres unidas por un hilo común: la huida hacia delante.
Con tan solo dos frases Roca Editorial nos adelanta lo que vamos a descubrir en Mujeres errantes. Dos frases y tres mujeres. Ahí es nada. Greta, Julia y Eloína, dos de ellas calificadas con el epíteto que mejor las define, la otra por su profesión. Y con un rasco común a todas ellas: esa huída hacia delante, casi desde la cuna, porque las circunstancias de su nacimiento las llevaron a protagonizar un futuro incierto. Pero no será ese rasgo el único que compartan, porque las tres están unidas por un lazo invisible, similar al de la leyenda japonesa que nos habla del hilo rojo del destino que pone en contacto a aquellos que están abocados a cruzarse en la vida más allá del tiempo, del lugar y de las circunstancias.
Pero no quiero adelantar nada por ahora, primero quiero poneros en antecedentes de lo que para mí ha sido una novela impresionante en su sencillez porque utiliza una prosa meticulosa, un estilo impecable y una gran riqueza de vocabulario, donde el humor o el misterio están dosificados en su punto preciso, porque rezuma arte en cada uno de sus capítulos:
Han pasado varios años desde que Greta abandonara el hogar familiar para instalarse en Londres y convertirse en una escritora de éxito. Nunca tuvo una vida fácil a nivel afectivo, porque los enfrentamientos con su madre fueron constantes desde la adolescencia y más desde que se casó con Paul y descubrió que quien se hacía pasar por primo lejano era realmente su padre. ¿O quizás empezaron mucho antes?. Sin embargo, cuando decide volver a Zermatt, lo hace con la intención de saldar una vieja deuda y, de ese modo, enterrar aquella rivalidad que la llevó a alejarse de la única persona que siempre veló por ella, en todos los sentidos. Sin embargo, lo que no se espera a su vuelta es encontrársela postrada en una cama de hospital y con pocas posibilidades de salir airosa de allí. Eloína Fernández agoniza lentamente, aunque feliz, en cierto modo, porque por fin ha conseguido reencontrarse con Greta cuando menos lo esperaba. Y los días se suceden mientras madre e hija retoman la antigua complicidad, pero el cáncer es pertinaz y decide poner un final a una historia que no acaba más que comenzar para nosotros.
Efectivamente, momentos antes de exhalar su último suspiro, Eloína confiesa a Greta que no es su madre. Y se marcha de este mundo satisfecha, pensando que este último acto obedece a un mandato divino y que así conseguirá el perdón largamente anhelado. Y como tal decisión no ha sido meditada, ni siquiera repara en el daño que puede ocasionar, dejando a su hasta ahora hija hundida en la miseria, sin capacidad de reacción hasta pasados unos días, en que decide poner su mundo (o el que había heredado) patas arriba, hacer inventario, poner la tienda que durante años había administrado su madre en venta, así como la vivienda y marcharse de nuevo en busca de sus orígenes. Y de su identidad. Porque si algo es Mujeres errantes, es una historia de mujeres que vagan de un lugar a otro, que nunca encuentran acomodo en ningún sitio porque persiguen encontrar su esencia, algo intrínseco a lo que agarrarse para poder sobrevivir.
Y con estos mimbres arranca una novela fascinante como pocas y nos encontramos a Greta conduciendo, camino de Gijón, y como compañera de viaje la urna en la que reposan las cenizas de Eloína.
LOS PERSONAJES:
Mujeres errantes es un libro de personajes potentes que se enfrentan a situaciones personales complicadas y secretos que han de resolver. Sus relatos son estremecedores y su búsqueda de la propia identidad nos invita a descubrir que cada decisión tomada es un riesgo más en su trayectoria vital. Con estas tres mujeres descubriremos que sus vidas no fueron ni un paseo militar ni un camino de rosas, sino todo lo contrario, en cada decisión tomada hubo dolor, porque su vida estuvo cuajada de humillaciones, imposiciones y, en ocasiones, hasta una violencia difícil de soportar:
- Eloína: Su infancia estuvo marcada por la miseria y por ello, cuando se le presenta la ocasión de emigrar a Suiza junto con su madre y una amiga de ambas, no pierde la ocasión de buscar ese Dorado que su tierra le negó. A los pocos meses de llegar a la tierra prometida conoce a Paul, se queda embarazada y tiene una niña a la que dará esa educación que a ella le faltó. No reparará en esfuerzos para conseguirlo y encontrará en Zermatt el lugar en el que hacer posible aquello que soñó.
- Julia la Chata: Amiga de Eloína y de su madre, viajó con ellas a Suiza en 1963. Trabajaron las tres en la fábrica de Nestlé hasta que tuvo que volver de nuevo a Gijón por motivos familiares. En el camino perdió una hija que a lo largo de los años ha seguido recordando con nostalgia. La Chata es ese tipo de personajes capaces de reunir todos los matices que un lector desea encontrarse en cada novela porque empatizas con ella desde el primer momento y sufres su ausencia cuando finalizas la novela y piensas que ya no estará en tu vida. Trabajadora tenaz desde niña, siempre supo ganarse las habichuelas, bien como pescadera ambulante o regentando un trigre y sirviendo culines de sidra a los parroquianos. Eso no mermó su personalidad, ni siquiera los malos tratos recibidos durante años por parte de su marido, un ser despreciable que nunca supo ver su potencial, ni sus bondades, escondidas tras una pátina de descaro y fortaleza. Aún siendo una nonagenaria en la actualidad, sigue siendo deslenguada, pero sobre todo, divertida y la única persona capaz de conseguir que Greta se acepte y se redima.
- Greta: Es el nexo de unión entre Eloína y La Chata. Desde su infancia su carácter denotó una fuerte personalidad, aunque durante ese período fue feliz viviendo con su madre en Zermatt. A raíz de enterarse que Paul, al que consideraba un tío, es su padre y de la boda de ambos progenitores, Greta comienza una espiral de rebeldía que llevan a la familia a plantearse aceptar las propuestas de la joven, que pasan por irse a estudiar a Inglaterra, después de dejar un elitista internado suizo en el que sufre bulling. Su destino es Inglaterra, donde pretende dedicarse a la literatura. Y, aunque consigue el éxito en ese campo, también se cruza en su camino Hansel, un profesor de universidad del que se enamora y con el que inicia una relación basada en el sexo, las drogas y los excesos, hasta el punto de acabar recluída en una clínica psiquiátrica para superar sus adicciones. Cuando a los cincuenta y dos años descubre que su madre no lo es, su vida sufre un vuelco y en su necesidad de descubrir sus orígenes, emprende un viaje físico y personal hacia Cimadevilla, en Gijón, donde conocerá a la Chata, la única mujer viva que puede darle explicaciones sobre su madre y su ascendencia.
Presentadas las protagonistas a grosso modo, quizás os extrañe ahora por qué os digo que Mujeres errantes es una de las novelas más adictivas que he leído a lo largo de este año, ¿verdad? Pues la razón es muy sencilla. Puede que "la culpa" sea de los personajes, sí, que no son solo estas tres mujeres, sino todo un elenco a cual más atractivo, pero también son sus historias, sus vivencias y un largo etcétera de sensaciones que vais a ir descubriendo.Sin embargo, yo me quedaría por los temas que aborda, porque imposible que se den tantos, con tantísima enjundia y tratados con una exquisita delicadeza. Citaré los más obvios, para no eternizarme ni aburriros:
Por el título, está claro que esta novela abunda en el terreno de la emigración y en particular la femenina:
En el caso de Greta, esta emigración también lleva aparejada la búsqueda de la identidad para poder seguir levantándose cada mañana, en todos los sentidos.
Otros temas serían los malos tratos, que da igual en qué época nos encontramos, parece ser que nunca pasa de moda la maldita lacra. Y es que nos han querido vender que se debían a que la sociedad de hace décadas estaba menos evolucionada, que todo era el producto de esa incultura que aquejaba a nuestra sociedad desde tiempos inmemoriales. Por ello, lo que ocurría cuando la Chata era joven y se casó con un hombre que acumulaba en su mochila toda la perversidad del mundo, era la moneda de cambio más habitual. Sin embargo, también se da en el Londres más cosmopolita e intelectual, entre gente que debería estar a años luz de según qué conductas. Claro que en el caso de Greta, tiene otra connotación añadida: la adicción sin medida a drogas y alcohol, que tanto ella como su pareja exhiben y que casi les lleva a rozar la muerte.
¿Os parecen pocos ingredientes para una novela? Pues hay más y seréis vosotros quienes tengáis que descubrirlos. Os merecerá la pena.
LOS ESCENARIOS:
Hay novelas donde los escenarios se convierten en un personaje más, lugares con alma que tienen vida propia. En Mujeres Errantes se da esta circunstancia y, lo que es más curioso, en distintos enclaves y en distintos planos temporales. Porque es quizás, en virtud a estos escenarios, como descubrimos el modo en que esta narrada esta historia. Será Greta la encargada de situarnos y contárnosla desde su punto de vista; por un lado, será a través de su testimonio como conoceremos a Eloína, quien en 1963 emigró a Suiza junto con su madre y Julia, apodada La Chata. Poco tiempo después nacería ella. Siendo prácticamente una adolescente, con lo que ello conlleva, se fue a vivir a Londres y entrada en los cincuenta, buscando su identidad, viaja hasta Gijón, concretamente a Cimadevilla y a través de los encuentros que mantiene con La Chata, descubrimos la idiosincrasia de este barrio, de sus gentes y su historia, ya que el relato aborda desde los años veinte del siglo pasado hasta la actualidad:
Por un lado tenemos Zermatt, esa pequeña localidad suiza libre de vehículos a motor ubicada a los pies del Matterhorn donde se instaló Eloína para empezar una nueva vida y que hizo sus delicias, porque la sintió como su propio paraíso, el lugar perfecto donde prácticamente se pudo mimetizar con el lujo y el refinamiento que transitaba por sus calles, ya que es una de esas estaciones de esquí de primer nivel, a la que acuden millonarios de todo el mundo buscando en sus paisajes y en el monte Cervino emociones y percepciones imborrables. Lo que siempre había deseado para sí misma. Todo lo contrario a lo que sentiría años después Greta por este mismo enclave, una opresión y un no sentirse de allí que arrastraría durante toda su vida y que la llevaría a convertirse en una mujer errante en busca de su lugar en el mundo.
En contraposición a tanta ostentación estaría Cimadevilla, el barrio de pescadores, pobres de solemnidad, de Gijon que en 1975 fue declarado Bien de Interés Cultural con categoría de Conjunto Histórico. Asentado al borde del Cantábrico disfrutaremos de él a través de los ojos de La Chata. Fue este lugar, precisamente, el punto de partida de las tres mujeres que un día emigraron a Suiza, buscando el sustento que su tierra les negaba. Y lo conoceremos en profundidad; vagaremos por sus calles y callejas, de la calle de la Soledad, donde se alza la capilla de la Virgen preferida por la pescadera ambulante y sede de la Cofradía de Pescadores a la Plaza de la Corrada, sin olvidarnos del puerto o de la rula, combinando la piedra y la madera para entender que es un lugar de contrastes que te cala como pocos. Y, por supuesto, la mar, porque este barrio es un istmo natural, prácticamente una península en miniatura unida solo por uno de sus lados a la ciudad. Rodeado de agua por una mar llena de posibilidades a la que hay que respetar.
También conoceremos a sus gentes, a esas pescaderas ambulantes que como Julia gritaban por las calles la mercancía que llevaban o las artimañas que usaban tanto niños como niñas para ganar una perra gorda; sus costumbres, las penalidades por las que pasaron, como cuando se nos relata como morían de tifus como si fuera lo más natural del mundo. En fin, una realidad complicada de olvidar que, aunque común a muchos otros lugares en aquella época, narrada desde la perspectiva de la Chata suena fresco, suena diferente, porque parece que lleve la verdad como bandera y el modo en que evoca el pasado es conmovedor.
Mujeres errantes también nos llevará a Berlín, aunque serán unos breves escarceos en los que pasearemos por cafés, salas de arte, centros contraculturales, asistiendo a una actividad política incesante. Eran los tiempos previos a la caída del muro, cuando los grafitis alcanzaron su mayoría de edad por lo que eran capaces de transmitir. Después Greta viajará a Londres, donde pasará algunos años, -fue su refugio cuando su madre se casa con Paul, un hombre al que Greta creía un tío lejano pero que tras la confirmación de que era su padre, la confrontación con ambos llega a convertirse en insostenible- de esta ciudad como escenario hay menos descripciones si la comparamos con otros enclaves, ya que los derroteros que toma su vida van por otro camino, aunque Pilar Sánchez, fiel a su estilo, nos acercará la ciudad para que la conozcamos en todos los sentidos. Pasearemos con Greta por esas calles llenas de actividad y monumentos emblemáticos durante el día y esos parques en los que encontraba la paz que ansiaba, en donde se daban cita gentes de todas las razas del mundo y de un colorido impresionante. Es allí donde se convertirá en escritoria de éxito, pero el camino no solo para alcanzarlo, sino para mantenerlo, es bastante farragoso. Será en Londres donde conozca a Hänsel, un alemán de Munich que se instaló en la ciudad siendo un adolescente para convertirse en profesor de universidad. También forma parte de una tertulia literaria denominada Los Cinco Magníficos que una vez al mes se reunía para llevar a cabo unas Justas Literarias que causaban furor en la comunidad estudiantil. Culto, inteligente y atractivo, se enamorará de él hasta las trancas, para mantener una relación tortuosa y destructiva, trufada por las drogas hasta su mayor expresión, porque el profesor tiene una cara oculta que mejor hubiese sido no conocerla.
Sin embargo, hay otro lugar de excepción que hará nuestras delicias y que abre una nueva trama dentro de la novela ¡como si no hubiese suficientes! y a la altura de las otras, o puede que incluso más impactante, más conmovedora. La autora nos trasladará a la isla de Ometepe, en Nicaragua, en la época de Somoza y la guerrilla sandinista de la mano de Guillermo Expósito, el antiguo párroco de Cimadevilla y amigo desde la infancia de La Chata. Cuando el cura decide marcharse a las misiones, allá por los años sesenta, porque siente la necesidad de ayudar a los más necesitados, acaba involucrado en la guerrilla por su amistad con Gaspar Garcia Laviana, el cura guerrillero que murió en el intento de luchar contra las injusticias. Vivió allí durante más de medio siglo, hasta que el alzheimer se ceba con él y su Orden lo trae de regreso a Gijón. Durante todos esos años enviaba una carta por año a La Chata, coincidiendo con las navidades, y esta, que no sabía leer, se las pasó a Greta, que las va volcando en capítulos alternos en la novela y son absolutamente emotivas y dolorosas, porque retratan escenas que te ponen la piel de gallina cuando no te generan alguna que otra náusea por lo que de real se vuelca entre líneas. En ellas, entre otros detalles, nos habla de la vida en aquel territorio, pero entiendo que deberíais acercaros al libro para disfrutarlas como hemos hecho quienes hemos participado en esta Lectura Simultánea.
Mujeres errantes es una novela que toca todos los palos, temas universales como el perdón, la ambición o la amistad se mezclan con la emigración, los malos tratos o las adicciones con indudable destreza, gracias a unos personajes indelebles con los que empatizarás desde el primer momento o hacia los que sentirás una animadversión infinita. Da igual, son tantos los matices que aglutinan cada uno de ellos que, sea del modo que sea, te sorprenderán tanto ellos como sus historias. Historias que se han ido tejiendo con habilidad, cada una por separado pero que cuando llegan a converger te maravilla el fondo y la forma en que se han expuesto, porque la novela está narrada con una naturalidad exquisita y un vocabulario acendrado cuando es preciso y vulgar si la ocasión lo requiere, -que son las menos de las veces y siempre contextualizando, de modo que resulta espontáneo y llano-, por lo que cuando terminas la novela sientes que esa oleada de sensaciones que has ido reprimiendo a lo largo de la lectura llega a explosionar en tu conciencia para sorprenderte todavía más ante la maravilla de historia que has vivido y solo desearás no haber acabado nunca y que la lectura hubiese sido eterna. Además, aprenderás a embotellar sensaciones, sentimientos o viviendas para que tu viaje existencial sea más llevadero.
¡Imprescindible!