DATOS TÉCNICOS:
Título: EL COLOR DE LA LUZ
Autor: Marta Quintín
Editorial: Suma de Letras
Colección: Femenino singular
ISBN: 978-84-9129-028-5
Páginas: 432
Presentación: Rústica con solapas
De vez en cuando se me acumulan una serie de lecturas densas, bien por el modo en que están narradas, bien porque las tramas son desesperantes, de esas que te quitan el sentido y no te dejan respirar hasta que las terminas. Es entonces cuando tengo que mirar a otros lados, ver qué se cuece en el panorama editorial y qué ingredientes utilizan. Y no es fácil, porque en España se publica mucho y no siempre es bueno, por lo que esto de elegir, y más si lo quieres hacer en compañía, se convierte prácticamente en un deporte de riesgo.
Así fue como buscando, de entre una larga lista de títulos que llamaron mi atención, uno destacaba sobre los demás por los requisitos que andaba buscando: El color de la luz. Necesitaba un libro fresco que me sacara del pozo de asesinatos y venganzas en que andaba metida. No, no voy a decir a estas alturas que su portada me llamó la atención aunque sí que lo hizo, porque hay que estar muy ciega para no darse cuenta que es preciosa, pero me niego unirme a esa legión de lectores que fibrilan con las cubiertas de los libros y llegan a asegurar que esa fue la razón que les llevó a leer tal o cual novela, porque, a fin de cuentas, una portada es simplemente el envoltorio que forra un regalo, prescindible una vez que descubrimos lo realmente importante, aquello que durante unas horas nos hará más o menos felices y que, las menos de las veces, recordaremos de por vida.
Días después la editorial me invitó a un "Encuentro" con la autora y no me pude resistir. Intuía que en el libro había mucho de ella y necesitaba preguntárselo. Por otro lado, la veía tan joven, que me generaba ternura y admiración a partes iguales. Y fue un acierto, porque pude resolver mis dudas y disfrutar de unas horas de diversión con algunas blogueras que también acudieron a la cita. Mejor plan imposible, ¿verdad?.
Marta Quintín Maza (Zaragoza, 1989) Descubrió su faceta de "contadora de historias" a los cuatro años, cuando en la clase de párvulos la eligieron para contarle un cuento a sus compañeros. Desde entonces, no ha hecho otra cosa. O eso cree. El caso es que luego empezó a escribir y ganó varias veces el premio Tomás Seral y Casas de relato corto.
En su faceta periodística, ha trabajado (y ha seguido contando historias) en la agencia EFE, la Cadena SER, y la NASA española. Y de ahí dió el salto a la novela, publicando su primera “Dime una palabra”, cuando todavía vivía en Nueva York. En febrero de este año ha vuelto a publicar, en este caso, “El color de la luz” y está claro que todavía le queda mucho que contar.
«La tarde de otoño estaba fresca. La humedad de la lluvia aún pendía del aire. Las hojas caídas se arremolinaban en las aceras del bulevar de su vieja ciudad. Martín y Blanca Luz empezaron a caminar, el uno al lado del otro, como aquella otra tarde en que volvieron juntos a casa por primera vez, no demasiado deprisa, disfrutando del paseo y de la atmósfera que se esponjaba a su alrededor.»
Blanca Luz Miranda es una empresaria de éxito. Su objetivo: amasar una gran fortuna para comprar arte. La adquisición, en una subasta de Nueva York, de uno de los cuadros más inquietantes del pintor Martín Pendragón cumplirá el sueño de esta anciana de ojos enigmáticos. En esa misma sala una periodista observa la escena con interés, está convencida de que tras ese pago millonario se esconde un secreto y hará todo lo posible por descubrirlo. Lo que no sabe es que será Blanca Luz quien decida cómo se escribe su historia.
Una novela llena de matices, veladuras, fricciones, secretos, que nos descubre que toda obra de arte esconde una historia que puede redimirnos.
Siendo prácticamente una niña, porque no creo que tuviese más de doce o trece años, la madre de una amiga nos llevó a ver la película Lo que el viento se llevó. Al salir del cine ambas estábamos absolutamente impresionadas. Durante días no dejamos de hablar de otra cosa que no fuera la historia, estableciéndo paralelismos, hasta el punto de que mi amiga me llamaba Escarlata y yo a ella Melania. Y su madre, una enamorada de la película, también participaba de nuestras conversaciones. Al poco tiempo, viendo nuestro entusiasmo, nos regaló a ambas el libro. Era un tocho que, si mal no recuerdo, superaba las mil páginas y que incluso tenía fotografías en blanco y negro de la película. Lo devoré. Y lo hice porque más allá de narrar una historia fascinante, había descubierto algo que afectaría a mis futuros gustos lectores: había encontrado una protagonista de tronío, una mujer caprichosa, egoísta y todos los adjetivos que le queráis poner, pero con un carisma capaz de levantar una novela por sí misma, porque con sus actos, acertados o errados, te tenía siempre con el alma en vilo.
Pues algo así me ha sucedido con esta novela que en nada se parece a la anterior: he descubierto una protagonista de un golpe, gracias a la que todo lo que sucede en la novela gira en torno a ella, por acción u omisión. Una mujer capaz de influir, para bien o para mal, en la vida de otros. Determinante como nadie y nada arquetípica. Y cuando, además, está rodeada de otros personajes mucho más "amables", a los que acabas queriendo por muy ficticios que sean, todavía te sorprende más.
Esta mujer no es otra que Blanca Luz Miranda, a la que conocemos nada más empezar a leer siendo ya octogenaria. Una casualidad hace que una becaria de una agencia de noticias se fije en ella y quiera hacerle una entrevista y esta se produce. Quizás porque la que se cree más lista de las dos, obviamente la joven, creyendo que ha encontrado una mina de oro con la que poner en valor sus dotes como escritora, no había reparado en que Blanca Luz andaba buscando una herramienta para poder poner blanco sobre negro la historia de su vida.
Pero vayamos por partes, porque El color de la luz ha resultado para mí una novela muy, muy especial y quiero ofrecer un decálogo de razones por las que deberías leerla. Y eso que encontrar tantas es bastante complicado. Por lo menos para mí. Si bien es cierto que es más fácil cuando se trata de una joya de la literatura, o de un clásico en el que se dan, además, una serie de circunstancias especiales, que con una novela actual donde la cosa se complica. Si bien es cierto que hice este mismo ejercicio no hace mucho y podéis decirme que parece que me haya abonado a la fórmula, en mi descargo diré que con Lena, de Daniel Vázquez Sallés, era la primera vez que lo intentaba en todos los años que llevo por estos mundos blogueriles. No obstante, entiendo que debo intentarlo de nuevo, porque El color de la luz bien merece el esfuerzo por los buenos ratos que he pasado mientras andaba perdida entre sus páginas:
1.- EN EL PUNTO DE PARTIDA: La novela comienza con una impactante escena: Blanca Luz Miranda, una empresaria octogenaria que ha levantado un imperio textil de la nada, suscita una lucha sin cuartel en una casa de subastas neoyorquina durante la puja por un cuadro de un afamado pintor español: Martín Pendragón. A todas luces, dado su precio de salida, el importe del mismo se ha disparado, pero eso parece darle igual a la anciana, quien finalizada la subasta, agarra el lienzo como si siempre hubiese sido suyo y se va, causando expectación y admiración entre quienes asisten al evento y en particular en una joven periodista que trabaja como becaria en una agencia de noticias española y que está cubriendo el acto.
Esto será el inicio de un prólogo en el que conoceremos más a la joven en cuestión y quizás una de las partes de la novela que ha suscitado más debate entre el grupo #SoyYincanera, quizas por el particular estilo de la autora, del que ya hablaré más adelante. El caso es que quizas, gracias al "Encuentro" que mantuvimos algunos blogueros con Marta Quintín, este prólogo, narrado en primera persona, es la parte más real de la historia, porque según nos comentó, la idea del libro le surgió tras asistir a la subasta de El Grito de Munch, que se vendió por ciento veinte millones de dólares, convirtiéndose en récord de cotización. Esa tesitura le dió pie a pergeñar, de vuelta a la redacción, el embrión de lo que más tarde se convertiría en una historia apasionante, al darle una vuelta de tuerca a la idea al plantearse qué razones podían llevar a una persona para pagar un precio escandaloso por un cuadro. Y así nació Blanca Luz Miranda.
Pero ese prólogo, como os decía, también nos da pié a conocer algo más de la autora, como que ese profesor de literatura del que habla en el mismo y también existe en la vida real, el mismo que le aconsejaba en los mismos términos en que lo hace en el libro o esa compañera de piso impagable, Leidy, que considero que debería patentar, digna de sacar una carcajada en mitad de la intriga.
2.- EL MOMENTO HISTÓRICO: Cuando conocemos a Blanca Luz Miranda, ella es una octogenaria y corre el año 1982. Como comprenderás, El color de la luz abarcará un periodo de tiempo de casi un siglo. Eso sí, no vayas a considerar que se trata de una novela histórica, porque no lo es, sino un paseo fascinante por un siglo, el XX, al que se denominó «Siglo de la Vanguardización» y no fue de manera gratuita. Por ello, y de manera soberbia, seremos testigos de excepción de aquella vanguardia parisina de los años veinte que hizo de la pintura su piedra angular y de la vida bohemia su leitmotiv. De la mano de Martín Pendragón penetraremos en La Ruche y seremos uno más, pero también le acompañaremos en ese París ocupado por los nazis, sufriendo con él y con sus compañeros la presión ejercida por los alemanes, empeñados en sepultar las obras que les resutaban perturbadoras y que consideraban una degeneración. Y lógicamente, en España, la Guerra Civil hará estragos, pero también presenciaremos alguna escena conmovedora, como la protagonizada por Francisco Miranda, padre de la protagonista, que te dejará con el corazón en un puño.
3.- LOS PERSONAJES: Una de las características más relevantes de la novela es su espléndida galería de personajes, en la que se combinan individuos de ficción con algún que otro real. De hecho, cuando más se observa esta práctica de incluir personas reales a la historia, se da cuando la trama se traslada a París. Allí Martín Pendragón conocerá a Jean Boucher, Marc Chagall o Chaïm Soutine, entre otros. Pero, ¿qué podría deciros de esos personajes ficticios que me han ido enamorando, en su mayoría, a los largo de estas más de cuatrocientas páginas? Todavía, a pesar de los días que han pasado desde que leí la novela, vienen a mi mente escenas protagonizadas por Francisco Miranda, José María Casabella (Chema) o Eduardo Izquierdo y no puedo evitar seguir sintiendo cariño, porque están tan bien perfilados, tanto en lo físico como en lo psicológico, y tienen unas personalidades tan definidas que han ido cobrando vida en mi cabeza. Porque parecerá mentira, pero en una novela donde hay dos grandes protagonistas, como son Martín Pendragón y Blanca Luz Miranda, los secundarios no actúan como comparsa, sino que tienen un peso importante en la trama. Obvio es que hay otros, menos importantes que los citados, que tienen su papel en un momento determinado y, hasta ellos, tienen ángel. Ya os comenté anteriormente el caso de Leidy o el profesor de la periodista, pero son muchos más, que me gustaría que conocieras y me comentases si te ha ocurrido lo mismo.
4.- EL PROTAGONISTA EN LA SOMBRA: No es otro que el cuadro por el que puja Blanca Luz, un lienzo que hace las veces de hilo conductor a lo largo de toda la novela, del que lo queremos saber todo porque se nos ha descrito con profusión de detalles, pero, sobre todo, porque es donde Martín Pendragón ha volcado su alma y una tabla de salvación a la que ella puede aferrarse para redimir todos sus errores del pasado.
5.- LA TRAMA: Dice Marta Quintín que lleva desde los cuatro años contando historias. Y se nota. Se nota porque la historia que nos ha regalado tiene una gran calidad por su generosidad. Porque más allá de querer sorprendernos capítulo a capítulo, nos trata de igual a igual, a golpe de descubrimiento. Porque eso es lo que ella hace: descubrirnos un mundo de emociones donde la pintura, el talento, la cultura, la bonhomia de unos personajes se aúnan para ofrecernos una lectura con una profundidad intelectual y emocional sin parangón.
6.- LA ESTRUCTURA DE LA NOVELA: La novela se divide en prólogo, trece capítulos y un epílogo aunque no sigue un orden cronológico lógico, toda vez que comienza in media res, para enseguida trasladarse al pasado, donde en ese caso sí se ciñe a la cronología de los hecho, para terminar en lo que sería el futuro teniendo en cuenta el principio de la obra. Visto así, parece sencillo, pero os aseguro que es mucho más complejo de lo que aparenta. A fin de cuentas, la estructura de la novela es el armazón que sostiene la obra y la de El color de la luz brilla por su cohesión y consistencia. Parte del esquema clásico, perfectamente definido y que en este caso ayuda a mantener la tensión narrativa, con un ritmo lento que va embaucando al lector, que cada vez quiere saber más y más mientras no dejan de sucederse diferentes subtramas, hasta llegar al clímax: planteamiento (aparece en el prólogo, cuando Blanca Luz y la periodista se conocen y deciden dar a conocer la historia vital de la primera, echando a rodar la historia y donde ya podéis intuir los temas que se van a tratar, porque son varios), nudo (a lo largo de los trece capítulos que componen la historia, no solo conoceremos a los protagonistas, sino a un elenco de personajes espectacular. Seremos conscientes de los conflictos que surgen y el modo en que los enfrentan) y desenlace (un epílogo magistral que cierra con broche de oro todos los frentes).
7.- EL ESTILO DE LA NOVELA: Si hay algo que llama la atención en esta novela desde la primera página es su lenguaje. Cuidado al máximo y utilizado con mimo, dado que de su riqueza se derivan los distintos registros que utiliza la autora dependiendo de quien hace de interlocutor. Por ejemplo, cuando la protagonista se dirije a la periodista, es formal, dotando a la narración de una hermosura poco habitual y, por lo tanto, muy por encima del lector común; sin embargo, cuando es a la inversa, este se torna coloquial, tirando a vulgar. Ambos aspectos se aprecian a la no solo a la hora de escoger las palabras y sus correspondientes sinónimos, sino en la manera de construir las frases. No obstante, en general, la prosa está muy elaborada, al hacer uso de numerosos recursos estilísticos, que he ido degustando poco a poco, disfrutando de cada párrafo, de cada línea y que es capaz de convertirse en un océano de lirismo cuando intenta transmitir sentimientos y sensaciones, ya sean por el amor o desamor que se profesan los protagonistas o cuando se describe una pintura, en la que resulta espectacular la nitidez con la que la autora es capaz de detallar cualquier peculiaridad.
8.- EL AMOR IMPOSIBLE COMO TEMA DE FONDO: Del mismo modo que los personajes de El color de la luz no son arquetípicos, tampoco lo es el tratamiento que tanto del amor como del desamor nos ofrece Marta Quintín al narrarnos la relación de Blanca Luz Miranda y Martín Pendragón.
Si me preguntas si ambos protagonistas vivieron una historia de amor, tengo que decir que sí. Una pasión adolescente y, sin embargo, cándida. La personificación del primer amor, puro, sutil y sin fisuras. Sin embargo, imposible de perpetuarse en el tiempo. Y los obstáculos con los que se toparon los enamorados no sobrevinieron precisamente por cuestiones ajenas a ellos, sino precisamente por todo lo contrario. Sí es verdad que cuando el padre de ella descubre la relación y el grado de intimidad al que los jóvenes han llegado, hace mutis por el foro y busca una estrategia para separarlos, dado que ambos conviven en su propio domicilio. Y su estrategia pasa por proponerle a Martín que viaje a París, para avanzar en su arte y este no se lo piensa dos veces y decide emprender el viaje. Con lo que no cuenta el chico es que Blanca Luz no le seguirá y que, muy al contrario, romperá su relación. Comenzará entonces una agonía para él en la que el paso del tiempo no ayudará a paliar el dolor mientras ella intenta emprender una nueva vida.
Y resulta conmovedor como ese dolor se mantiene, por parte de él a lo largo de décadas y de cómo ella sobrelleva sus decisiones. Porque cuando sus caminos confluyen, la nostalgia se adueña de la situación y se aviva como esos rescoldos que siempre quedan después de un gran fuego.
9.- LA TEMÁTICAS QUE ABORDA LA NOVELA: Dada la extensión de la novela, son muchas y muy variadas: ya hemos hablado del amor y el desamor, pero tiene también un papel predominante la amistad, los celos, la envidia, el pánico a esas decisiones que pueden arruinarte la vida, la persecución de los sueños, la guerra y sus consecuencias... en fin, tantos y tan variados que darían lugar a mil y un debates.
10.- Y si todavía no te he convencido, es porque o yo lo hago muy mal, o tú no tienes remedio. O seguro que en el camino me he dejado algo, pero si es esta última la razón, te agradecería que te pasaras por el resto de reseñas que ha publicado hoy el grupo #SoyYincanera.
Si lo que deseas es acercarte a la pasión auténtica, no te conformes con la Semana Santa. Cómprate un ejemplar de El color de la luz y la percibirás en estado puro, la notarás, la palparás, la sentirás, la escucharás, la observarás y la saborearás, porque de esta historia, escrita con los cinco sentidos, emanan los sentimientos más sublimes y te permitirá revivir las sensaciones más intensas. ¿A qué esperas?
Esta reseña participa en la iniciativa