DATOS TÉCNICOS:
Título: DÓMINA (2ª parte de la trilogía Maestra)
Título original: Domina
Autora: L.S. Hilton
Traductor: Santiago del Rey
Editorial: Roca Editorial
ISBN: 978-84-16498-19-2
Páginas: 352
Presentación: Rústica con solapa
Título: DÓMINA (2ª parte de la trilogía Maestra)
Título original: Domina
Autora: L.S. Hilton
Traductor: Santiago del Rey
Editorial: Roca Editorial
ISBN: 978-84-16498-19-2
Páginas: 352
Presentación: Rústica con solapa
Odio las trilogías, sobre todo si se trata de buenas novelas porque me generan ansiedad. No lo puedo evitar. Si las leo a medida que van saliendo, me pone enferma el tiempo que pasa entre una y otra. Si por el contrario me espero a que haya salido la última, me puedo pasar más de dos años comiéndome las uñas, viendo lo que los demás dicen de ellas. El caso es que utilice la fórmula que utilice, siempre acabo en brote.
A esta trilogía, en particular, llegué sin saber que lo era. Por eso cuando me encontré con la primera parte, Maestra, no pude evitar abrir el libro y ponerme a leerlo del tirón. Me llamó la atención su cubierta, de un rojo Valentino tan intenso como atractivo que era complicado ignorar; su título y, por supuesto, su sinopsis. Empezar a leer el primer párrafo y saber que no podía soltar el ejemplar fue todo uno. A las pocas páginas ya sabía que la protagonista me había ganado. Y eso no es fácil, porque había algunos detalles que, en caso de que la prosa de L.S. Hilton no hubiese sido tan rotunda y convicente, lo hubiese relegado a cualquier rincón de la estantería.
El caso es que hoy os vengo a hablar de Dómina, una novela que me ha gustado tanto o más que la anterior y en la que he notado una evolución en la protagonista que me ha gustado bastante... y eso que pensaba que Judith Rashleigh no podía sorprenderme más a título personal, sino que lo harían las circunstancias de su devenir diario.
LA AUTORA:
Así como el año pasado, a raíz de la publicación de Maestra, os comentaba que tenía poca información sobre L.S. Hilton, más o menos tengo la misma que entonces, por lo que apenas puedo citar la información que aparece en la solapa del libro:
L.S. Hilton creció en Inglaterra y ha vivido en Key West, Nueva York, París y Milán.
Tras licenciarse en Oxford, estudió Historia del Arte en París y Florencia. Ha trabajado como periodista, crítica de arte y locutora, y vive en Londres.
Maestra es el primer título de una aguda y sofisticada trilogía que se ha convertido en todo un fenómeno editorial, publicada en más de treinta países. Ahora llega Dómina, el segundo de los libros que componen la misma.
Actualmente, L.S. Hilton está colaborando con Erin Cressida Wilson en el guión de la película de Maestra, cuyo estreno mundial será en 2017.
SINOPSIS:
Judith Rashleigh lo ha conseguido. Ahora vive en Venecia, rodeada de lujo y esplendor, disfrutando finalmente de la vida por la que ha matado.
Pero alguien sabe lo que Judith ha hecho.
Judith solo podrá salvarse cuando encuentre una obra de arte de gran valor. Sin embargo, no es la única que busca esa pieza. Será entonces cuando deberá enfrentarse a su enemigo más cruel; un enemigo más poderoso de lo que ella nunca imaginó, y con el que iniciará una siniestra campaña de terror sutil que la perseguirá hasta que gane o muera.
IMPRESIONES:
Dómina comienza donde termina Maestra. Ni más ni menos, aunque quizás habría que hacer una precisión: los hechos que se relatan en Maestra transcurren un año antes de lo que nos vamos a encontrar en Dómina, solo que la primera novela termina con un epílogo que nos anticipa cómo será la nueva vida de Judith un año después. Será ahí donde se retome la historia en la segunda entrega.
Para ir haciendo boca, te muestro el texto que viene en la contraportada de la novela (la sinopsis aparece en la solapa), ya que para mi gusto, es mucho más atractivo y rotundo que la sinopsis, que me servirá de "plantilla" para ir desgranando esta reseña, aunque cambiando el orden de los enunciados. Quizás si ya la has leído me entiendas y, si no lo has hecho, me entenderás cuando lo hagas:
Un asesinato brutal en las calles de Venecia.
Un robo de una obra de arte de valor incalculable.
Un oscuro secreto del que no puede escapar.
Un enemigo implacable que la persigue.
JUDITH HA VUELTO.
Un oscuro secreto del que no puede escapar.
Un enemigo implacable que la persigue.
JUDITH HA VUELTO.
☛ Judith ha vuelto
Efectivamente, por fin nuestra sociópata de manual preferida ha vuelto. Y lo ha hecho por la puerta grande para contarnos en primera persona qué ha sido de su vida y cual es su realidad. Ahora vive en la Sereníssima Venecia, donde ha conseguido abrir la galería de arte que siempre soño: Gentileschi, -como no podía ser de otra manera- y ha montado su primera exposición. Empieza a forjarse un nombre en la ciudad de la Laguna, la referencia mundial del hedonismo al que ella es tan aficionada y este no es otro que Elisabeth Teerlinc, porque el oficial, aquel que consta en su partida de nacimiento, ahora no son más que unas letras en un pasaporte en deshuso, obsoleto como consecuencia de los daños colaterales de su estancia en París.
Judith, ¿o debería decir Elisabeth?, posee y vive en un piso -o mejor dicho, un piano nobile (algo realmente trascendental en Venecia, sobre todo para los moradores más elitistas de los palazzi renacentistas)- en el Campo Santa Margherita y con vistas a la plaza del mismo nombre, un barrio de los más bonitos y acogedores de la ciudad, en pleno corazón de Dorsoduro y alejado de la ruta turística, rodeada de sus cuadros favoritos y armarios. A fin de cuentas, los primeros alimentan su alma y el contenido de los segundos, su ego. Y acude a cuantas fiestas de lujo la invitan, obviamente, incluídas las que se sucedían a raíz de la Biennale.
Asimismo, toma clases de ruso, dado el mercado emergente que supone la irrupción en occidente de tanto ruso millonario comprando obras de arte. Las clases se las ofrece Masha, una cantante de ópera retirada, veneciana de nacimiento pero de origen ruso, dado que sus padres, que también se dedicaron a la misma profesión, se establecieron en Italia una vez que consiguieron huir de la Unión Soviética gracias a una gira.
☛ Un oscuro secreto del que no puede escapar.
Y es precisamente, mientras se encuentra inmersa en sacar adelante su galería y su primera exposición, haciendo contactos que en un futuro más próximo que lejano la catapulten al éxito, cuando conoce a Iván Kazbich, un marchante con galería en Belgadro que le propone valorar la colección privada de un millonario ruso en su domicilio particular. Judith accede en cuanto es conocedora de los honorarios que cobrará por ello y es un aliciente añadido el conocer que el dueño de la colección es Pavel Yermolov, conocido en el mundillo del arte por tener obras de artistas de reconocido prestigio de la talla de Picasso, Matisse o Botticelli, entre otros.
Cuando por fin accede a la finca del ruso en Saint-Tropez -después de un largo mes de preparativos que ayudan a la protagonista a tomar conciencia de lo que podía encontrarse- y observa la colección, Judith es consciente de su incapacidad para llevar a cabo la semejante trabajo, por lo que declina el ofrecimiento hecho. Será, a partir de entonces, cuando comience una extraña y perversa operación de desgaste que, rozando la violencia psicológica, llevará a Judith a tomar decisiones transcendentales.
☛ Un enemigo implacable que la persigue.
De vuelta en Venecia, Judith es invitada a una fiesta ofrecida por un multimillario al que vendió algunos cuadros en su exposición y con el que a menudo mantiene contacto, Tage Stahl, en su isla privada situada frente a la costa norte de Ibiza. Allí conoce a Alvin, un joven con el que ha trabado amistad a través de una red social y que parece conocerla. Cuando decide comprobar si eso tal y como dice, se da cuenta a través de las fotografías que Alvin ha publicado en su muro de Facebook que la hermana de éste se ha prometido al hermano de su antigua compañera en la casa de subastas londinense donde Judith empezó a trabajar, lo cual implica que se avecinan borrascas, porque el pasado parece querer amargarle el presente. Por lo que este hecho, más el que la fiesta se ha convertido al anochecer en un auténtico desvarío, hacen que Judith decida adelantar su vuelta a casa antes de tiempo, aunque volverá a salir de viaje, esta vez a Mónaco, para asistir a la boda de Carlota, una de sus primeras y mejores amigas en su nueva vida y a la que había conocido en el barco de Steve, aquel verano memorable en la Riviera en el que cambió su vida.
Sin embargo, una vez vuelta a la rutina, empiezan a ocurrir hechos extraños en su domicilio. Aparecen objetos, otros cambian de sitio y la presión va en aumento. Y no solo le afecta a ella, sino que también entran, en teoría, a robar en casa de Masha, aunque el ladrón no se lleva nada. A Judith no le caben dudas ya de que alguien la persigue, que quedó algún cabo suelto sin atar y ahora alguien que conoce su verdadera identidad la persigue. Y no da tregua.
☛ Un asesinato brutal en las calles de Venecia.
Y cuando Judith se ve inmersa en un mar de desconfianza, con las alertas disparadas, Alvin vuelve a aparecer en su vida. Se presenta en Venecia con la intención de seguir indagando en su identidad, sin saber que con ella no valen las medias tintas, porque su instinto de supervivencia es superior al de la media. Y ocurre lo que tiene que ocurrir. Obvio.
Por si fuera poco, Elena, esposa de Pavel Yermolov decide visitarla. Le hace partícipe de que conoce su sórdida trayectoria "personal" y la advierte de que en caso de que no la ayude, la delatará. Su proposición es complicada de aceptar: cree que Judith robó un Caravaggio que pertenece a su esposo y le pide que se lo de a cambio de su silencio, dado que su marido va a solicitar el divorcio y entiende que el cuadro la ayudará a conseguir seguridad.
Y el presente de Judith de desmorona. Otra vez más.
☛ Un robo de una obra de arte de valor incalculable.
Del mismo modo que en Maestra Judith Rashleigh nos acercó a la figura de Artemisia Gentileschi (para algunos, entre los que me encuentro, una perfecta desconocida hasta entonces), en esta ocasión ese protagonismo se lo llevará Michelangelo Caravaggio, el pintor italiano más relevante y original de su tiempo, que se distinguió por dotar de un realismo inusitado a sus pinturas y concretó el claroscuro, un innovador en cuanto a técnica y que supo dar una nueva estructura a sus cuadros a la hora de introducir a personas normales y corrientes en ellos para encarnar a figuras religiosas.
Porque el arte está muy presente en esta novela, en todos los sentidos. Nos empaparemos de él y el modo en que L.S. Hilton nos describe algunas piezas es impresionante, pues consigue acercarlo de una manera tan sutil como atractiva. Te pongo como ejemplo la descripción de "Medusa", un óleo sobre lienzo pegado a una tabla, que mide 60 x 55 cm y que se encuentra en la Galleria degli Uffizi, en Florencia:
"El cuadro es un escudo convexo de madera de álamo que pretende reproducir el escudo de bronce que Perseo usó para reflejar la mirada petrificante de la Gorgona y acabar con ella. Si hubiera mirado directamente a los ojos de la hechicera, el héroe de Ovidio habría quedado convertido en una estatua de piedra. Caravaggio le otorgó su propia cara al mostruo, a la Medusa que despierta agónicamente de su sueño justo en el momento en que la espada de Perseo le secciona la cabeza del cuerpo. Pero Caravaggio intuyó de algún modo que el espacio se curva tan sinuosamente como los pelos de un pincel, que no puede mantenerse inmóvil, y que el tiempo se acelera o se ralentiza según su posición en la gravedad.
En el escudo de Medusa, las sombras cóncavas de la cabeza coronada de tortuosas serpientes contradicen la convexidad de la superficie. Ahí es donde los dos planos se entrecruzan, donde por un momento, el tiempo vacila. En el encuentro de nuestros ojos con los de Medusa, Caravaggio congela el universo para capturar el momento de la muerte, desafiando con audacia las leyes del arte".
Y será precisamente un dibujo de este autor el que traiga de cabeza a la protagonista de esta historia, porque un mafioso ruso por un lado y su esposa por otro, creen que ella se lo ha robado y Judith, precisamente, no es que no sepa ni donde está, sino que lo que es peor: cree que ni existe, porque de ser así, sería una falsificación.
Comenzará así una lucha contra el tiempo, una huida hacia adelante que llevará a Judith a buscar ese dibujo por distintos lugares. Volverá a Londres, París, Serbia y Suiza, para dar con todas las respuestas y descubrirá que el mundo del arte es un mero instrumento en manos de otros intereses más espurios.
Esto sería, a grandes rasgos, la punta del iceberg de una historia que no te dejará indiferente, que te tendrá en vilo a lo largo de sus más de trescientas cincuenta páginas y que aunque no hayas leído la primera entrega, podrás zambullirte en esta sin problemas, porque L.S. Hilton, fiel a un estilo inconfundible, te pondrá en antecedentes de una manera tan sutil como eficaz, si bien es cierto que Dómina te gustará tanto que desearás -en caso de no haberlo hecho- leer la primera parte inmediatamente. Dímelo si así ocurre, porque me apuesto lo que quieras a que caerás rendido con esta serie y solo desearás al acabarlas leer la siguiente, porque Judith Rashleigh es mucho personaje, un veneno para el que no hay antídoto.
CONCLUSIONES:
Si has llegado hasta aquí, habrás comprobado que Dómina me ha encantado. Y no solo porque ya me había enamorado de su protagonista en el primer libro de la trilogía, sino porque he visto su evolución: ahora Judith es más rotunda, pero también más humana.