DATOS TÉCNICOS:
Título: DONDE
AÚLLAN LAS COLINAS
Autor: Francisco
Narla
Editorial: Planeta
Colección: Autores Españoles e Iberoamericanos
ISBN: 978-84-16528-13-4
Páginas: 256
Presentación: Tapa dura con sobrecubierta
Hay novelas de las que te enamoras en el
primer capítulo y ya no puedes dejar de leer. A mí, hace tiempo, me parecía que
era así como tenía que ser, que difícilmente una historia podía salir airosa si
no te atrapaba desde el principio, aunque la experiencia me ha demostrado que
esta premisa no siempre se cumple para bien y la mayoría de las veces, para
mal.
También hay novelas que te sorprenden en el
primer párrafo y empiezas a fibrilar intuyendo que te esperan momentos de
auténtico placer lector, porque el autor ha puesto todo y oficio y parte de sus
entrañas para que se diera esta circunstancia… y luego están las elegidas, esas
que te ganan en la primera frase, que te descolocan porque sabes que te
encuentras ante algo que te hará vivir sensaciones deliciosas aunque la
narración esté plagada dolor. Estas situaciones se dan tan de tarde en tarde
que te resulta imposible dilucidar cuando fue la última vez que leíste algo
similar y siempre las recuerdas, las relees, las guardas como oro en paño y
perduran en tu mente y en tu alma durante años.
Por eso aviso… Donde aúllan las colinas pertenece a esta clase de novelas que en
cuanto te dispones a leerla, ya eres consciente de que nunca la olvidarás, ni
la propia historia, ni a sus personajes.
EL AUTOR:
Francisco
Narla (Lugo, 1978). Es comandante de líneas
aéreas y escritor. Ha publicado novela, relatos, poesía, ensayos técnicos y
artículos. Como conferenciante ha participado en diferentes foros, como centros
universitarios o programas de radio y televisión (Cuarto Milenio, El guardián
de la noche, Milenio).
En 2009
publicó su primera novela, Los lobos del
centeno, tras cuyo éxito en España se editó en México para toda
Latinoamérica. En 2012 llegó Assur,
con la que se situó en el ranking de los más vendidos, recibiendo el aplauso
del público y la crítica. Un año después publicó Ronin, novela con la que se consagraría como uno de los autores más
versátiles del panorama cultural del país. Ahora, con Donde aúllan las colinas, nos encontramos con un Narla exquisito,
al presentarnos su novela más personal.
ARGUMENTO:
Año 45 a. de C.: Un grupo de legionarios
fieles a Julio César, su guardia pretoriana, se encuentran en la atávica
Galicia con una misión secreta: dar con la ubicación de unas legendarias minas
de oro. Para ello se hacen pasar por alimañeros y, aprovechando que una manada
de lobos está menguando el ganado de la tribu, se ofrecen para acabar con ellos
a cambio de la información que precisan.
Y casi consiguen sus propósitos, pero la
última pareja de cánidos se les resiste. Consiguen, por fin, apresar a la
hembra, que está preñada, y el amo de Roma exige que se le de muerte a pesar de
las reticencias de Cainos, un trampero de origen hispano, conocedor de las
costumbres y naturaleza de estos animales.
Comenzará entonces una persecución sin
cuartel: la de un viejo y astuto lobo dispuesto a rastrear cada palmo del
terreno hasta dar con sus enemigos, que dejará atrás su Galicia natal para
llegar a la capital del imperio y así cobrarse su venganza y desbaratar los
objetivos ocultos de Julio César.
IMPRESIONES:
El pasado 10 de mayo asistí a un encuentro de
blogueros organizado por Planeta en el que Francisco Narla nos habló de su
última novela: Donde aúllan las colinas.
Apenas sabía nada de ella, ya que solo había
leído la sinopsis que, como bien sabéis algunos, me bastó para comprender que
podría ser una joyita para sortear entre los participantes de la Yincana Histórica y no dudé en
solicitar dos ejemplares. También es verdad que Esperanza, del blog Taberna libraria, es una enamorada de
la obra de Narla y conociendo su buen gusto y el énfasis con el que habla de
cada una de sus novelas, apostaba a caballo ganador.
El caso es que durante unas horas disfruté de
las explicaciones que nos daba el autor de cada detalle de la obra sobre el que
era preguntado. Nos habló del modo en que la había enfocado y sus motivos
(quizás tan personales que la hacía todavía más interesante y atractiva), de
ese haberla escrito con las entrañas, del arduo trabajo de documentación (que
le ha llevado a plantear una hipótesis sobre las “incursiones” de Julio César
en Hispania y más concretamente en Galicia) y un sinfín de anécdotas que me
dejaron fascinada y con ganas de profundizar en todo lo expuesto, ya que la
historia, junto con la literatura, son mis dos grandes aficiones.
También es verdad que este tipo de encuentros
impulsan a la cercanía entre lectores y autor y las preguntas suelen ser más
distendidas de lo habitual; de hecho, yo suelo ser de las que se prestan a
abordar a los escritores desde la proximidad, porque es el modo en que me
resulta más cómodo resolver mis dudas. Sin embargo, me llamó la atención que se
cuestionara el modo en que Narla había tratado la figura de Julio César en la
novela y más cuando a posteriori lo he visto trasladado a las redes sociales y
en algunas reseñas. El caso es que una vez leída la novela, creo que sale
demasiado bien parado. De hecho, he estado varios días cuestionándome el tema, quizás
porque cada vez es más recurrente eso de que a un blog se le ocurra una idea de
lo más peregrina con respecto a una novela –normalmente un tema menor- y otros
se brinden dar pábulo a ese matiz en vez de comentar lo importante.
El caso es que Julio César (a quien acompaña
su sobrino Cayo, que posteriormente le sucedería como César Augusto) en esta
novela es un personaje secundario que, de no ser quien es y lo que representa para
el resto del elenco, sería perfectamente prescindible, excepto por dos razones
de peso que ciertamente le definen: uno, que el motivo que impulsa a esos
hombres a adentrarse en Galicia no es ni más ni menos que el ansia de riqueza
que acucia al dictador, que le lleva a engañar a una tribu para dar con el
paradero de unas minas de oro que le harán todavía más poderoso y con ello podrá
comprar las pocas voluntades que le faltan para hacerse con el Senado de Roma;
y dos: es el responsable de la muerte de la loba, sin plantearse y sin
importarle las consecuencias que esta decisión acarreará a sus hombres, porque
él se marchará de inmediato mientras ellos tendrán que terminar la faena.
El resto de los personajes están perfectamente
definidos aún tratándose de una novela corta (lo cual, todavía es más relevante
si cabe). Me ha llamado la atención la lealtad que todos mostraban hacia su
general, mientras que él y su sobrino siendo conscientes de ello, la
ninguneaban. En especial la de Lucio Trebellio Máximo, Centurión de la Décima, que es patente a lo
largo de la novela y llega a su culminación en una de las últimas escenas, soberbia
y dolorosamente descrita.
No obstante y sin lugar a dudas, el gran
protagonista es un lobo al que este grupo de legionarios ha decidido arrebatarle
su compañera. Pero antes intentaré poneros en antecedentes:
Julio César, junto a un grupo reducido de su
guardia pretoriana, se encuentra en Galicia para una misión secreta que, bajo
ningún concepto, puede ser conocida en Roma: pretende dar con la localización
de unas míticas minas de oro y, de ese modo, comprar al pueblo de Roma
simbolizado en la figura de sus senadores. Por eso sus órdenes son concisas y
el centurión de la Decima no duda en llevarla a cabo: se harán pasar por alimañeros
ante una tribu de lugareños y a cambio estos les darán la información precisa
con la condición de que los legionarios acaben con la manada de lobos que está
mermando sus ganados.
El problema es que no consiguen rematar la
faena y las complicaciones para ese grupo de legionarios, acostumbrados a
someter al mundo a instancias de su general, se irán complicando. Han
conseguido apresar a casi toda la manada, excepto al macho alfa. Para colmo,
dar muerte a su compañera ha sido la peor idea que se podía tener y ha partido
de Julio César, por lo que Cainos, un auténtico trampero de origen hispano que
conoce de lo que es capaz un lobo, sabe que sobre ellos se cierne la tragedia.
Desde ese momento se inicia un viaje en que
los hombres seguidos por la más que temida sombra del lobo, tomarán caminos
secundarios para mantener el secreto que solo puede ser desvelado a Julio César
en Roma y que garantizaría el poder absoluto. Viajarán a través de la cornisa
cantábrica, cruzarán los Alpes y finalizará en la capital del imperio, donde asistiremos
al asesinato del dictador.
Dicho lo cual,
he de decir que me ha impresionado el uso que Narla hace del lenguaje: es
preciso, peculiar y soberbio. Es preciso porque sabe utilizar la palabra exacta
en el momento adecuado; es peculiar porque introduce con naturalidad pasmosa
algunos términos de su tierra –que más allá de parecer localismos, curiosamente
aparecen en el DRAE- para que podamos visualizarla con perspectiva y nos
sintamos ligados a ella y es soberbio por ese juego sublime en el que palabras
y entorno están perfectamente armonizados. Es difícil de explicar, por lo que
intentaré poner algunos ejemplos:
Cuando la
acción transcurre en Galicia o en Los Alpes la narración es poética y la
naturaleza es patente en cada frase:
“La luz escapaba. El crepúsculo esparcía herrumbre sobre el horizonte. El olor fértil de la tierra recién labrada pesaba, escondía el aroma picante de las flores de aulaga. Desde una rama de aliso llena de hojas nuevas, un carbonero pintaba en el aire reclamos de amor que no eran correspondido.
Y Cainos, acuclillado, embadurnado en silencio, miraba a la bestia que se revolvía en el hoyo”.
Cuando la
acción transcurre en Roma, la narración se hace más dura, el vocabulario más
fuerte:
“Al este de Roma, enredadas en un laberinto de muladares, quedaban las fosas de los olvidados. En un lugar maldito donde todo estaba roto, incluso la esperanza. Allí perduraban los escombros, infinitos trozos de vasijas, restos mordisqueados de huesos, harapos de túnicas roñosas; pedazos de almas.
Era el Esquilino.
Era el dominio de la desdicha. El hogar de la desesperación. Allí acababan los muertos de entre los pordioseros, y los vivos de entre los desahuciados”
También me ha
chocado el uso de la palabra “embarazada” cuando hablaba de la loba. Siempre he
creído que la diferencia entre “preñada” y “embarazada” servía para diferenciar
entre animales y humanos. Es algo que, curiosamente, me había encontrado en
otra novela que había leído unos pocos días antes, en que también aparecía otra
loba a la que el autor, en vez de decir que estaba preñada, usaba la misma
acepción que Narla. Y ha sido al leer esta historia cuando he descubierto el
matiz: efectivamente, mi idea tenía visos de realidad, solo que en vez de
diferenciar entre humanos y animales, habría que hacerlo entre animales
racionales e irracionales y, obviamente, los lobos estarían en el primer grupo.
CONCLUSIONES:
Si has llegado
hasta aquí, entenderás que el libro me ha encantado, no solo porque Narla ha
conseguido (re)crear una historia redonda con un estilo impecable, plena de
intriga y acción y que rezuma amor y respeto a la naturaleza por cada uno de
sus poros, sino porque ha construido un protagonista sublime, al que ha
conseguido dar su sitio mejor que cualquier campaña de sensibilización conocida
hasta la fecha (sí, me consta que la mayoría de las reseñas que han salido
hasta ahora hablan del famoso episodio de Félix Rodríguez de la Fuente en Fauna
Ibérica, pero me resisto a pensar que nadie a estas alturas se preocupe por lo
que muchos grupos de ecologistas del tipo SOS Lobo Cantrabria –por poner un
ejemplo- están llevando a cabo para que la especie no se extinga), porque
gracias a Narla hemos descubierto el noble comportamiento de este animal y al
que hemos robado su medio de vida.
Esta reseña participa en la iniciativa Yincana Histórica, Quinta semana: Antiguas civilizaciones (La acción transcurre en la Roma Imperial).