DATOS
TÉCNICOS:
Título: MEMENTO MORI
Trilogía: Versos, canciones y trocitos de carne. Tomo I
Autor: César Pérez Gellida
Editorial: Suma de Letras
Colección: Conspicua
ISBN: 978-84-8365-453-8
Páginas: 588
Presentación: Rústica con solapas
Cada
vez que se produce un boom literario y leo reseñas positivísimas de una novela
me echo a temblar, ya que acostumbro a crearme altas expectativas y una vez que
siento la necesidad de adquirir el libro, temo que luego puedan decepcionarme
más de lo que el libro se merece. Con esta novela, en particular, debo
reconocer que he tenido momentos en los que me he mosqueado y que más adelante
justificaré, aunque del resultado en conjunto he de decir que me ha gustado
bastante, porque la intriga ha sido tanta, que ya me he comprado los dos
ejemplares que componen esta trilogía titulada: Versos, canciones y trocitos
de carne, si bien es cierto que le estoy cogiendo tanta manía al asunto de
las trilogías y sus esperas que he decidido que, a partir de ahora, intentaré
empezar a leerlas una vez hayan publicado el tercer tomo de cada colección,
para así evitarme los nervios entre entrega y entrega.
NOTAS BIOGRÁFICAS SOBRE EL AUTOR:
César
Pérez Gellida (Valladolid, 1974). Novelista español que destaca en
el género de la novela negra, aunque también ha escrito relatos y
ciencia-ficción.
Licenciado en Geografía e Historia por la
Universidad de Valladolid, también cuenta con un máster en Dirección Comercial
y de Marketing por la Cámara de Comercio de la capital vallisoletana, terreno
en el que ha desarrollado su carrera laboral hasta que en 2011 decidió
dedicarse exclusivamente a la literatura, trasladándose a vivir junto con su
familia a Madrid.
OBRA:
Novelas:
- Memento
Mori (2013, Suma de Letras). Primera parte de la trilogía
Versos, canciones y trocitos de carne.
- Díes Irae (2013, Suma de Letras). Segunda
parte de la trilogía Versos, canciones y trocitos de carne.
- Consumatum Est (2014, Suma de Letras). Tercera
parte de la trilogía Versos, canciones y trocitos de carne.
Relatos:
-
Mutatis mutandis
-
Sapere aude
-
Indivisa manent
(Los
tres son precuelas de la trilogía Versos, canciones y trocitos de carne).
PREMIOS:
- Premio Racimo de Oro de Literatura 2012.
- Premio Lee Misterio 2013 como mejor novela
nacional a Memento Mori.
- Premio Lee Misterio 2013 a Ramiro Sancho como
mejor personaje masculino por su novela Memento Mori.
- Medalla de Honor de la Sociedad Española de
Criminología y Ciencias Forenses en 2014.
ARGUMENTO:
Nada hacía presagiar que
aquel tranquilo domingo de septiembre se iba a convertir en el origen del
suplicio que cambiaría para siempre la vida de Ramiro Sancho y la de aquellos
que participarían en la investigación del primer crimen (y sucesivos) de uno de
los asesinos en serie más salvajes de los últimos tiempos.
Fue ese día, el 12 de septiembre
de 2010, cuando hallaron el cadáver de María Fernanda, una joven ecuatoriana
abandonada junto a unos matorrales en el vallisoletano parque Ribera de
Castilla, estrangulada, con los párpados mutilados y un poema en la boca.
El problema es que no será
la única y a ella le sucederán unas cuantas personas más, por lo que el Grupo
de Homicidios de Valladolid, dirigido por Ramiro Sancho se empleará a fondo en
la investigación, teniendo que recurrir a ayuda especializada, como lo serán
Armando Lopategui, un psicólogo criminalista considerado una eminencia a nivel
internacional en el campo de los asesinos en serie y Martina Corvo, Doctora en
Psicolingüística, que ayudará a descifrar las motivaciones del sociópata con
los mensajes versados que acostumbra a dejar a modo de firma.
IMPRESIONES:
Como os comentaba al
principio, temo los bestsellers patrios (y ajenos) más que a un nublado. No es
que no crea que haya escritores a la altura de los mejores –ya sabéis de mi
debilidad por Lorenzo Silva y Víctor del Árbol, entre otros muchos-, pero tras
el éxito, para mi gusto desorbitado, de Dolores Redondo con su Trilogía del Baztán, me parece que hay demasiado
interés en juego por parte de las editoriales por este género y no la
suficiente objetividad a la hora de hablar de determinadas novelas.
Dicho lo anterior y
refiriéndome exclusivamente a esta novela, también tengo que decir que las casi
seiscientas páginas que componen esta primera entrega se leen con avidez, como
si no hubiese mañana, y que a pesar de su rotundo e inquietante inicio, la
tensión no decae en ningún momento, algo complicado cuando se irrumpe de una
manera tan espectacular. Prologado por Michael Robinson, en muchos capítulos he
reconocido en los títulos algunos versos de las canciones de Enrique Bunbury,
vocalista y líder de Héroes del Silencio (Empezar porque sí (y acabar no sé cuándo)
de la canción “Deshacer el mundo”; Hoy párpados hinchados te ciegan, del tema
“La alacena” o A grandes rasgos, podrías ser tú, de “Sirena varada”, etc).
Aún teniendo una única
línea argumental, me ha parecido muy original el modo en que el autor narra la
historia, toda vez que la conocemos desde distintas perspectivas que se van
simultaneando a lo largo de los capítulos: unas veces vendrá de la mano de un
narrador omnisciente, otras a través de la experiencia del propio asesino -al
que conoceremos en las primeras páginas- o bien desde el punto de vista de
Ramiro Sancho, el inspector responsable de la investigación. Todo esto, que
parece engorroso a simple vista, resulta de lo más sencillo dado que en todo
momento, junto al título de cada capítulo, Pérez Gellida nos indica en qué
lugar se desarrolla la acción, así como la fecha y hora en que sucede. Además,
para podernos situar perfectamente en los escenarios, al principio
encontraremos un par de planos de la ciudad en que se desarrollan los
acontecimientos: Valladolid.
A ello habría que añadir
la intensidad de un ritmo que no decae en ningún momento y que te envuelve en
un torbellino de situaciones encontradas, la naturalidad y la expresividad tan
acentuada que caracteriza la prosa de Pérez Gellida. Los diálogos son
abundantes, dando dinamismo a la lectura, pero también interesantes, pues no
sobra ni falta ninguno. En ocasiones nos encontraremos con citas en latín a las
que el protagonista (solo hay que ver el título) es muy aficionado. En mi caso
no tuve grandes problemas para entenderlas, por lo que otro de los fallos que
encontré en la novela fueron la infinidad de notas a pie de página que me iba
encontrando y su correspondiente traducción.
Por todo ello, entiendo
que Memento mori haya gustado a
muchos porque es una historia impactante, que te mantiene pegado a sus páginas al
estar cuajada de aciertos, como lo son, sin lugar a dudas, sus protagonistas,
cincelados a base de humanidad y a los que llegamos a sentir tan reales como si
de personas de carne y hueso se tratasen. No voy a decir que cercanía, porque
no me gustaría encontrarme con ningún Augusto Ledesma en mi vida ni creo que su
personalidad sea la más común de los mortales.
Así que, ya que he entrado
en materia, voy a hablaros de los personajes de la novela, en particular de los
protagonistas, aunque también haré una excepción deteniéndome también otros personajes a los que se suele obviar cuando reseñamos y que son el motor real de la
trama:
Personajes:
Con respecto a los
personajes diré que me ha encantado la manera en que están caracterizados,
tanto en lo físico como en lo psicológico, dado que enseguida puedes hacerte
una idea bastante visual y personal de cada uno de ellos. Hay muchos, por lo
que me imagino que el esfuerzo para dotarles de vida a todos ellos ha tenido
que ser impresionante.
Al principio de la novela
aparece la Dramatis Personae y,
aunque intentaré mencionar a todos los que intervienen directamente en los
sucesos que acaecen en la historia, quiero destacar a tres de ellos, al ser los
protagonistas indiscutibles de esta novela. No obstante, si tuviera que
establecer una supremacía entre ellos, sin lugar a dudas se la otorgaría a Augusto Ledesma, ya que toda la historia gira
en torno a él:
- Augusto Ledesma: Nacido en marzo de 1978,
su nombre original fue Gabriel García Mateo. Durante toda su infancia sufrió
malos tratos por parte de su madre, motivo por el cual un juzgado actuó de
oficio retirándole la custodia del niño. Meses después sería adoptado por la
familia Ledesma Alonso. Dada la situación privilegiada de su nuevo progenitor,
quien según para lo que le convenía se saltaba los vericuetos de la ley a su
antojo, el niño pasó a llamarse Augusto Ledesma, “perdiéndose” todos los
documentos sobre su adopción a efectos prácticos. Desde ese momento, su padre
no cejará a la hora de ayudarle en su recuperación, tanto física como mental o
académica. Le trasladará su afición por los libros, en particular los clásicos,
y de su madre heredará su inclinación por los bonsáis. Recién estrenada la
mayoría de edad se marcha a Nueva York a estudiar diseño gráfico, carrera que
concluirá en Berlín cuatro años después. En la ciudad alemana descubrirá una
nueva pasión: la música y a través de internet comenzará a relacionarse con un
grupo de hackers, para posteriormente fundar su propio grupo, especializado en
cuestiones de seguridad, al burlar sin ningún problema los servidores de
distintos gobiernos y cuantas empresas se le ponen a tiro. Una vez establecido
en España y con sus padres muertos en un accidente automovilístico, crea su
propia empresa, desarrollando su labor como experto en documentoscopia en su
domicilio. Tiene un cociente intelectual muy por encima de la media y nula
empatía hacia sus congéneres, así como debilidad casi enfermiza por la ginebra
y la cocaína.
- Ramiro Sancho: Inspector de policía del
Grupo de Homicidios de Valladolid y, por lo tanto, responsable de la
investigación de los asesinatos realizados por un psicópata del que, hasta el
momento, no consiguen dar con su identidad.
Licenciado en Derecho por la Universidad de Valladolid, tras dejar la
universidad opositó a inspector del Cuerpo de Policía, donde ingresó en 1993. Su
primer destino le llevó a San Sebastián, lugar en el que conoció a su esposa,
Nagore, de la que se divorció poco después. Allí luchó contra ETA infiltrándose
en Jarrai. Posteriormente se trasladó a Valladolid, ejerciendo como inspector
en el Grupo de Homicidios. De origen humilde, procede de una familia consagrada
a las labores del campo en su localidad natal, Castrillo de la Guareña.
Pelirrojo, de ojos claros, frente despejada y cejas pobladas, barba tupida y de
gran envergadura. Su condición física es estupenda a pesar de su edad cercana a
los cuarenta, ya que sigue cuidando su condición física desde los tiempos en
que era jugador de rugby. Uno de sus rasgos más característicos es el uso
continuo del refranero e infinidad de muletillas.
- Armando Lopategui: Alias Carapocha. Psicólogo
criminalista nacido en Rusia, aunque de origen español, en su juventud fue
agente del KGB y de la Stasi. A lo largo de su carrera ha participado en las
investigaciones de los casos más macabros que han tenido como protagonistas a
los asesinos en serie más desalmados de Europa, por lo que está considerado una
eminencia en su campo. Debe su apodo a las cicatrices que a lo largo de los
años se han ido perpetuando en su rostro como consecuencia de una varicela mal
curada que contrajo siendo un niño. No obstante, a pesar de esta
característica, también llama la atención físicamente por sus ojos saltones de
color gris metálico, su cabello cortado a cepillo de un blanco inmaculado y una
evidente cojera por un problema de cadera que arrastra desde hace tiempo.
Los otros personajes:
- María Fernanda: Joven de veinticuatro
años, de padre ecuatoriano y madre española, trabaja como cajera en un
hipermercado. Pelo negro y ojos oscuros. Fue la primera víctima de Augusto
Ledesma. La conoció en un puf que acostumbraba a frecuentar para después
llevársela a su casa donde la estranguló, para después amputarle los párpados. Más
tarde la abandonó en el parque Ribera de Castilla con una poesía, “Afrodita”, protegida
con una bolsita de plástico dentro de su boca.
- Mercedes Mateo: Madre biológica del
protagonista. Desde el día en que parió a sus dos hijos gemelos y le
comunicaron que uno de ellos había muerto a las pocas horas de nacer, ahogado
al enredarse con el cordón umbilical del otro, decidió odiar de por vida al
superviviente, descargando su ira contra él durante años hasta que los
servicios sociales tomaron medidas y un juez le retiró la custodia del menor. A
sus cincuenta y dos años, aparenta más edad, quizás por su cabello canoso y
descuidado, sus arrugas y un par de ojos pequeños y oscuros sin apenas rastro
de vida. Murió tras ser asfixiada con una bolsa de plástico el 31 de octubre de
2010, a última hora de la tarde, después de una lenta agonía. El poema dejado
junto al cadáver, titulado “Clitemnestra” guarda mucha relación no solo sobre
las razones que han llevado al asesino a cometer tal acto, sino que es toda una
metáfora sobre su existencia.
- Martina Corvo: Doctora en
Psicolingüística, empieza a colaborar con Ramiro Sancho a instancias del
comisario Antonio Mejía, con el que le unen lazos de amistad. Treinta años, tez
blanca y rostro redondeado, frente despejada y pelo largo de color castaño
oscuro. Ojos verdes aceitunados, nariz proporcionada, boca grande con labios
carnosos y perfecta dentadura. Testaruda y brillante a partes iguales, murió el
20 de noviembre de 2010. En esta ocasión, el asesino utilizó el mismo modo de proceder
para reducir a la víctima que con su madre biológica: recurrió de nuevo a su
Taser X26, una pistola de electrochoque diseñada para incapacitar a cualquier
persona por medio de descargas eléctricas, para dejarla inconsciente y a
continuación atarla de pies y manos a la cama para después asfixiarla. En este
caso, procurando causar el menor daño pues, a fin de cuentas, no tenía nada
contra ella, sino que simplemente se había cruzado en su camino.
- Mario Almeida, el “Buñuelo”:
Cantautor de origen argentino y politoxicómano, no conocía a su verdugo de
nada, pues su único pecado fue el de cruzarse con él ese mal día en que el
psicópata salió a la caza de la víctima perfecta. Murió en un descampado de La
Cistérniga, un municipio situado a cinco kilómetros de Valladolid englobado
dentro del Área metropolitana de la ciudad el 21 de diciembre de 2010. Allí lo
llevó engañado Augusto Ledesma, quien haciéndose pasar por periodista se lo
cameló a cambio de dinero con la excusa de un reportaje fotográfico. Le asestó
más de una treintena de golpes con un martillo tipo tas en cabeza y rostro,
dejándole irreconocible. En esta ocasión no dejó ningún poema, pero si un
D.N.I. falsificado con la antigua identidad del asesino, para de ese modo
hacerle pasar como el cómplice del que después cargaría con las culpas.
- Jesús Bragado: Inspector retirado por
diferencias con el comisario, intenta volver a su oficio involucrándose en la
investigación de este caso. El problema es que su falta de principios es más
que palmaria, aunque sus compañeros están a años luz de conocer los niveles de
corrupción a los que ha llegado a lo largo de su dilatada carrera en la
policía. Y no es hasta después de encontrar su cadáver cuando pueden hacerse
una idea de sus correrías. Años atrás le hizo algún que otro “trabajito” al
padre de Augusto Ledesma y su ambición le ha llevado a cometer la torpeza de
querer extorsionar al hijo una vez que ha descubierto que es el asesino que
todos andan buscando, razón por la que éste aprovechará la ocasión para que se
coma el marrón, haciendo que cargue con todas las culpas al crear la coartada
perfecta. Murió el 24 de diciembre de 2010 y junto a su cadáver encontraron un
poema titulado “Fortuna” en el que confesaba sus crímenes como si en una
partida de mus se tratase, dada su gran afición a este juego.
El resto del elenco lo
componen numerosos personajes y, sorprendentemente, cada uno tiempo su momento
de gloria, ninguno nos es indiferente si bien es cierto que los hay más o menos
interesantes en función del papel que desempeñan, ya que todos ellos están
perfectamente caracterizados. Los encontraremos tanto en el Cuerpo Nacional de
Policía (Francisco Travieso, Antonio Mejía, Patricio Matesanz, Álvaro Peteira, Carlos
Gómez, Jacinto Garrido, Ángel Arnau, Carmen Montes, Áxel Botello, Santiago
Salcedo o Mateo Marín) o civiles de todo tipo, desde colaboradores como Martina
Corvo (que después se convertirá en víctima), la jueza encargada de la
instrucción Aurora Miralles, el subdelegado del Gobierno de la Junta de
Castilla y León, forenses, el personal del garito al que suele acudir el
protagonista, los hackers miembros del Das Zweite Untergeschoss y un largo
etcétera o un expolicía corrupto entre otros muchos.
LOS ESCENARIOS:
Y si de personajes
hablamos, Valladolid es uno más, porque llegamos a conocer la ciudad como cualquier pucelano, perdiéndonos por sus calles, por sus parques como el de la Ribera de Castilla o el Campo Grande con su
estanque y su cascada, su Plaza Mayor, sus barriadas como la de Covaresa, donde
vive el protagonista y la élite de la ciudad; o el de Arturo Eyries, una de las
zonas más deprimidas de la ciudad, donde reside su madre biológica; o el de
Parquesol o el de Las Delicias, donde vive Ramiro Sancho y donde se encuentra
la comisaría, respectivamente. Además de los lugares a los que suelen ir
nuestros protagonistas para convertirnos en un parroquiano más. Te da la
sensación, en más de una ocasión, que podrías elaborar una guía del gourmet
frecuentando locales como El Lagar de Venancio en la calle Traductores, el Café
Molinero, que abrió sus puertas en 1943 en la calle María de Molina, el Vino
Tinto de la calle Campanas, La Parrilla de San Lorenzo. Y como de casta le
viene al galgo y la mayoría de los personajes son vallisoletanos de pura cepa,
no le hacen ascos a sus caldos de la Ribera del Duero, por lo que no pueden
faltar los Pesquera, Arzuaga, Dehesa de los Canónigos, Finca
Resalso, Malleolus o Mararromera. Y luego, los más jóvenes, tomarán la última en
el El Zero Café de la calle San Blas, donde aparte de poner
buena música, sirven los Gin Tonics de Hendrick’s con mucho mimo.
Una novela con banda sonora:
A lo largo de las casi
seiscientas páginas que componen la novela, nos iremos encontrando con una
larga serie de canciones que escucha el protagonista de esta historia. Es otro
de los detalles que me han parecido exagerados en el libro y que en ocasiones
llegó a molestarme aunque siempre tuve presente la premisa del nombre de la
trilogía de la que esta novela forma parte (Versos, canciones y trocitos de
carne). No hace mucho, leí la última novela de Lorenzo Silva, en la que también
la música era parte fundamental de la trama para entender a los protagonistas.
Pues bien, mientras que en Música para
feos la manera en que Silva las introducía me parecía todo un acierto, en
esta novela se me hacía pesada, más cuando encima incluía fragmentos de las
canciones por no decir que las canciones enteras, aplicándose el dicho de “más
vale que sobre, que no que falte”, normalmente en inglés. No voy a discutir si
estaban bien elegidas o no o abundar sobre la cultura musical de Pérez Gellida,
que se la supongo de antemano, pero me reafirmo en que en bastantes ocasiones
tuve la sensación de que no venían a cuento. No obstante, mi curiosidad innata
me ha llevado a escucharlas todas, a pesar de lo inoportuno del momento en que
en muchas ocasiones acostumbro a leer (normalmente, de noche y ya acostada). No
obstante, por si os pica la curiosidad, a continuación os paso la lista de cada
una de ellas, que podéis escuchar pinchando sobre el título de las mismas:
17.- 1999. Love of
Lesbian.
20.- Toro. El Columpio
Asesino.
CONCLUSIONES:
Poco más puedo decir de
esta novela que me ha sorprendido por su trama, narrada con un estilo resuelto
e intrépido y un lenguaje muy visual, prácticamente cinematográfico. Si acaso,
lo único que me ha podido molestar es que el final sea abierto, toda vez que se
trata de una trilogía, por lo que no queda otra que leerse los dos siguientes
tomos para ver qué derroteros toma. En este sentido, teniéndolos a mano en mi
biblioteca, no sufriré como en otras ocasiones.