DATOS PRÁCTICOS:
Título: MANOS SUCIAS
Autor: Carlos Quílez
Editorial: Alrevés
ISBN: 978-84-15900-82-5
Páginas: 256
Presentación: Rústica con solapas
Hace unos días llegó a
mis manos esta novela, casi como venida del cielo porque me apetecía sumergirme
en una historia de este tipo después de varias lecturas más amables: por un
lado, la novela negra es un género que siempre me apasiona; por otro, dada su
corta extensión –doscientas cincuenta y seis páginas que se leen en una sentada-
y la ligereza de su narración debido al continuo ir y venir de situaciones que no
dan tregua, consiguieron que pasase una tarde-noche memorable.
Y del mismo modo que
deseaba abstraerme con una novela negra (aunque tenga tantas por leer y muchas
más por reseñar), hacía casi unos dos años que me apetecía muchísimo conocer a
Carlos Quílez, ya que había leído varias reseñas, a cual más positiva, de su anterior
novela Cerdos y gallinas.
Así que blanco y en tetrabrick, la experiencia me ha encantado y ahora os
cuento lo que me ha parecido la novela, aunque empezaré ofreciendo algunos
rasgos del autor:
EL AUTOR:
Carlos Quílez
Lázaro
(Barcelona 1966), licenciado en Periodismo por la Universidad de Barcelona y
máster en Periodismo Judicial por la Universidad Autónoma de Madrid. Durante
cinco años (desde 2009 a 2014) fue director de Análisis de la oficina
Antifraude y Contra la Corrupción de Catalunya y, en la actualidad es director
de investigación del diario Economía Digital.
Es
autor de las siguientes novelas y relatos de no ficción:
-
Atracadores,
-
Asalto a la Virreina (junto a Andreu
Martín),
-
Psicópata,
-
Piel de policía (también junto a
Andreu Martín),
-
Mala vida (ganador del premio
Rodolfo Walsh de la Semana Negra de Gijón, 2009),
-
La soledad de Patricia (premio Crims de
Tinta, 2009) y
-
Cerdos y gallinas (2012).
ARGUMENTO:
Sede de la Fiscalía Anticorrupción Calle Manuel Silvela |
La historia se remonta a mediados
del mes de mayo de 2013 cuando el inspector Andreu García del grupo de Delitos
Económicos de los Mossos d’Escuadra se reúne con Santos Javier Ridruejo,
teniente fiscal de la Fiscalía Especial contra la Delincuencia Económica y
Corrupción en el despacho de este último, situado en la calle Manuel Silvela de
Madrid. El inspector de los Mossos le entrega la denuncia formulada por Laura
Pérez Romero un mes antes contra Josep Antoni Fargas, alcalde de Vilavella.
Laura Pérez es la secretaria del ayuntamiento y también amante del denunciado.
Tanto el inspector de los Mossos como el teniente fiscal convienen en que la
denuncia es producto del despecho ya que la secretaria acababa de ser
abandonada por su jefe, pero los hechos que se constataban en ella resultaron
ser ciertos tras las pesquisas policiales: resulta que el alcalde tenía la
“buena costumbre” de, dos veces por semana y durante dos años, aprovechando
unas reuniones de trabajo en Barcelona, se daba un homenaje en forma de
mariscada a cargo de la caja habilitada para los gastos urgentes de los ediles
y que éstos tenían (y tienen) obligación de justificar. Cada comida implicaba
500 euros, ya que una vez pagada la cuenta, el hombre no devolvía ni
justificaba nada.
Obviamente, para alguien como
Ridruejo acostumbrado a bregar con delitos económicos en los que la ingeniería
financiera está a la orden del día y la corrupción a niveles de escándalo, el
caso del alcalde de Vilavella podría considerarse como peccata minuta, pues simplemente
se trataba de un acto de malversación de fondos públicos, pero Andreu, tirando
del hilo una vez iniciada la investigación al sujeto, se encontró con que Fargas
contaba con un patrimonio inmobiliario (un apartamento en Tarragona y un dúplex
de lujo en Urús, un pueblo de la Cerdanya) a su nombre por el que no había
pagado un euro. Lógicamente, se trataba de regalos recibidos por parte de una
constructora –Excellents Corp- que estaba siendo investigada por la Fiscalía
Especial contra la Delincuencia Económica y Corrupción en ese momento por
donaciones al partido en el Gobierno. A su vez, el señor Fargas era vecino en
Urús del tesorero del partido en el Gobierno, Luis Cérdenas, que también había
sido obsequiado de la misma manera por la misma sociedad.
Estos regalos no eran más que la contraprestación
por facilitar la operación de compra de unos terrenos en Vilavella, realizada
de manera poco ortodoxa y los pagos para su adquisición los había realizado
Yanko Oil, una petrolera domiciliada en San Petersburgo y vinculada a la mafia
rusa dirigida por Alexander Nikolaevich, un personaje al que además de en
España, ya investigaban las policías francesas y alemana por blanqueo de
capitales.
Por otro lado, en la costa
barcelonesa se están perpetrando una serie de atracos a viviendas de lujo por profesionales
(kosovares, según las víctimas), propinando palizas a sus dueños y desvalijando
las viviendas en un margen de tiempo relativamente corto. Uno de los
damnificados es un diputado del partido en el gobierno. Pero una vez
investigados los sucesos, la historia es bien distinta.
Esta será la punta del iceberg que
sacará a relucir una trama de corrupción espectacular, en la que una serie de
empresas capitaneadas por la mafia rusa harán todo tipo de negocios en nuestro
país con el beneplácito de una serie de políticos que desde sus sillones en
distintas administraciones y pertenecientes todos ellos al partido que nos
gobierna les prestan su apoyo a la hora de extender no sólo su imperio, sino su
negocio delictivo.
Además de Andreu García, conoceremos
al comisario Pardina del CNP y al sargento Vílchez de la Guardia Civil, que
organizarán la mayor y más peligrosa redada contra la corrupción en la historia
de España, aún a riesgo de exponer sus vidas y todo ello con la colaboración de
Patricia Bucana, una veterana periodista experimentada en estas lides que
participará en cierta medida y nos lo irá contando.
IMPRESIONES:
Más de una vez me he preguntado por qué no se
explotaba más la actual situación política española en cuanto a temas
relacionados con la corrupción en literatura, en particular con la novela
negra, dado que el caldo de cultivo que se está generando tras la
judicalización de ciertos casos (Gürtel, ERE’s, Blesa, Pujol, Nóos, etc. etc.)
que gravitan todos en torno a la corrupción política, con más de quinientos
imputados de los cuales más de una veintena de corruptos esperan su turno,
convenientemente encarcelados preventivamente, una vez que se termine la
Instrucción. Nuestra situación política daría para unas cuantas historias
¿verdad?. Todo esto me ha venido a la cabeza, en algunas ocasiones, pensando en
sumarios del estilo de los que he mencionado, que nada tiene que ver con que
haya escritores de la talla de Juan Madrid o Lorenzo Silva que borden esta temática
como los mejores del género a nivel mundial, pero no ha sido hasta que por fin
he conocido la prosa de Carlos Quílez y he podido disfrutar con la tercera
entrega de la que parece ser una serie en toda regla protagonizada por una
periodista de raza, Patricia Bucana, que tiene en su buen amigo, Andreu García,
su particular filón. Eso sí, para quienes teman reengancharse a una serie
novelada, creyendo que se pueden haber perdido algo sustancial y que no la van
a poder seguir en condiciones, os diré que esta es mi primera novela con este
autor, por lo que me he perdido las dos novelas anteriores sin tener
conocimiento previo de esta situación y para nada he notado que me faltase
información al respecto. Ha sido al terminar, cuando he querido indagar sobre la
biografía de Carlos Quílez para hacer esta reseña, cuando me he enterado. Eso
sí, se me han acentuado las ganas de leer las anteriores por lo mucho que he
disfrutado con ésta, no sólo por la historia, sino por el modo de plantearla y
narrarla.
Y, efectivamente, en Manos sucias la
situación política y social trufada de malhechores de cuello blanco que nos azota
un día sí y otro también, se revela en todo su esplendor y desde distintas
perspectivas. Es más, siendo una de las protagonistas una periodista dedicada
exclusivamente a la tarea de narrar a los lectores de su periódico este tipo de
circunstancias, el autor consigue hacernos partícipes de la realidad más
evidente al hacernos sentir que esos titulares que Patricia Bucana y su
ayudante Elsa Ejea son los mismos que acostumbramos a leer en la prensa diaria,
sea cual sea el diario que escojamos.
Para ello, Carlos Quílez divide la novela en dos
partes diferenciadas claramente incluso por la manera en que son narradas: en
la primera, la más descriptiva de las dos, se nos ofrecen los hechos una vez
producidos los desencadenantes que dieron lugar a determinadas pesquisas
policiales; es decir, la denuncia formulada por la secretaria del alcalde de
Vilavella y los atracos que se sucedieron en la costa barcelonesa. De la
denuncia, los Mossos consiguieron conectar los tejemanejes de Cérdenas
(tesorero del partido en el gobierno) con una serie de empresas vinculadas a la
mafia rusa y los atracos conducirán a la Guardia Civil, una vez detenido el
cabecilla del grupo, a una trama criminal capaz de alterar los cimientos de todas
las instituciones en proceso de putrefacción. En la segunda parte hay momentos
en que los datos parece que vayan a desbordarnos porque la intriga crece a un
ritmo endiablado. Una vez que somos cómplices de la investigación llevada a
cabo por el equipo policíal creado al efecto, no vemos el momento en que todo
aquello reviente de una vez para desenmascarar la trama corrupta y cogerlos con
las manos en la masa.
Los
personajes:
No voy a negar que la trama de Manos sucias
es algo compleja, pero no hay nada de artificioso en ella, sino por la cantidad
de personajes que intervienen en la misma. A la extensa nómina de delincuentes
que aparecen, representantes de todos los estratos sociales, hay que añadir una
larga lista de representantes de la Ley:
Santos Javier Ridruejo, teniente fiscal de la Fiscalía Especial contra la Delincuencia Económica
y contra la Corrupción.
Andreu García Muñoz, inspector, segundo jefe del grupo de Delitos Económicos y contra la
Corrupción de la División de Investigación Criminal de los Mossos d’Esquadra.
Es el mejor amigo de Patricia Bucana, a la que nutre de noticias para que sean
publicadas cuando mejor convengan.
Comisario Pardina: Comisario jefe de Blanqueo de Capitales de la UDEF (Unidad de Delincuencia
Económica y Fiscal, adscrita a la Comisaría General del Cuerpo Nacional de
Policía.
Luis Vílchez: Un gallego
experimentado tras sobrevivir a tres gobiernos distintos como Jefe del grupo
EDOA (Equipo contra la Delincuencia Organizada y Antidrogas de la Guardia Civil
adscrito a la Unidad Orgánica de Policía Judicial de la comandancia). Jaime Beltrán, mano derecha de Vílchez
y Francisco Gavela, cabo primero,
secretario de las diligencias.
Enric Vilagut: inspector
de los Mossos, responsable del enlace de Interpol en Madrid.
Aparte de ellos, nos encontraríamos
a las periodistas:
Patricia Bucana, tiene treinta y ocho años, es redactora Jefa
del área policial y judicial del periódico Informaciones. Tiene a su cargo una exbecaria
que ahora ejerce como redactora y es tan eficaz y atrevida como ella, Elsa Ejea, pero a su vez en íntima
amiga del inspector Andreu García de los Mossos d’Esquadra y a menudo, cuando
sus obligaciones se lo permiten para bien o para mal, acostumbran a cenar o
simplemente tomar un cerveza y ponerse “al día”
Y, por supuesto, a Luis Cérdenas, Tesorero
del partido en el Gobierno. Lleva la contabilidad B de su partido, con vistas
al pago de sobresueldos que distribuía en forma de sobres, una vez recibidas
las comisiones de las constructoras que recibían fondos públicos.
Una de
las cosas que más me ha llamado la atención de esta novela es lo bien
documentada que está y la manera tan admirable con la que Carlos Quílez nos la
transmite y dosifica, hasta el punto de que no sabes hasta qué punto lo que se
nos cuenta es realidad o ficción, porque la veracidad de las situaciones se
palpa en todo momento. Para ello se vale de un estilo directo y coloquial que
sólo cambia de registro cuando las cosas se tornan más serias y entra en escena
la crónica negra que desde el diario Informaciones
nos va llegando con cuentagotas. También quiero destacar el buen uso y la fluidez del
lenguaje utilizado en la novela. Es destacable la maestría del autor a la hora
de utilizar las expresiones particulares tanto del mundillo policial como de la
jerga de los delincuentes, todo ello explicado a pie de página.
El final es delirante
en el buen sentido de la palabra, sobre todo porque no te lo esperas y mucho
menos a la velocidad a la que lo hace; de hecho, cuando ves que la trama se
resuelve, que los corruptos duermen en villa candado porque la justicia ha
ejercido como tal, excepto con una salvedad que incluso consigue darle a la
historia una pátina de verosímilitud porque es imposible que todo salga
perfecto, resulta que Quílez se saca de la manga un nuevo giro a modo de doble
salto mortal con tirabuzón y doble pirueta y remata la faena de una manera que
te deja para el arrastre. Y cuando asimilas toda esa marabunta de
acontecimientos que te dejan sin aliento y con el alma en vilo, creyendo que lo
que viene a continuación es un epílogo que te va a hacer reconciliarte con la
humanidad, me encuentro con la más bella dedicatoria o agradecimiento que he
leído hasta la fecha. Y son muchas.
CONCLUSIONES:
A estas alturas, creo que está claro
que recomiendo esta novela no sólo a los amantes del género negro, sino a
cualquier lector ávido de historias que retraten la realidad del momento.
También podría significar todo un hallazgo para los amantes del periodismo a la
antigua usanza que reclaman grandes dosis de honestidad en los argumentos y que
disfrutan con este tipo de literatura, porque en Manos sucias encontrarás todo y eso y mucho más porque es un libro
apasionante donde los sentimientos o la crueldad, la honradez o la vileza del
ser humano son palpables en cada una de sus páginas. Lástima que en ella no se
pueda aplicar aquello de “Cualquier parecido con la realidad es pura
coincidencia” porque nada más alejado de la verdad.