DATOS PRÁCTICOS:
Título: TE QUIERO PORQUE ME DAS DE COMER
Autor: David Llorente
Editorial: Alrevés
ISBN: 978-84-15900-52-8
Páginas: 320
Presentación: Tapa blanda con solapas
Allá por el mes de marzo,
la editorial Alrevés se puso en contacto conmigo (a la vez que con un grupo de
blogueros) para proponernos un “experimento” al alimón. Este consistía en leer
la novela de la que a continuación os daré mis impresiones y mantener viva la
llama sobre su lanzamiento en las redes sociales.
Lo bueno –al menos para
mí- es que desde Alrevés se nos transmitía que entenderían que las reseñas
podrían ser buenas o malas, positivas o negativas ante la obra (no es lo
habitual, desde luego), dado que la novela es bastante peculiar en cuanto a
forma y fondo. Y ahora, una vez terminada, os lo puedo asegurar: la sorpresa
está garantizada desde la primera página y la pregunta que uno se formula ante
ello es ¿pero qué invento es éste?.
EL AUTOR:
David Llorente (Madrid, 1973). Aunque en la
actualidad y desde hace unos años reside en Praga, donde escribe, trabaja como
profesor de lengua española y dirige un grupo de teatro en nuestra lengua,
creció en Carabanchel, el barrio madrileño que es fuente de inspiración de esta
novela.
Pero antes de llegar a la edición de Te quiero porque me das de comer, su
bagaje literario comenzó a dar frutos en 1998, cuando cursaba Filología
Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid y publicó Kira, galardonada con el Premio
Francisco Umbral de novela corta ese mismo año. Más tarde, con El bufón, obtuvo el Premio de Narrativa
Ramón J. Sender el año 2000.
En 2002 se marcha a vivir a Praga, donde escribe y
publica Ofrezco morir en Praga, en
2008 y De la mano del hermano muerto,
en 2011.
También ha escrito teatro, teniendo recopiladas
algunas de sus obras en el libro Los árboles dormidos.
El héroe, 2004.
La última flecha de Cupido, 2005.
Una de miedo, 2006.
El manicomio, 2007.
Don Juan (versión 8.0), 2008.
Godot o la muerte no tiene la última palabra, 2009.
Aparte, sin
recopilar, ha escrito las siguientes:
Gregor Samsa, 2010.
Cocoliche, 2011.
Las tres hijas de Krapp, 2011.
Roja Caperucita, 2012.
Los cisnes de Chernóbil, 2013. Premiada
en el festival Studentská Thálie.
ARGUMENTO:
Maximiliano Luminaria siempre fue un alumno brillante, tanto
en la escuela primaria, como en el instituto o la universidad. Cuando decidió
estudiar Medicina, se convirtió en el mejor de su promoción y los hospitales se
lo sortearon. Decidió trabajar como cirujano en el Hospital de Carabanchel, su
barrio, en donde raro era el día en que sus vecinos no le felicitasen por haber
salvado a algún miembro de su familia. Pero fuera del quirófano sus actividades
eran cualquier cosa menos agradables…
Marcelo Saravia trabajaba como camarero en el restaurante de
unos grandes almacenes, estaba casado y era más o menos feliz hasta que Greta
Santamaría se cruzó en su vida. Se hicieron amantes y llegó un momento en que
ella quiso más, hasta que la relación se deterioró. Pero él echó su vida a
perder cuando se enteró que ella mantenía una nueva relación y los celos le
llevaron a querer quitarle la vida a su compañero, dejándole inválido. La
venganza le vino grande y destrozó su matrimonio. Desde entonces ha ejercido
cualquier trabajo al margen de la Ley…
Estos dos personajes son sólo un ejemplo de los vecinos de un
barrio de Madrid ¿quieres conocer al resto?
IMPRESIONES:
Como os decía
al principio, conocí esta novela gracias a que la editorial me propuso
participar en una iniciativa bastante curiosa, a caballo entre lo que
entendemos como una lectura conjunta y un proceso de promoción en la misma
línea, ya que las reseñas se tenían que publicar antes de la salida al mercado
de la novela. Lo que más me llamó la atención es que la editorial daba por
hecho el que entre los que participábamos apareciesen reseñas tanto positivas
como negativas. Fue un alivio para mí, ya que no me gusta que intenten doblegar
mi parecer de ninguna de las maneras por muy equivocada que pueda estar. No he
podido leerlas todas, pues he terminado el libro hace apenas unos días y no
quería que la opinión de otros me despejase la intriga del mismo. Una vez
finalizado, sabiendo que iba a ser una de las últimas en publicar, me agobiaba
la idea de repetirme con respecto al resto de blogueros. Eché un vistazo a
algunas de ellas, leyendo en diagonal, aunque no pudo evitar fijarme en dos aspectos
bastante recurrentes en la novela pero relacionados entre si que compartía con
esos blogueros: la comparación con la novela de José Saramago Ensayo sobre
la ceguera por tener una estructura similar.
Porque si
bien en ambas novelas se da el caso de que la estructura resulta sorprendente y
original, pareciendo que están mal escritas adrede en cuanto a que no hay
párrafos, ni pausas, aun habiendo conversaciones entre los personajes o listas
y listas de lo más dispares, además de contar con que no se conoce el
significado del punto y aparte -excepto en el momento de cambiar de capítulo- o
multitud de comas y dos puntos, entre otras. David Llorente rompe con los
moldes, como antaño hizo el Premio Nobel y se aleja de la regla sintáctica. Para
que os hagáis una idea, os dejo una muestra en el siguiente párrafo:
“…Digamos que el asesino utiliza a su víctima para narrar su historia, para dejar constancia de su relación con el mundo. Nieves Herrero en el programa De tú a tú entrevista a los padres de las niñas asesinadas en el crimen de Alcácer el mismo día en que aparecen los cadáveres. Segundo debate televisado entre Felipe González y José María Aznar, esta vez moderado por Luis Mariñas. España vence el festival de la OTI. Greta Santamaría, mientras caminaba por la calle (no podía coger el metro, no podía subirse al autobús: estaba demasiado excitada para estarse quieta), pensaba lo siguiente: uno no sabe la facilidad que tiene para matar hasta que no siente que quiere/debe hacerlo: el deseo de matar nace de algún lugar escondido entre las vísceras: las venas te queman: la sangre es ácida: el cerebro adormece todas las necesidades intelectuales: solamente piensa en matar:...”
Otra cosa en común con Saramago es que en esta
novela nos encontramos con toda una colección de comportamientos a cual más
degenerado y repugnante. Pocos personajes se pueden librar de esta
clasificación y no me extrañaría que hubiese un centenar de ellos (he sido
incapaz de contarlos), con más o menos relevancia.
A medida que vas
leyendo te das cuenta de que su estilo es magnético y detallado, con tal
cantidad de situaciones y personalidades que más de una vez te enreda sin
compasión. Ininterrumpidamente te va ofreciendo información de manera
simultánea de todo lo que ocurre en ese preciso instante, en cada una de las
escenas (aunque en principio te parece incoherente porque precisamente no ves
un orden lógico): desde un tratado sobre el comportamiento de los asesinos en
serie a una receta de Champiñones al huevo, o bien ves aparecer personajes de
manera incesante, que el autor refleja en principio de manera muy superficial
pero que se van puliendo y evolucionando a medida que pasas páginas. A veces no
vuelves a saber de ellos hasta pasados bastantes capítulos, otra vez su paseo
por nuestros ojos dura unas líneas. Si a eso le añades el que constantemente el
narrador parece estar interactuando contigo, que es capaz de hacer las
preguntas que tú tienes en mente, que en la mayoría de los casos tienen
respuesta y otras parece como si te mandase a paseo, imagínate, empiezas a
sentir una especie de vértigo y la sensación de que no puedes dejar de leer a
pesar de que desde el principio te sientes como un testigo mudo de un sinfín de
miserias, que parten de un origen en principio normal y corriente y que con el
paso del tiempo llegan a convertirse en una progresión ascendente de
degeneración. Además la prosa es tan limpia, tan directa, que si sumamos la
mezcla de recursos utilizados y tan impecablemente definidos, tenemos la
sensación de encontrarnos ante un holograma.
Pero
centrándome en la trama de la novela os diré que transcurre entre los años 1980
y 2003, en el madrileño barrio de Carabanchel. Serán lugares de excepción el
Instituto de Bachillerato Sebastián Oller donde todos los años se suicida
alguien y la Facultad de Medicina, donde se estrena el Asesino de la Moneda. Y
es que Carabanchel, uno de los veintiún distritos en que administrativamente se
divide Madrid, es el protagonista en la sombra, porque tiene de todo (mucho de
malo, poco de bueno), según la novela: desde una cárcel inaugurada en 1944 para
dar “cobijo” a los presos políticos del franquismo, hasta que con la amnistía de 1977 estos fueron
restituidos por presos comunes hasta que cerró sus puertas y su posterior derribo
en 2008, al mayor cementerio de la ciudad, un bosque de sepulcros en el que
para encontrar uno en concreto hay que ir en coche porque es enorme. O el
Poblado de la Jauja, un núcleo de chabolas y viviendas prefabricadas en el que
sus habitantes se dedican a la venta de droga, convirtiendo a Carabanchel en un
trasiego descomunal de toxicómanos que generan todo tipo de problemas, ya que
atentan contra la seguridad ciudadana.
El Instituto
de Bachillerato Sebastián Oller es un pozo de atrocidades. Su profesorado es
cualquier cosa menos modélico. Entre otros, podemos encontrar todo un abanico
de delincuentes, desde Mariano Cillán (psicópata), Benigno Ocaña (asesino en
serie), Úrsula García (envenenadora) o Iván Berges (violador), por no hablar de
Delia de Andrés la profesora de Historia, que como consecuencia de una
depresión por la muerte de su hijo comenzó a gestar un odio inusitado por sus
alumnos o Carlos, un maestro que prefiere estar sentado para dar sus clases y
de paso verle las bragas a las niñas. Eso sin contar con sus habituales
“convivencias” en las que aprovecha para abusar de ellas. Vamos, que desde la
directora hasta el último contratado, son todos un dechado de virtudes.
Y también es
en Carabanchel donde nos encontramos con el protagonista principal, Maximiliano
Luminaria, al que conocemos desde su niñez. Llegamos a empatizar con él al
principio, claro está, y sentirle como una víctima de la maldad. Nació en 1971
y desde pequeño fue muy débil. A eso habría que añadir que en lo físico parece como
si todos los defectos físicos se hubiesen confabulado para agruparse en su
persona. En el colegio todos los niños se cebaron con él: le daban capones
hasta hacerle sangrar y le escupían. En el instituto no le fue mejor en lo
social, pero en el terreno académico era un prodigio. Cuando llegó la
selectividad sacó la mejor nota de todo el país y se inclinó por estudiar
Medicina, para convertirse en el mirlo blanco que todos los hospitales se sortearon
para contratarlo al convertirse en el mejor cirujano entre los recién
doctorados. Optó por trabajar en el Hospital de Carabanchel, su barrio de
siempre y donde sus vecinos le demostraban a diario su afecto, ya que raro era
que no hubiese salvado de una muerte segura a algún miembro de cualquier
familia. Otra cosa diferente era su vida personal lejos del hospital… donde
lamentablemente no había cura para su mal.
Otro ejemplar
digno de ser mencionado es Marcelo Saravia. Cuando le conocemos trabaja como
camarero en el restaurante de Galerías Preciados de Callao. Conocía de vista a
Greta Santamaría ya que todos los días, casi de madrugada, ambos
coincidían en la estación de metro de Urgel para ir a sus respectivos trabajos. Pero la
relación se estableció el día en que ella decidió ir a comer a los grandes
almacenes y antes de pagar dejar su número de teléfono en la servilleta. Al día
siguiente se hicieron amantes (él estaba casado) y tres veces por semana
retozaban en la pensión La Cigüeña. Pero a ella le dio por querer algo más que
él no estuvo dispuesto a dar –eso que suele ocurrir a todas las amantes que no
aceptan ser “la otra”-, por lo que Greta se cansó de la relación y encontró a
otra persona que la hizo feliz. Los celos entonces devoraron a Marcelo y un buen
día siguió al novio de su ex-amante y le empujó ante las vías del metro, dejándole
paralítico. En la investigación policial que se lleva al efecto Greta le
reconoce cuando la enseñan unas imágenes captadas por las cámaras del agresor y
decide complicarle la vida más de lo que él se hubiese imaginado nunca.
Así,
hilvanando unos personajes con otros o distintas circunstancias, iremos
formando un puzle cuyas piezas en principio estaban demasiado dispersas.
Conoceremos en primera persona al Asesino de la Moneda y su modus operandi,
asistiremos a sus treinta y tres asesinatos sin importarnos especialmente si en
algún momento conseguirán cazarlo, porque la historia del policía encargado de
la investigación también tiene tela marinera. Pero no es el único psicópata con
el que nos encontraremos, ya que en Carabanchel se dan cita toda clase de mafiosos,
pederastas, yonkis, macarras… incluso los perros son asesinos. Es más, si no
fuera porque conozco el barrio donde transcurre la acción, pensaría que es un agujero
negro de la zona sur de Madrid, en el margen derecho del Manzanares que no
conviene visitar bajo ningún concepto.
Para
concluir, os diré que como toda buena novela, Te quiero porque me das de
comer es como una roca con diferentes capas de colores que van del gris al
negro. Puedes, si quieres, quedarte en la más superficial y tomarte la historia
como una novela negra al uso: dado que desde el principio conocemos al asesino
en serie, sólo nos resta esperar a que el detective Casimiro Bacells le
descubra, algo complicado porque sus crímenes siempre son perfectos; o puedes
maravillarte ante las diferentes capas de maldad que pueden existir sin que
seamos conscientes a pesar de convivir con ellas, porque quizás ante nuestros
vecinos o conocidos solo somos una fachada y aun siendo conscientes de los
indicios, ignoramos en qué se cimentan. Porque, a fin de cuentas, estamos
acostumbrados a regirnos por una serie de normas que constituyen lo que
llamamos sociedad y damos por hecho que cumplirlas nos protegen de los conflictos,
por eso es tan fácil tratar a cualquier psicópata como a otra persona normal en
un mundo de falsas apariencias y nos percatamos asombrados de ello cuando
conocemos sus alicientes, pensamientos y su conducta.
CONCLUSIONES:
Te quiero porque me das de
comer es una novela arriesgada tanto para el escritor
-porque se aparta de todos los arquetipos conocidos en el género- como para el
lector, que en un primer momento puede sentirse perdido, que puede gustarte o
no, pero si lo hace, es de manera radical, sin medias tintas. Todo es sórdido hasta
dejarte sin resuello, no en vano te permite inmiscuirte en la mente del
psicópata y conocer las etapas por las que va pasando y entender las razones que
le llevan a ello. Eso sí, te engancha de tal modo que no puedes dejar de leer.