Título: LA
PUNTUACIÓN
Título
original: Scored
Autor: Lauren McLaughlin
Traductora: Patricia Nunes Martínez
Editorial: Destino
Colección: La Isla del Tiempo Plus
ISBN: 978-84-08-03557-2
Páginas: 224
Presentación: Rústica
con solapas
Cuando hace unos meses Mónica, del blog Serendipia, nos hablaba de esta novela, no pude resistirme a leerla. Y tengo que reconocer que lo hice sobre la marcha y en caliente, pero mi enfermizo desorden a la hora de plasmar mis impresiones en el blog, me ha llevado a demorarme más de la cuenta, hasta el punto que he tenido que volver a releer fragmentos del libro porque tirar de memoria a estas alturas se me hacía complicado. La reseña era espléndida y el argumento me ganó. Reconozco que tengo debilidad por las distopías y si estas beben de las fuentes de 1984, de George Orwell, las leo si o si. Y este era uno de esos casos.
Lauren McLaughlin (Wenham, Massachussets). Además de escritora, durante una década trabajó como guionista y productora cinematográfica. En la actualidad se dedica a la literatura juvenil y está escribiendo su cuarta novela. Consiguió triunfar con su serie Cycler y la novela La puntuación.
ARGUMENTO:
Imani es una joven puntuada. Desde que era niña tuvo claro
que quería estudiar Biología Marina para recuperar la fauna marina, pero su origen
es lo suficientemente humilde (sus padres se ocupan del muelle y tienen una
pequeña tienda donde venden aparejos para la pesca, pero que apenas da para
subsistir de manera precaria) como para haberse prestado a formar parte del
proyecto instaurado por la firma informática Store Corp mediante el cual las
cámaras instaladas por toda la ciudad registran y graban todos los movimientos
de los jóvenes adscritos al programa. De ese modo, si consigue alcanzar una
puntuación alta (90 puntos o más), ellos se ocuparan y harán cargo de los gastos
que se deriven de su educación superior; ya que si no es así, las opciones no
son nada favorables: con 80 puntos es posible trabajar en alguna empresa de la
ciudad, aunque el compromiso no es firme; si rondas entre los 60 y 70, la única
opción es el ejército o la policía y si estás por debajo de esas cifras,
formarás parte de la larga lista de parados a los que el futuro les está
vedado.
Y alcanzar la puntuación necesaria no es fácil. Las cámaras,
además de las conversaciones, graban tus gestos, tus intenciones y el primer
martes de cada mes vuelcan sus resultados. A partir de ese momento, los jóvenes
se han de agrupar con los que han alcanzado la misma puntuación y apartarse de
quienes están por debajo, so pena de que en el siguiente recuento pagues las
consecuencias. Y es que bajar nota es muy fácil, pero mantenerse con buenas
calificaciones o tener un 90 (que es la valoración necesaria para optar a la
beca) es arduo y complejo.
Y precisamente ahora, cuando casi va a acabar el curso,
Imani ha pasado de ser una 93 a una 64. ¿Las
razones? El mantener su amistad con Cady, su amiga de la infancia que se ha
enamorado de un “no puntuado” y ha caído en picado. Pero todavía le queda un
resquicio al que agarrarse: la Fundación Otis ha organizado un concurso en el
que el ganador será premiado con una beca de 40.000 dólares, prorrogable
anualmente…
IMPRESIONES:
Tras la
Segunda Depresión que tuvo como resultado el colapso de la economía mundial, muchas
ciudades se vieron sumidas en la pobreza, desapareciendo la clase media. Del
mismo modo, el sistema quebró, los salarios se depreciaron y el desempleo se
agudizó. Tampoco se libraron de esta crisis los servicios sociales, como la
sanidad y la educación, fundamentales para el bienestar social. Y es
precisamente, en el de la educación, donde se justifica la trama de esta
historia.
Y es que
Somerton es una de esas ciudades en las que la miseria hizo acto de presencia
desde el principio y en todos los órdenes, por lo que sus ciudadanos se
prestaron a un programa informático de vigilancia en tiempo real mediante el
cual sus jóvenes podrían tener acceso a la educación superior, que se había
convertido en un lujo al haber desaparecido la mayoría de las universidades. El
acceso a ellas se convirtió en una prerrogativa sólo accesible para la gente
acaudalada, ya que eran los únicos con los medios necesarios para comprar la
admisión en la facultad deseada.
Como
podéis comprobar hasta aquí, el panorama distópico parece anecdótico si lo
comparamos con lo que en la actualidad está ocurriendo, más si cabe tras
haberse aprobado en el Congreso la Ley Wert (a falta del último trámite en el
Senado) que recoge algunas de las
medidas que se reflejan en esta novela, como las reválidas, la segregación
temprana del alumnado o la profesionalización de los directores de los centros,
entre otras. Y si a esto le añadimos los profundos recortes en el sector, la
subida indiscriminada de las matrículas universitarias o la imposibilidad de
conseguir becas, parece como si el escenario lo hubiesen trasladado a estos
lares.
Por ello,
podría decirse que Lauren McLaughlin, partiendo de la realidad ha creado un
mundo distópico bastante verosímil; es decir, normalmente, cuando abordamos una
lectura de este género, nos encontramos muy próximos a la ciencia-ficción donde
el planeta, por una serie de sucesos –guerras mundiales, catástrofes naturales,
etc- ha cambiado y algún tipo de dictadura se ha instalado con todo su arsenal
a mano. En este caso no es así, simplemente, la tecnología se ha desarrollado
hasta sus últimas consecuencias y una empresa ha sabido desarrollar los
mecanismos y sinergias necesarias para atrapar a la población dispuesta a ser
manipulada si de esa manera sus jóvenes tienen alguna posibilidad de futuro.
Por ello, las cámaras –con ayuda de un programa de software muy sofisticado-,
calculan los cinco puntos de idoneidad en los que se basa la puntuación de cada
individuo: el espíritu de grupo, el control de los impulsos, la congruencia, la
diligencia y la comunicación. Como además, capta cada movimiento, conversación
o gesto, están obligados a conducirse siguiendo unos patrones de comportamiento
definidos de antemano. Como podéis ver, la tecnología está muy presente y
desarrollada, aunque sólo en lo relativo a la formación académica. Los alumnos
cuentan, además, de teléfonos móviles, tabletas, pergaminos digitales,
pulseras, etc.
A
excepción de Imani, Cady y Diego, el resto de los personajes son meras
comparsas. Si acaso, tiene cierta relevancia uno de los profesores –el señor
Carol- que imparte la asignatura de Historia de los Estados Unidos en el siglo
XXI, considerado un “sigilosista”, por su evidente malestar con respecto al
avance silencioso de la presencia de la vigilancia en todos los sentidos, no
sólo en el de la educación y al que la directora del centro –la señorita
Wheeler- estaría encantada de despedir, pero que no puede por ser un numerario.
Y es el responsable de aportar la intriga suficiente a la historia al plantear
a sus alumnos un trabajo para poder optar a una beca de 40.000 dólares que
ofrece la Fundación Otis a aquellos alumnos que cursan el último años de
instituto. Pueden optar a ella tanto los puntuados como los que no lo son.
Además, les ofrece la idea sobre la que ha de versar la tarea: dado que en la
clase hay alumnos tanto puntuados como no puntuados, cada uno de ellos tendrá
que escribir sobre el sistema de puntuación, oponiéndose a ella (los puntuados)
y mostrándose a favor (los no puntuados).
En La
Puntuación encontramos referencias a 1984, de George Orwell, ya que
recrea ese mismo mundo desolador en el que las cámaras recogen todos los
movimientos de los ciudadanos e impera el pensamiento único y Un mundo feliz,
de Aldous Huxley, en la que la supremacía de unas castas sobre otras (en una se
parte de una premisa genética y en otra más que de intelecto, de
comportamiento) es la piedra angular que conforma una sociedad “ideal”, pero
también son interesantes diálogos sobre política, historia, clases sociales o
tecnología y el tono reinvindicativo que emana de ellos, entre otros. El
problema es que, si os habéis fijado en los datos técnicos, la novela apenas
tiene 224 páginas (a las que habría que restar las siete primeras), con buen
tamaño de letra y márgenes adecuados, lo que implica que algunos aspectos no
están desarrollados suficientemente, especialmente el final, algo precipitado.
Por otro lado, como es una novela enfocada al público juvenil, la relación
entre Imani y Diego se plantea como una historia de amor, subterfugio absolutamente
prescindible desde mi punto de vista.
ENLACES DE INTERÉS:
CONCLUSIONES:
La puntuación es una
novela amena y entretenida que invita a la reflexión sobre el porvenir que nos espera, más cercano
de lo que desearíamos, porque quizás esa realidad reflejada en esta novela está
más cercana de lo que presumimos y quizás, si los jóvenes se lo plantean,
puedan cambiar el rumbo de los acontecimientos y encontrar la fórmula que nos
lleve a un sistema educativo y, por consiguiente, a una sociedad más justa y
consensuada.