LA CIUDAD DE LOS OJOS GRISES, de Félix G. Modroño

DATOS TÉCNICOS:

Título: LA CIUDAD DE LOS OJOS GRISES

Autor: Félix G. Modroño

Editorial: Algaida

Colección: Algaida Literatura – Algaida Histórica

ISBN: 978-84-9877-751-2

Páginas: 400

Presentación: Rústica con solapas

Hace unos meses, pasear por la blogosfera se convertía en una gincana en caso de querer sortear las reseñas que sobre esta novela se estaban publicando. Raro era el blog que no opinaba sobre ella y, que yo recuerde, todas ellas más que positivas. Obviamente, decidí que no podía dejarla pasar, pero tengo que reconocer que una vez la tuve entre mis manos, sentí un cierto canguelo al pensar que quizás a mi no me llegase a gustar ¡soy tan rara a veces y la novela tenía tan buenas críticas…!.

Y el tiempo pasaba y, de vez en cuando, la imagen de una mujer de ojos plomizos me guiñaba un ojo desde la mesilla de noche. Todo para hacerme saber que estaba ahí, esperándome tras una bruma de incertidumbre. La suya y la mía. Pero los libros tienen su momento y a este le llegó el suyo al decidirme a celebrar un nuevo Mes Temático: la II edición del Mes de la Novela Negra, Policíaca y de Misterio, e inaugurar mi aportación con ella, porque toda buena novela necesita su particular homenaje, aunque en mi caso sea tan humilde.

BIOGRAFÍA CONTADA POR EL AUTOR:

La primera luz que vi fue la del cielo vizcaíno a mediados de la década de los sesenta. Aprendí a leer en Bilbao y a escribir en Portugalete. Tras realizar mis últimos cursos de Bachillerato en Alicante y Don Benito, estudié Derecho en Salamanca donde unos inquietos universitarios fundaron la revista Res Nulliusen en la que redacté mi primer artículo.

Como fruto de mi afición por la fotografía, publiqué Villalpando, paisajes y rincones (2002) en homenaje al pueblo zamorano de mis padres. Desde entonces, he realizado algunas exposiciones y he colaborado en la revista Paisajes.

Un accidente, que me obligó a permanecer inmóvil durante casi dos meses, fue la causa que me empujó a retomar mi pasión olvidada de escribir. La obtención de algunos premios con mis relatos, me animó a emprender la aventura de mu primera novela: La sangre de los crucificados (2007), protagonizada por el doctor Zúñiga, un peculiar investigador del siglo XVII, que también será el personaje central de mi siguiente obra: Muerte dulce (2009).

                                                               

ARGUMENTO:

Después de varios años viviendo en París como profesor universitario, Alfredo Gastiasoro regresa a su ciudad natal al enterarse, por la prensa, que Izarbe Campbell, la mujer de la que se enamoró siendo un niño y que posteriormente se casó con su hermano, ha muerto. Era el día de nochebuena de 1914 y siente la necesidad de despedirse de ella.

Una vez llegado a Bilbao, descubrirá que la muerte de Izarbe no es tan accidental como en principio se presumía y con la colaboración de Fernando Zumalde,  comisario de policía y amigo de la infancia, intentarán esclarecer lo que para ellos es un asesinato de libro y las razones que lo motivaron.

IMPRESIONES:

Os comentaba al principio que me daba cierto pavor abordar la lectura de esta novela tras percibir que muchos blogs, en sus reseñas, la catapultaban como una de las mejores lecturas del año. Más tarde, en el concurso organizado por el Club Literario Creatio en colaboración con la Feria del Libro de Sevilla, fue votada como la mejor novela de 2012 según los blogueros que participaron. Así que me dije aquello de “algo tendrá el agua cuando la bendicen” y entendí que no podía perdérmela.

Y es así como me dispuse a leer esta novela que, para mí, ha sido todo un hallazgo. Sus cincuenta capítulos más epílogo se me han pasado en un suspiro y me han sabido a poco. Y no será porque no tiene sus momentos desagradables (que los hay), sino porque la pluma de Félix G. Madroño nos pasea y recrea por el Bilbao emergente que pasó de ser un pueblo grande en el que todos sus vecinos se conocían a una ciudad en toda regla, con sus barrios altos (que aquí son los bajos), sus barrios nobles y su ría a través de los recuerdos de un protagonista que irá rememorando su pasado para dar con las pistas que puedan esclarecer el asesinato de la mujer a la que siempre amó y la única capaz de hacerle volver a esa ciudad de ojos grises que ya no es la suya. También pasearemos por el París de la modernidad y la bohemia, el único lugar donde el protagonista es capaz de vivir sin derrumbarse.

La acción comienza en las navidades de 1914, justo cuando Europa vive lo que se vino a denominar la Paz Armada, que no era más que un mero ejercicio de acaparamiento de armamento con vistas a una guerra inminente. Pero los continuos flashbacks nos trasladan hasta 1870, momento en el que se conocen Alfredo e Izarbe y comienza su historia de amor. También es entonces el momento en el que Bilbao experimenta una sólida industrialización que dará origen a una explosión demográfica (la ciudad pasó de tener 18.000 habitantes a 80.000 en 1900) y arquitectónica. Del mismo modo, seremos testigos de los cambios políticos, asistiremos al nacimiento del movimiento obrero y comprenderemos como era la Euskadi de finales del XIX y principios del XX y la actual.

Pero antes de nada, comencemos por sus personajes:

La ciudad de los ojos grises es una novela impresionante y, como tal, está cuidada hasta el mínimo detalle, por lo que los personajes, como no podría ser de otra manera, son uno de los platos fuertes, posiblemente el principal. Porque están perfectamente cimentados, ya que poseen una personalidad sobresaliente, para bien o para mal, ya sean héroes, villanos o mediopensionistas. Hay dos protagonistas: Alfredo Gastiasoro e Izarbe Campbell. Los iremos conociendo poco a poco, a través de su realidad y de los recuerdos que nos transmite Alfredo (o amigos y conocidos en el caso de Izarbe), y poco a poco nos irán desarmando, pues no encontraremos fisuras, son personajes tridimensionales.

- Alfredo Gastiasoro, digno protagonista de la historia pues es un personaje absolutamente creíble a pesar de sus contradicciones –o posiblemente por ellas-. Es un hombre al que se le coge cariño desde el primer momento. Juega a su favor ese aire romántico que le envuelve y le confiere humanidad, ese amor inquebrantable que se mantiene vivo a lo largo de los años y que, no obstante, lejos de Bilbao a aprendido a asumir.

- Izarbe Campbell, la protagonista ausente, el primer y único amor de Alfredo Gastiasoro que, no obstante, se casó con su hermano mayor. Una mujer adelantada a su tiempo, defensora de los derechos de la mujer y del socialismo, a pesar de vivir una vida acomodada al lado de un industrial de éxito. 

Luego seguirán un abundante elenco de secundarios, como Fernando Zumalde, amigo de la infancia de Alfredo que en el momento en que comienza la historia es comisario de la policía bilbaína o su jefe, Adsuar, que aún siendo otro policía honesto, evita cualquier problema pues teme a los poderosos. También tiene importancia su hermano Javier, casado con Izarbe con quien desde la infancia tiene serios problemas de comunicación. Nunca han discutido, nunca se han enfrentado, pues la frialdad se instaló entre ellos siendo niños. O Raimunda Amandarain, una joven a la que siendo niña Izarbe sacó de la pobreza. Ahora es una cantante que poca monta que responde al sobrenombre de Aurori de Bilbao o La Sultana. También es vital la figura de la madre de Izarbe, que un buen día, después de la boda de su hija, abandonó la ciudad para volver muchos años después.

Personajes de lujo:

Si los personajes protagonistas están perfectamente construidos, también merece la pena detenerse a hablar de otros a los que he considerado de lujo y que, teniendo una importancia relativa en la novela, se entremezclan con los anteriores y nos alegran la lectura en ocasiones. Así, destacaría a:

- Los escultores Nemesio Mogrobejo y Francisco Durrio, amigos del protagonista que le alojaron y ayudaron cuando llegó a París. Con Durrio vivió en su propia domicilio hasta que encontró su propia vivienda. Amigo de la bohemia de la época, también lo era íntimamente de Picasso (de quien guardaba algún que otro cuadro), hasta que se enemistaron.

- Julián Gayarre, apodado en su tiempo como «senza rivali, le Roi du chant». (Inigualable, el rey de la canción), tras triunfar como primer tenor del mundo. Un empresario de Bilbao, Luciano de Urízar, le contrató para que actuara en el Teatro de la Villa de la ciudad para veinte representaciones. Justo el día que el tenor llegó a la ciudad, de Urízar murió y se prestó a cantar un réquiem en su funeral. Allí, al calor de las notas musicales, Alfredo conoció a Izarbe, siendo todavía una niña, pues sus familias asistían al funeral. Era el 9 de abril de l882.

- Rafael Moreno, Pichichi. Sobrino de Unamuno (al que también se alude, lógicamente), al primero, lo hacen de pasada Alfredo y Fernando una noche en que acuden al Café García, lugar de cita obligatoria para aquellos que gustaban de los toros y del football. Al hilo de la conversación descubriremos los orígenes del Athletic Club surge en un Bilbao y más de una curiosidad. Tampoco está de más la descripción que de esos cafés bilbaínos hace el autor, decorados en “art decó”, de impresionante riqueza ornamental a base de pan de oro, suelos de mármol, impresionantes vidrieras, paneles de caoba y paredes de estuco, donde se reunían políticos e intelectuales, familias acomodadas o artistas a la búsqueda de una buena tertulia.

- Mata-Hari. Un personaje carismático, como entiendo que sería, más allá de esta novela, dada su “profesión”. Llega a Bilbao para actuar como bailarina oriental y, curiosamente, consigue entablar relación con Alfredo Gastiasoro al que consigue seducir, aunque no será el único que caerá en sus redes. Aunque juega un papel muy secundario en la trama, no por ello deja de ser contundente.

Y que conste que no quiero aburriros, porque son muchos y aún a riesgo de dejarme alguno en el tintero, también me gustaría citar al menos a María de Maeztu, Facundo Perezagua, Sabino Arana, Indalecio Prieto o Maurice Chevalier.

Los escenarios:

La ciudad de los ojos grises es la historia de Alfredo e Izarbe, pero también la de Bilbao, que llega a convertirse en una protagonista más. La trama, perfectamente urdida, llevará al protagonista por varios lugares: desde Paris, donde reside al comienzo de la historia, hasta su Bilbao natal y aledaños, como Portugalete, localidad donde residía la madre del autor y donde acude con Izarbe cuando ambos inician su breve noviazgo, pasando por Madrid, en menor medida, cuando el autor se deja llevar por sus recuerdos.

Y es de Bilbao, en particular, de quien quiero empezar a hablar pues, como comentaba, llega a convertirse en una protagonista esencial en la trama, ya que el autor nos describe la ciudad con los cinco sentidos y nos conduce por sus calles, sus edificios, permitiéndonos admirar sus paisajes. Da igual que nos describa las excelencias del Puente Colgante de Portugalete, la arquitectura de sus muchos edificios civiles o religiosos, como la Iglesia de San Nicolás (patrón de los marineros) o el tilo del Arenal:

“El sol acababa de rasgar las nubes por encima de la iglesia de San Nicolás y, a través de un minúsculo jirón, acariciaba la copa desnuda de un gran tilo para darle los buenos días. Alfredo se estremeció. Aquel árbol centenario, cuyas raíces excitadas llegaban a incrustarse en los mismísimos cimientos de la Plaza Nueva, no era un tilo cualquiera. Era su tilo. El tilo bajo el que un sinfín de parejas bilbaínas se declaraba su amor…” (Página 84)

Del París cosmopolita y bohemio de la Belle Époque al que llegaron en manada artistas en todas las disciplinas y del recuerdo indeleble que  lo deificaron y que tan bien describe el autor con un halo poético con el que consigue hacernos partícipes de las sensaciones experimentadas al pasear por las calles empedradas de Montmatre, me quedo con los Jardines de Luxemburgo, lugar frente al que Alfredo Gastiasoro decide ubicar su domicilio en una buhardilla con vistas a tan extraordinario enclave y, en particular, con las descripciones de la Fuente Médicis, por todo lo que representa en la memoria del protagonista que llegó a construir una réplica en la única casa que diseñó y construyó a lo largo de su carrera como arquitecto para su madre en Portugalete. Conocida también como la Fuente de los Amantes, se nos muestra la pareja formada por Galatea y Acis abrazados, mientras son escudriñados desde arriba por el cíclope Polifemo.

La novela, dividida en cincuenta capítulos y un epílogo, utiliza la técnica del capítulo corto, consiguiendo con ello que la lectura se haga más amena al darnos la sensación de que la historia avanza por si misma. Algo necesario por otro lado, ya que el ritmo es bastante sereno e introspectivo en algunos momentos, que no lento, y que unido a las continuas sorpresas que la trama nos va proporcionando, deriva en un relato admirable. Félix F. Madroño utiliza una prosa pausada, detallista y refinada y gracias al vocabulario empleado me ha hecho admirar el dominio evocador de las palabras, la elegancia sutil de su sintaxis que nos envuelve en una atmósfera errática y sorprendente. Las descripciones, bien sean de lugares o psicológicas son deliciosas y no por ello dejan de ser minunciosas; los diálogos son el contrapunto que ayudan a suministrar la información que no se puede obtener de otro modo.

También quiero señalar, porque es de agradecer, la impecable factura de la edición: desde una cubierta preciosa, con un primer plano del Puente del Arenal –todo un símbolo de ese Bilbao en plena expansión, necesitado de dilatarse al otro lado de la ría del Nervión- y la imagen de una mujer, digna representante de la Belle Époque envuelta entre brumas en diferentes tonos de gris hasta aspectos más prosaicos, como la maquetación (márgenes, tipo de letra,etc.) pues no se han escatimado medios, lo cual es un detalle añadido de cara a la comodidad del lector.

ENLACES DE INTERÉS:

Web oficial del autor.

Web oficial de la novela.

Puedes leer el primer capítulo del libro pinchado en este enlace.

Booktrailer de la novela:

CONCLUSIONES:

La ciudad de los ojos grises combina varios géneros.  La editorial la ha incorporado a su colección de novela histórica, pero también podría haberlo hecho en novela negra, pues cumple las necesarias premisas para catalogarla como tal. De cualquier modo, más allá de etiquetas, es una novela impresionante, narrada con una prosa envolvente y un estilo brillante.

No he leído ninguna de las novelas anteriores del autor (La sangre de los crucificados y Muerte dulce), pero teniendo en cuenta su estilo, la calidad de su prosa y la fascinación que desprenden sus personajes, no dudo en hacerlo en un futuro próximo, ya que es un escritor al que tener muy en cuenta.

El subtítulo de libro es de lo más evocador: “Una historia de trenes perdidos en la Belle Époque” y es que ¿Quién llegado a cierta edad no siente un claro deseo de conocer las historias que otros no pudieron vivir a su debido tiempo y que con la perspectiva que dan los años vuelven a rememorar? ¿Qué tienen las estaciones y los trenes que tanta sensibilidad despiertan? Porque Alfredo Gastiasoro, cada vez que la vida le ha llevado a utilizar este medio, inicia un viaje vital que se pierde en el tiempo, en un devenir continuo entre crítica lírica y reflexión sobre la propia existencia, donde sus experiencias se nos muestran como un lienzo de luces y sombras al que es imposible resistirse.

Esta reseña participa en la iniciativa:

RETOS:

CRUCE DE CAMINOS:NEGRO Y CRIMINAL (9 de 15)

25 ESPAÑOLES (15 de 25)
75 LIBROS EN 2013 (21/75)