DATOS TÉCNICOS:
Título: LA VIDA IBA EN SERIO
Autor: Jorge Javier Vázquez
Editorial: Planeta
Colección: Autores Españoles
e Iberoamericanos
ISBN: 978-84-08-01390-7
ISBN: 978-84-08-01390-7
Páginas: 256
Presentación: Tapa dura con sobrecubierta
Dicen que son malos tiempos para la industria del libro y no me
refiero a esta crisis pertinaz, a la que continuamente nos venimos refiriendo
de un tiempo a esta parte. Aunque yo que soy muy picajosa, diría que dejó de
serlo en el momento en que se convirtió en costumbre. Porque seamos serios, una
crisis es algo circunstancial, el momento álgido en el que se produce un cambio
importante que da lugar a una situación delicada, pero cuando esa coyuntura se
enquista y se mantiene en el tiempo,
pasa a mutarse en una depresión. O en algo peor. Y con el mundo del libro
ocurre algo similar, sólo que su estancamiento es cuestión de décadas. Por
ello, las editoriales se devanan los sesos, intentando renovarse o morir, -más
lo primero que lo segundo para satisfacción de todos- descubriendo géneros nuevos
o desempolvando los antiguos y dar con el best seller del momento que le ayude
a reponer fuerzas e ir tirando. Por ejemplo, a lo largo de este año y parte del
anterior hemos asistido al resurgimiento de la novela erótica, en la que la
mayoría de las editoriales se han volcado, aunque me parece que la calidad en
la mayoría de las novelas publicadas brilla por su ausencia, por lo que ver los
rankings de ventas me da un cierto rubor, más que el que sus páginas puedan
generar. También ocurre con la novela negra, pero en este género el boom está
más justificado porque la calidad es obvia.
Pues bien, uno de los éxitos de ventas de finales de 2012 y que
todavía sigue dando que hablar fue el escrito por Jorge Javier Vázquez. Cuando
vi el título entre las novedades de Planeta y empecé a ser consciente del apoyo
que generaba, me eché a temblar. ¡Otra vez un famosillo del mundo de cuore
asaltaba el mundo literario y marcaba un gol por toda la escuadra! Además, por
lo que me iba enterando, se trataba de una especie de biografía ficcionada y
claro, cuando alguien tiene poco más de cuarenta años ¿no es un poco absurdo
que nos quiera contar su vida cuando apenas ha llegado a la madurez si es que
eso se alcanza alguna vez? También es verdad que pensé que sería un pim, pam,
pum; es decir, un éxito fulgurante que en cuanto pasaran unas semanas nadie
hablaría del tema. Total, que aparté la idea de leerlo y pasaron los meses.
Hasta que un buen día, leí en algún sitio algo que me llamó la
atención: que en la novela también se daba voz a sus padres, siendo su
progenitor una persona chapada a la antigua que no aceptaba la orientación
sexual del hijo. Y es que en este país somos tan políticamente correctos cuando
nos ponemos, que cuesta hacerse a la idea que alguien sea capaz de llamar a las
cosas con su nombre o por como piensa, teniendo como tenemos –en general- la
memoria tan frágil y correctores tan buenos que son capaces de convertir lo
blanco en negro cuando la historia transcurre por cauces inquietantes. Así que
me dije ¿y por qué no? Y aquí estamos, intentando explicar mis impresiones.
EL AUTOR:
Jorge
Javier Vázquez es lo suficientemente conocido para que cualquiera, a estas
alturas, tenga una idea aproximada de su trayectoria, pero como a nivel de escritor
es prácticamente un novel, prefiero transcribir lo que en la solapa del libro
he encontrado:
Jorge
Javier Vázquez (Badalona, 1970).
Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona, su carrera
profesional ha estado siempre ligada a los medios de comunicación. Comienza
como redactor de la revista Pronto, y gracias a este semanario le
llegó la oportunidad de salir de Barcelona para iniciar una nueva andadura en
Madrid. En 1997 empezó a colaborar en Antena 3 en el programa Extra
rosa, conducido por Rosa Villacastín y Ana Rosa Quintana. A
partir de ahí su carrera empezó a despegar con el magacín Sabor
a ti. En 2001 se estrenó como presentador en Rumore
rumore. Tras esta productiva etapa en Antena 3, dio el salto
definitivo a Telecinco, donde continúa trabajando con gran éxito de audiencia.
Actualmente compagina su presencia en Sálvame diario, Sálvame
Deluxe y Hay
una cosa que te quiero decir. En 2009 fue galardonado con el Premio
Ondas al mejor presentador de televisión. La vida iba en serio es su primera novela.
ARGUMENTO:
Os dejo la
sinopsis que nos facilita la editorial en la contraportada del libro, pues creo
que es imposible mejorarla:
Ese muchacho que
llega a Madrid en 1995 arrastrando su maleta, con un contrato para trabajar en
una revista del corazón y mil silencios en el recuerdo, poco imagina que pronto
será uno de los rostros televisivos más reconocidos de nuestro país. Ese joven
que deja atrás su barrio, su familia y una vida cargada de deseos, miedos y
preguntas sin respuesta, no sabe todavía lo poco que tardará en conseguir
aquello que anhela: la libertad para ser él mismo, vivir abiertamente su
sexualidad, destacar en su profesión y conocer a amigos ante los que abrirse
sin reparos ni vergüenza. Ésta es una novela de reconciliación y de recuerdo.
Aunque, sobre todo, es la historia divertida, agridulce y evocadora de un
protagonista al que todos creemos conocer, pero con una vida interior lúcida e
intensa a la que muy pocos han accedido en realidad.
IMPRESIONES:
Antes
de empezar, me gustaría hacer una mención al título de esta novela, pues me
llamó la atención desde el primer momento. (Creo que) hace referencia a “No
volveré a ser joven”, un poema de Jaime Gil de Biedma y es toda una declaración
de intenciones, ya que leyéndolo, se entiende perfectamente lo que Jorge J.
Vázquez ha querido contarnos, porque es la esencia de este libro, que no es
poco.
No
volveré a ser joven
Que la
vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar
huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.
Pero ha
pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.
Lo
primero que me llamó la atención del éxito de este libro es que lo compraba
gente que no había comprado uno en su vida. De hecho, dediqué mi tiempo a
intentar encontrar la razón, porque por muy mediático que sea el autor, una
cosa es poderle seguir en TV –si eres fan suyo- ya que es gratis y siendo presentador
de unos cuantos programas, da como para sentirte empachado aunque te pierdas
alguno y otra muy diferente es pagar los casi veinte euracos que vale, aunque
venga encuadernado en tapa dura y con una letra que la podría leer hasta mi
abuela. Así que mira, algo menos que tienen que echarle en cara sus
detractores, porque todo lo que sea hacer leer a la gente, sobre todo a
aquellos que no compran ni leen un libro ni de broma, bienvenido sea.
La
vida iba en serio
es una novela amena que se lee con una facilidad pasmosa. Ayuda el lenguaje
empleado, llano, sencillo, que incluso cuando aparece alguna cita literaria (el
bagaje cultural del autor es palpable) lo hace de manera natural. Choca, eso
si, que alguna vez, se le escape algún “palabro” inarmónico (por no decir contradictorio)
con la tónica general, que parece querer venir a decir “que soy filólogo oiga”,
eligiendo la palabra más culta de las disponibles. Pero son las menos de las
veces, todo hay que decirlo. También he encontrado alguna incoherencia que,
tratándose de un libro publicado por Planeta, choca que no haya pasado el
filtro del corrector, porque podían haberse evitado.
La
novela se divide en trece capítulos y un epílogo. La mayoría de las veces
tienes la sensación de leer un diario aunque no haya un día a día, sino por un
cierto aire de improvisación que es más palpable cuando el autor da saltos en
el tiempo. Sin embargo, cuando Jorge Javier Vázquez da paso a sus padres, la
novela va de menos a más. Es la parte que más me ha gustado y he disfrutado
mucho con ella. También nos permite conocerlos íntimamente, pues del mismo modo
que nos relata sus orígenes, con simples pinceladas descubrimos sus miedos, sus
fantasmas, sus alegrías y sus sueños, todo ello salpicado con grandes dosis de
ternura. Ese juego, en el que se aprecian las diferentes posturas de cada uno
sobre una misma situación, es lo mejor de todo.
Como
también es emotiva la admiración que desprende hacia Carmen Rigalt,
posiblemente la única de las personas de su entorno a la que se refiere por su
nombre real en la larga lista de secundarios (si exceptuamos a su familia),
porque el resto de los nombres de personajes han sido cambiados por otros.
“Desde que trabamos amistad pasamos en aquel verano cientos, miles de horas juntos, contándonos parcelas de nuestra vida íntima con desparpajo, sin temor a ser censurados o juzgados. Yo le hablaba de mis líos y mis miedos con naturalidad, y ella no sólo parecía entenderlos, sino que realmente me comprendía. Me reñía cuando observaba en mí maneras de niño caprichoso, pero a mi no me importaba.” (Página 196).
“Estábamos tomando el sol en una tumbona del Incosol y cerré los ojos porque estaba a punto de emocionarme y no quería que Carmen me viera llorar. Aún no estaba preparado para bajar la guardia delante de ella de aquella manera. Recuerdo que, tostándome en la tumbona y con los ojos cerrados aún, pensé: “Es pronto, y todavía no he tenido la oportunidad de decírselo, pero cuando vuelva a Madrid la invito a cenar, me achispo un poco y se lo suelto, porque Carmen tiene que saber que gracias a ella me he reconciliado con mis orígenes. Jamás volveré a ocultar que soy de San Roque y que en cincuenta metros cuadrados vivíamos cinco.” (Página 199).
Más
allá de sus padres y de Carmen Rigalt, el resto de los secundarios apenas tienen
trascendencia. Deja un poso de tristeza la poca o nula relación que el autor
mantiene con sus hermanas, a pesar de la diferencia de edad (ocho y diez años
mayores que él), no creo que sea un escollo difícil de sortear, más teniendo en
cuenta lo significativa que es la que sostiene con su tía materna, más mayor y,
sin embargo, más asequible. Y al hilo de esto, entiendes esa soledad interior
que parece acompañarle a lo largo de su vida en Badalona, no sólo producida por
el continuo conflicto emocional en el que vive, sino el miedo al rechazo por
parte de sus vecinos y compañeros de clase y de su propia familia. Si me gustaría destacar aquí a un personaje que me ha parecido admirable y no es otro que un amigo del padre del periodista: Mercadé, también homosexual y quizá el responsable de todos los miedos que abordaban al hombre con respecto al futuro de su hijo.
Me
gustó mucho la parte en que nos describe su experiencia con el Opus Dei. Su padre,
empeñado siempre en hacerle un “hombre de provecho”, no reparó en sacrificios
cuando, terminada la EGB, decide enviarle a un colegio privado a estudiar BUP y
COU, para que llegado el momento de estudiar una carrera –ansiaba que se
convirtiese en médico o ingeniero- lo hiciese con el mayor bagaje académico y
mejores notas. Su único miedo era que le captaran para la causa (y a punto
estuvo de que así fuese, aunque el hombre nunca se llegó a enterar). Y digo que
me gustó especialmente porque consigue hacernos entender, con sencillez, como consiguió
encontrar su sitio y de cómo la religión se convirtió en su válvula de escape:
“Me refugié en el centro del Opus Dei porque entre las paredes de aquel mundo sólo existía una marca: Dios. Una marca que unificaba a feos, patosos, muchachos de barrio, profesores de universidad…” (Página 109).
“Me gustaba la vida que me proponían, y fuera de sus muros no encontraba demasiados alicientes: salía de vez en cuando e intentaba conquistar alguna chica, pero sin demasiada convicción. ¿Notarían ellas que mis fuegos iban dirigidos a otras posiciones? Y en cuanto a los chicos, no lograba conocer a otro como yo, y aunque sabía que en Barcelona había bares donde se encontraban, yo todavía no tenía la edad ni el morro para entrar en ellos. De aquel modo, mientras mis compañeros de Bachillerato más lanzados comenzaban a disfrutar de los fines de semana en compañía del alcohol, yo hacía novenas y hasta retiros espirituales”. (Página 111).
Después
llegará su desembarco en Madrid, liberado en cierto modo de ese continuo temor
a que su sexualidad fuese destapada, sus nuevas amistades, el miedo al Sida,
el éxito profesional… pero eso es otra historia.
La
acción transcurre en Badalona y Madrid, principalmente, (aunque haya algún
viaje esporádico del autor a algunos lugares como Jordania, Marbella o Roma)
pero la nota dominante en todos ellos es que las descripciones de estos
escenarios son más bien someras, pasa por ellos como de puntillas, menciona
sitios concretos, sin definirlos para que nos podamos hacer una idea de cómo
son. Si acaso, es su barrio, San Roque, y su casa, ese octavo tercera de cincuenta metros cuadrados dividido
en recibidor, comedor, tres habitaciones, baño, cocina y balcón los que salen
mejor parados en este sentido.
Sin
embargo, Madrid como tal se convierte para el periodista en la tierra prometida
desde el momento en que se instala en el apartamento alquilado de la calle
Escalinata, para salir corriendo hacia Chueca. Después descubrirá que puede
pasear a plena luz del día con sus amantes, que nadie cuestiona nada. Y le llegará el éxito profesional.
CONCLUSIONES:
No es el libro de mi vida, tampoco
el mejor de los que he podido leer a lo largo de este año y, sin embargo, me he
llevado una grata sorpresa. Me ha gustado leerlo, es ameno, emotivo y con
ciertas dosis de humor, las suficientes para que lo considere un libro
recomendable. La novela se centra en la infancia y adolescencia del
presentador, pero va mucho más allá que todo eso, porque tiene que llegar a la
madurez para reconciliarse con su pasado, con su familia, para entender a un
padre exigente y autoritario que depositó todas sus expectativas en él y
redescubrir a una madre a la que nunca supieron valorar ni su esfuerzo ni su
dedicación.