LAS FLORES DE BAUDELAIRE, de Gonzalo Garrido

DATOS TÉCNICOS:

Título: LAS FLORES DE BAUDELAIRE

Autor:  Gonzalo Garrido

Editorial: Alrevés

ISBN: 978-84-15098-38-6

Páginas: 264

Presentación: Rústica con solapas

Normalmente, cuando nos acercamos a comprar un libro, la inmensa mayoría leemos la contraportada, buscando la sinopsis. También, en muchas ocasiones, aparecen algunas citas lisonjeras que acaban por convencernos en nuestra decisión posterior. Es verdad que todos sabemos que hay mucho marketing al respecto y que lógicamente, la editorial habrá elegido las más positivas, las negativas las obviará. Pues bien, este libro que hoy nos ocupa cuenta no sólo con la sinopsis y la cita de rigor, sino que lo más llamativo, a priori, es la faja que acompaña al ejemplar, en la que el escritor Eduardo Mendoza nos dice “Una intriga bien contada que acaba envolviendo a la sociedad bilbaína y, lo que es más importante, al lector. ¡Un hurra por el autor!”. Es algo que me chocó, la verdad, pues sabía por alguna reseña que había leído, que era la primera incursión en este mundillo del periodista Gonzalo Garrido y me sorprendió que un escritor consagrado hubiese dejado su impronta. Después, tengo que reconocer que fue en el blog Entre montones de libros, donde me convencí (mejor dicho, su administradora me convenció), que debía leerlo si o si.

EL AUTOR:

Pocos datos se nos ofrecen en la solapa del libro sobre el autor. Además de dejarnos los enlaces a su blog, al que considera un lugar donde experimentar con la narrativa, y a sus perfiles de Facebook y Twitter, se nos dice que Gonzalo Garrido nació en Bilbao en 1963 y que además de escritor es consultor de comunicación, profesión que le ha llevado a residir en Estrasburgo y Bruselas.

ARGUMENTO:

La historia nos traslada al Bilbao industrial de 1917. Alfredo Maldonado, un fotógrafo de cierto renombre en la ciudad del Nervión compagina su cometido en su estudio trabajando para un periódico local y, en ocasiones, gracias a la mediación de un amigo, colabora con la policía como fotógrafo auxiliar, dada su afición enfermiza por todo lo macabro. De hecho, su gran afición es coleccionar fotografías de crímenes que guarda en la trastienda de su estudio como un tesoro.

Es así como mientras se halla cubriendo una noticias para “El Noticiero Bilbaíno”, se entera del crimen perpetrado en casa de los Krüger, una de las familias más ricas de la ciudad. Por lo visto, han asesinado y mutilado a la hija pequeña del matrimonio, de forma brutal mientras dormía. La niña, de poco más de tres años, padecía una deficiencia psíquica, por lo que nadie se explica los motivos de semejante atrocidad.

Se dirige entonces al domicilio de los Krüger para hacer el reportaje fotográfico para la policía y él mismo es consciente de la barbarie que se ha cometido en esas cuatro paredes.

Es por ello que al día siguiente, una vez reveladas las fotografías, comenta con Joan Carrillo, su ayudante, los pormenores del lugar del crimen y decide investigar por su cuenta…

IMPRESIONES:

Comentaba al principio que una vez convencida a través de una reseña de que quería leer esta novela, cuando tuve el ejemplar en mis manos me llamó la atención la faja que rodeaba el mismo en el que una cita de Eduardo Mendoza animaba a su lectura. Pero no por ello era más sugerente el título, en el que el autor nos retrotrae a uno de los poemarios más conocidos de la literatura universal: Las flores del mal, de Baudelaire. Lógicamente, en la novela encontraremos mucho mal y demasiada infamia, porque ¿Quién puede matar a un ruiseñor?, pero sobre todo caminaremos junto con el protagonista por una vereda donde la inmoralidad, la barbarie y la sinrazón serán nuestras compañeras de viaje.

Además de todo lo anterior, Las flores de Baudelaire no es la típica novela de detectives aficionados al uso. Tiene un punto muy original y sorprendente: narrada en primera persona, el protagonista nos va envolviendo en sus pesquisas pero, a la vez, seremos partícipes de sus hallazgos, conoceremos los pilares en los que se basa la fortuna familiar de los Krüger, semejante a la de otras tantas familias acaudaladas, los bajos fondos, el dinero fácil y los propios vaivenes de la ciudad. Y a medida que la intriga va creciendo, pasa lo que siempre suele pasar: que siempre pagan justos por pecadores cuando el poder está en peligro y llega un momento en que el desánimo de Maldonado toca fondo junto con el nuestro… pero solo es un espejismo que ayuda, como otros tantos detalles, a darnos a conocer aquellos tiempos convulsos y la lucha de clases.

Será también el propio Alfredo Maldonado quien nos vaya describiendo a cada uno de los personajes, tanto al círculo íntimo de la víctima como los que se mueven a su alrededor: su familia, sus empleados, los compañeros del periódico, de la comisaría, etc, desde su particular e inquietante punto de vista. Porque el fotógrafo no es precisamente un paladín de la justicia, sino más bien un personaje descreído a quien  le inquieta el mal; es por ello que colecciona fotos de crímenes con las que disfruta visionándolas en compañía de su ayudante:

“Contaba en mi poder con la selección artística más escalofriante que ser humano hubiese podido concebir y de la que me sentía muy orgulloso. Cráneos horadados por martillos, vísceras desparramadas por el suelo, o extremidades con tendones alargados como tirachinas eran imágenes que yo había recopilado con paciencia y pasión a lo largo de los años y que me convertían en un ser diferente, único.” (Página 15).

Los personajes me parecieron estereotipados, en particular, la figura de Alfredo Maldonado se me hizo a veces incómoda. Me recordaba –salvando las distancias- a la de una investigadora de una serie española relativamente reciente. No sé si alguno de vosotros recuerda a María Pujalte en “Los misterios de Laura” (a mi hijo le gustaba ¡qué se le va a hacer!). Pues bien, aquí lo que primaba a la hora de resolver los crímenes eran los cotilleos, lo que su protagonista, maruja hasta la médula, iba captando por las conversaciones que mantenía con los sospechosos y/o círculo de confianza de la víctima. Pues algo así ocurre con Maldonado.

Por otro lado, quienes habitualmente me visitáis en este blog, sabéis que me gustan las novelas bien ambientadas y documentadas y Las flores de Baudelaire es un ejemplo de ello. He disfrutado mucho en este sentido, porque el período en que se desarrolla la trama es muy interesante. El autor nos traslada al Bilbao de 1917, concretamente se inicia en mayo de de ese año, mientras los efectos de la Primera Guerra Mundial asolan Europa. A los pocos días de iniciarse el conflicto (28 de julio de 1914) España se declaró neutral con la aquiescencia de los países beligerantes, lo cual reportó al país una serie de beneficios, en particular a las zonas más desarrolladas industrialmente (País Vasco, Cataluña y Madrid), que podrían ver crecer y desarrollarse de manera notable sus fábricas y su industria en general). Y en ese Bilbao industrial, los empresarios viven su momento de gloria haciendo su agosto particular. En este sentido, la familia Krüger, sus tejemanejes y su falta de escrúpulos es el mejor ejemplo de ello. Asistiremos a ese momento, donde a su vez se dan cita unos cuantos personajes reales y os aseguro que merece la pena hacerlo.

CONCLUSIONES:

Las flores de Baudelaire es la ópera prima de Gonzalo Garrido y como tal, el estilo del autor todavía está por depurarse. Aún así, la novela merece la pena por su originalidad, porque mantiene la intriga hasta el final y porque en conjunto, merece la pena retroceder en el tiempo y comprobar que cualquier tiempo pasado no fue mejor, sino parecido y que en ocasiones, volver al pasado es como codearse con un viejo conocido, porque sólo cambian las formas, el fondo es muy similar.