DATOS TÉCNICOS:
Título:
LAS HEREDERAS DE LA SINGER
Autora:
Ana Lena Rivera
Editorial: Grijalbo
Colección: Ficción
ISBN:
978-84-25360-97-8
Páginas: 512
Presentación:
Rústica con solapas
Ana Lena Rivera
(Oviedo, 1972), tras licenciarse en Derecho y Administración de Empresas en
ICADE, Madrid, dedicó veinte años de su vida a ejercer como directiva en una
gran multinacional, tarea que abandonó para dedicarse de lleno a la literatura,
su gran pasión. En enero de 2019 publicó su primera novela, Lo
que callan los muertos, con la que iniciaba la serie Gracia San
Sebastián y con la que ganó el Premio Torrente Ballester y posteriormente se
proclamó Finalista del Premio Tuber Melanosporum que entrega el Festival
Morella Negra. En enero de 2020 publicó Un asesino en tu sombra, a la que
seguiría una tercera novela, Los muertos no saben nadar, en marzo
de 2021. En febrero de este 2022 ha publicado Las herederas de la Singer, una saga familiar protagonizada por
cuatro mujeres, fascinantes todas ellas aunque no en la misma proporción, que se
desnudarán ante nosotros para desvelarnos sus vidas, sus secretos e intensos fragmentos
del tiempo que les tocó vivir.
Afirma un antiguo
adagio que nadie elige a la familia en la que nace, si bien es cierto que, con
el tiempo, uno tiene la potestad de elegir aquella en la que quiere vivir. Y
eso es lo que hicieron las cuatro protagonistas de esta historia: elegirse
ellas mismas como familia y abrazarse a una máquina de coser, primero como
sustento, después como símbolo de esos secretos que todos llevamos y no siempre
compartimos y de los obstáculos que nos pone la vida, quizás porque el ADN de
la primera de ellas se forjó como las espadas de acero valyrio y las demás lo
fueron heredando, como la Singer.
Y dado que esta es
una saga familiar que abarca cuatro generaciones de costureras –las dos
primeras auténticas, las dos últimas no, aunque expertas en reunir los jirones
de su vida para transformarlos en un mar de posibilidades a base de puntadas y desgarros-,
nada mejor que una frase del maestro Balenciaga para entender esta novela y así
desgranarla:
- Arquitecta para los patrones:
Lo primero que
llama la atención de esta novela, mucho antes de que conozcas siquiera a las
protagonistas o su entorno, es la estructura. Salta a la vista en las primeras
páginas, porque no es lineal ni por aproximación. Y sorprende. Porque aquí lo
de hablar de que la novela comienza in media res, o que se recurre
continuamente a analepsis (o flashbacks), prolepsis o dislocación del orden
lineal de la narración (combinación de las dos anteriores) es casi una broma,
porque casi podría decirse que es un festival de todas estas técnicas juntas
elevadas a la quinta potencia, claro que con un gusto exquisito.
Está narrada en
tercera persona con estilo indirecto libre y abundancia de diálogos, excepto
cuando toma la palabra una protagonista en particular y este es un hecho que me
ha resultado curioso, sobre todo cuando intentando descubrir qué es lo que diferenciaba un capítulo de otro
-dado que esta novela es una sucesión de pequeños retazos de la vida de cada
una de ellas, independientemente de que puedan coincidir en la secuencia más de
una, de dos o de tres, y que estos se vayan alternando aparentemente sin orden
ni concierto, de principio a fin -, me di cuenta que esos veintidós capítulos
en los que se divide la obra siempre arrancaban con el testimonio de Ana, la
tercera de la saga por orden de nacimiento.
Sin embargo, esa
sorpresa inicial, en vez de una contrariedad se convierte rápidamente en una
ventaja, porque da una fluidez a la trama que no os podéis imaginar y ese
aparente desorden es su principal encanto.
Porque nada es
casual en esta novela y eso se debe a que Ana Lena Rivera ha proyectado y
medido con precisión matemática cada capítulo de esta novela, deconstruyendo
una historia que podía haber resultado más fácil narrándola de la manera
habitual, pero que al hacerlo de este modo contagia al lector de una sensación
de viveza apabullante, mostrándonos un archipiélago de comportamientos ante la
vida desde una perspectiva tan inusual como atractiva.
- Escultora para la forma:
En un artículo para
VanityFair, Mariu Emilas, hija del que durante décadas fue mano derecha del
maestro de la alta costura, comentaba acerca del libro que acababa de publicar
que Balenciaga, una vez terminado el proceso de patronaje, "colocaba la
tela sobre la modelo e iba dándole forma, como si esculpiera la prenda sobre su
cuerpo" y que era una fase muy precisa, en la que se daba mucha
trascendencia a los cimientos.
Algo similar hace
Ana Lena Rivera con sus personajes, los va cincelando a golpe de ingenio y oficio,
con el hándicap de que no solo se ha enfrentado al hecho de crear un
protagonista y luego una corte de secundarios, sino que aquí estamos hablando
de cuatro mujeres a cual más interesante, más unos secundarios de tronío que
las humanizan más si eso es posible. Es verdad que una de ellas destaca sobre
las tres, porque su vida es más azarosa y su personalidad desconcertante. Os
hago una breve descripción de ellas:
- Aurora: Nacida en Turón, en 1922. Es hija única de
Fructuoso, un minero conocido como Frutos, y Olvido. Es la personificación de
la audacia, pero también muchas cosas más. De hecho, su historia, aparte de
inolvidable, es impactante, pero más que por lo que le ha sobrevenido sin
buscarlo, lo es por su actitud, por las veces que ha tenido que levantarse, porque es
un personaje que siempre da la talla, para bien o para mal, aunque sea por sus
imperfecciones o por no tener medida. A veces resulta odiosa, pero eso solo es
quedarse en la espuma del mar. De nadie que haya vivido en sus condiciones puede
esperarse tanta cordura a pesar de que a veces se le vaya la pinza. En mayo de 1940,
con tan solo dieciocho años, se casó con Paulino Muñiz, un joven picador de
veintidós años, huérfano de padres. Dos meses antes recibió como regalo de
bodas una Singer de segunda mano a pedal, con mesa de trabajo incluida. Tuvo
tres hijos (Águeda, Pedro y Paulino), a los que no prestaba la menor atención, ya
que su única prioridad era la costura, que le permitía evadirse del mundo al
ritmo que marcaba la máquina y con la que podían salir adelante en aquellos
años infernales.
- Águeda: Es la integridad en persona. Nació en
Turón, la noche de Reyes de 1941. Morena de piel, ojos tristes y pelo negro,
tenía las orejas de soplillo, lo que unido a un cuerpo achaparrado y lo poco
agraciada que era, pasó toda su vida acomplejada. Era muy reservada, porque pasó
una infancia difícil, ya que su madre tenía el corazón como el pedernal y
parecía disfrutar castigándola. Su única ilusión era su incipiente amistad con
Florita y el cariño que le profesaba la abuela de la esta, Herminia. Conoció a su marido en 1966, en el baile de
las fiestas del Cristo y ese mismo día se enamoró de él para casarse pocos
meses después e irse a vivir a Oviedo con él.
- Ana: Nació en Oviedo en 1968. Casada con Carlos
Fresno, uno de los empresarios más punteros y una de las mayores fortunas del
país. Tiene tres hijos, Alba, Carlos y Jesús. Es la rectitud en persona y muy voluntariosa.
Estudió arquitectura en Madrid, pero nunca ejerció como tal, ya que una vez
casada se dedicó en cuerpo y alma a cuidar la imagen de la marca Fresno, con la supervisión explícita de su suegra, Paloma Sánchez.
- Alba: Desde el día que nació en Madrid, en 1995,
fue una niña querida y deseada por todos, en particular por su madre y abuelas.
Con la adolescencia empezó a convertirse en una rebelde impenitente, algo que mejoró
levemente con el tiempo, aunque en la actualidad sigue siendo y transgresora
por naturaleza y de convicciones firmes.
También será
protagonista la vieja Singer, la
máquina que ayudó en los primeros tiempos al sustento de la familia y que con
el paso de los años se ha convertido en casi una pieza de museo, pero, sobre
todo, por ser la depositaria de un secreto que custodia entre vetas y
hendiduras y que mantendrá oculto a lo largo de los años. Solo nosotros seremos cómplices de él, casi
desde las primeras páginas, esperando inquietos el momento en que se desvele.
Me dejo en el
tintero a muchos personajes a los que he mencionado de refilón en muchos casos,
como Jesus, Frutos, Carlos, Herminia o Florita. Pero también hay otros tantos,
como Ramona, César, Ceferino, Paloma o Beva, que os aseguro que tienen como
para escribir un libro de cada uno de ellos. Pocas veces he visto unos
secundarios tan bien detallados, tan carismáticos y tan interesantes.
- Pintora para los dibujos:
Las herederas de la
Singer
es un fresco de la época en que se desarrolla, henchido de matices, pero
también un viaje a través del tiempo y del espacio, sin obviar el universo
emocional de las protagonistas que compartirás en algún tramo del camino. De
ese modo, la historia nos remonta al siglo pasado, para descubrir a la primera
de las protagonistas: Aurora, nacida en 1922, para continuar con Águeda (1942),
Ana (1968) y Alba (1995). Ellas, a través de infinidad de anécdotas, nos
relatarán su vida cotidiana y, al hilo de esa intrahistoria, seremos partícipes
de otros muchos acontecimientos realmente históricos que contextualizan la
narración para acercarnos a la sociedad de la época con ágiles pinceladas de
etérea luminosidad, pero que no le quitan ni una pizca de lustre a la de ellas,
porque el pasado se sustenta de las vivencias de personajes anónimos como las
protagonistas de esta novela, capaces de atesorar en su experiencia vital la
auténtica realidad; por otro lado, la acción comenzará en Turón, una parroquia
perteneciente al concejo de Mieres, rodeada de inmensas montañas tupidas por un
verde perpetuo en la cuenca minera asturiana para, pocos años después,
trasladarnos a la señorial Oviedo, con escarceos estivales a Gijón y así acabar
recalando en el Madrid más elitistas, pasando un breve período –teniendo en
cuenta que la historia abarca prácticamente un siglo- en El Palmar de Troya,
tan rocambolesco como el Papa Clemente.
- Música para la armonía:
Como decía cuando
hablaba de la estructura de la novela, Ana Lena ha sabido arriesgar con el
material con que contaba (la historia de cada una de las protagonistas), la
proporción armónica (la manera en que ha ido ensamblando y simultaneando fragmentos
de sus vidas que, a modo de teselas y a medida que vamos pasando las páginas se
convierten en un mosaico perfecto) y el modo en que ha ido moldeando a los
personajes para ofrecernos un relato que suena en ocasiones como la Cabalgata de las valkirias, cuando la autora nos lleva explorar los antagonismos en las relaciones humanas y las más de las
veces como El bolero de Ravel, por el modo en que utiliza diferentes
orquestaciones para variar el orden de los hilos de cada trama y resolver un
crescendo memorable.
Sin embargo, por los muchos temas que aborda, casi podría decirse que suena como un memorable popurrí en el que incluiría algunas de las piezas más famosas de la música clásica (clicando en el título podéis escuchar cada pieza):
- Quinta Sinfonía, de Ludwig van
Beethoven: Una las piezas más famosas de todos los tiempos, capaz de ser
reconocida por todo el mundo por sus cuatro notas preliminares. Una sinfonía de
la que los críticos dicen que simboliza la llamada del destino tocando tu
puerta. Una pieza magistral que, aparte de su inicio, tiene momentos muy
intensos, otros dulces (los menos), pero que en su cuarto movimiento está
considerada como una de las más notables composiciones heroicas de todos los
tiempos, como la vida que llevaron las mujeres que se reflejan en esta
historia, mujeres tan corrientes como reales, que tenían que bregar a diario con
la injusticia por el hecho de serlo, porque en aquella época la violencia de
género era el pan nuestro de cada día, porque el sometimiento, en todos los
sentidos, era atroz. Y aún así resistían, porque era su destino. O eso creían.
- “En el salón del rey de la montaña”, compuesto como música ocasional para la obra Peer
Gynt, de Henrik Ibsen por Edvard Grieg. Esta pieza también es conocida como “En
la gruta del rey de la montaña”. Aunque esta pieza narra la bajada de Peer Gynt
a una gruta enigmática, aprovecho el símil para mencionar a esas mujeres mineras,
a las que Ana Lena Rivera rinde un emotivo homenaje en esta novela, que durante
el franquismo fueron invisibles porque estaba prohibido que ejercieran este
oficio, -que ya se sabía que el lugar de una mujer era en casa, criando a sus
hijos y atendiendo a la familia-, pero que, en la práctica, era un hecho. Y en
la mina, ya que estaban, desarrollaban los peores trabajos, cobrando la mitad y
dando gracias para que el imbécil de turno no quisiera propasarse con ellas.
- “Dúo de las flores”,
de la ópera Lakmé de Léo Delibes, porque del mismo modo en que se comportaban
los oficiales ingleses durante la colonización británica de la India, allanando
y profanando todo lo que encontraban a su paso, también lo hacían los soldados
regulares africanos, la conocida como Guardia Roja de Franco, que operaba en
España –y más concretamente en Asturias- con absoluta impunidad en aquellos
tiempos de postguerra y, claro está, donde no hay justicia, aflora la venganza.
- “Para Elisa”, de Ludwig van
Beethoven, una composición musical ágil y corta de corte romántico. Existe una
teoría que mantiene que el nombre real debería ser “Para Teresa”, pero que hubo una
confusión a la hora de transcribir el manuscrito original. Aunque hay varias
teorías sobre la persona a la que va dedicada esta pieza, se sospecha que se
trataría de una alumna del compositor, de la que se enamoró y declaró, claro que
ella prefirió casarse con un noble austriaco, algo que, en otro orden, también
sucede en Las herederas de la Singer, que trata el amor desde distintas
perspectivas: desde los amores no correspondidos, a los matrimonios de
conveniencia, así como a todos los imaginables.
- Preludio de la Suite para violonchelo solo Nº 1, de Johann Sebastian Bach: La primera de las
seis suites para violonchelo compuestas por el músico alemán que están
consideradas como una de las mayores obras jamás escritas para este instrumento
y que en su época supuso toda una innovación, dado que, hasta ese momento, el
violonchelo solo se utilizaba como acompañamiento, del mismo modo que es absolutamente
original el modo en el que Ana Lena Rivera plantea muchos de los temas que en
esta novela se desarrollan, aunque hay uno que me ha resultado toda una
ocurrencia, como es el momento en que Aurora se marcha a vivir a El Palmar de
Troya, en la época del Papa Clemente y sus locos seguidores y el modo que tiene
de buscarse la vida a la sombra de la Iglesia Palmariana. Porque aunque Aurora
no acuñó la frase “uno es lo que hace, no lo que dice”, la lleva impresa en su
ADN.
Y podría seguir
mencionando temas y música hasta aburrirte si no lo he hecho ya, porque me he
dejado muchos en el tintero. Temas de gran calado que te harán amar esta
historia, te lo aseguro.
- Filósofa para la medida:
Ana Lena Rivera es
un verso suelto de la narrativa, una buscadora incansable de la palabra justa y
el adjetivo correcto, de la prosa directa y las tramas sencillas aunque llenas
de matices y, sobre todo, de los personajes contundentes y muy desarrollados,
de los que parecen mostrar una fracción de sí mismos cuando son el infinito. Siempre
tengo la sensación de que en sus novelas todo está sutilmente medido, tanto la
historia que nos quiere contar como el modo en que lo hace, porque no te lo
cuenta todo, sino que deja que tu imaginación ponga el límite. Porque Ana Lena
Rivera es capaz de bucear en las procelosas aguas de la realidad más sórdida y,
sin embargo, no encuentras ni un atisbo de morbo, porque hay tanta verdad en esta
historia, que cuando terminas la novela eres consciente de que la has vivido sin
trucos ni enredos, porque rezuma verdad.
He de admitir que
cuando nos habló de este libro, el cambio de registro me cayó como un jarro de
agua helada. En cierto modo, me sentía un poco como la madre de la Pantoja. La
había visto crecer a pasos agigantados desde aquel lejano mes de enero de 2019 en
que publicó, Lo que callan los muertos (que tampoco ha pasado tanto tiempo,
pero ya sabéis que soy muy intensita para mis cosas), hasta la tercera, en que
había conseguido hacerse su sitio en este mundo tan complejo de la novela negra
y dar un giro tan radical me parecía un desatino. Y yo, como madre de la
Pantoja –insisto, aunque nadie me había pedido que ejerciera de tal-, no estaba
dispuesta a admitir que “mi niña” dejase la copla para pasarse al heavy metal,
ni a que cambiase las batas de cola por los trajes de cuero. Así que la espera,
hasta que he tenido este libro en las manos y he podido leerlo ha sido
desquiciante (escribir “desquiciada” junto a Kayena puede considerarse una
reiteración), pero ahora, una vez digerido, habiendo descubierto con el pasar
de los días las muchas capas que tiene la lectura, solo os puedo decir que es
de las novelas más gratificantes que he leído en mucho tiempo. Su trama es oro
puro, sus personajes, una delicia por su profundidad (y hablo de las cuatro
mujeres, porque aunque parezca que una destaca más que las demás, a nada que le
deis una vuelta a la historia de cada una, sentiréis lo mismo), los temas que se
plantean son fascinantes y el estilo de la autora, impecable. Ana Lena ha
demostrado no solo que es una todoterreno, sino que no tiene techo y yo seguiré
apostando por ella, sin fisuras, porque lo que ha escrito solo se puede resumir
escuchando el Nocturno Op. 9, nº 2 de Frédéric Chopin.
P.D.: Cada día
tengo más claro que ordenar un trastero debería dejar de ser algo más que una
asignatura pendiente, pero en el caso de esta autora, habría de ser una obligación permanente
(podéis ver la explicación aquí).